CAPÍTULO 56

Decir que la desesperación corría por todo el ser de Vicenzo era abismal, es reducir lo que realmente pasaba. A pesar de que intenta comportarse sereno, le es imposible, pues sus manos tiemblan. Mientras firma el alta voluntaria del hospital, su madre y Alessio hacen los arreglos para volar de una sola vez hasta Durango y de ahí hasta donde estuvieran los López.

Mientras tanto, estos tenían que lidiar con los restos de lo que por un momento fue la casa de sus sueños. Ese día, temprano, viajaron hasta dónde una vez estuvo su hogar solo para comprobar que todo yacía envuelto en cenizas. Ahí quedaban los vestigios de la felicidad y los restos de un sueño que nunca se logró alcanzar.

La vida ha sido demasiado injusta con ellos, dándoles algo que nunca habían imaginado tener. Un hogar en donde creían que podían vivir tranquilos el resto de sus vidas. Sin embargo, veinticuatro horas después todo ese anhelo solo tuvo una única cualidad, fue efímero.

Lita había llorado gran parte de la noche.
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