Rihanna. - “¿Me escucharas al menos?, tengo que decirte algo que no sabes.”- le dije, esperando que, tras explicarle, me dejara hablar, la verdad era que no reconocía a Rayco, ese ser que miraba ahora frente a mí, me atemorizaba. Siempre solía tomárselo todo dentro de sus reglas y sus deseos, pero tenía sus límites, al contrario que el ser que me miraba con esa sonrisa despiadada y diabólica, que al mismo tiempo despertaba mi deseo, junto a esa mirada que se había oscurecido del frio que destilaba, era de todo menos un hombre con el que se pudiera jugar, y menos enfrentarte. Estaba conociendo una parte de Poseidón que sólo había visto en el trabajo, cuando era implacable con un competidor, que creía que podía ganarle la partida. Nunca se lo había aplicado así conmigo. Siempre era insistente, acosador, le gustaba jugar al gato y al ratón, pero nunca, nunca, me había hecho temerle, como ahora. - “No es necesario, no deseo oir tus excusas, me bastan los hechos, y los hechos dicen qu
Rihanna. - “No corras tanto Ray, primero tengo que hablar con mi amiga, recuerda lo que te dije, si ella no desea casarse, no lo va a hacer.”- la voz de Andrómeda me llegó, alta y clara, y por primera vez me di cuenta de los injusta que había sido con ella, al parecer, la mistada para esa mujer era importante, y la nuestra lo era. Ray estaba serio, y me miró, en sus ojos vi la advertencia que me había hecho hace unas horas. Durante esa conversación que tuvimos, mientras los esperábamos a ellos, a la familia Bencomo al completo, llegaban de diferente parte del globo, y además de que Kenai saliera del colegio, para dirigirnos todo al registro civil. Aún, en mi memoria, se conservaba esa conversación. Mi mente reprodujo ese recuerdo, como si acabara de ocurrir. - “Recuérdalo bien señora Viera, adoro a los Bencomo, son mi familia, pero por mi sangre, soy capaz de enfrentarme a ellos, no me perdonaría a mí mismo menos, ni ellos, que fueron quienes me enseñaron el valor de la familia y q
Rihanna. - “¿Entiendes lo que te he explicado, Kenai?”- le pregunté a mi hijo mientras le ayudaba a vestirse, para a continuación irnos a el registro civil, para la celebración de la boda. Mi hijo miró a Rayco que estaba a mi lado, y luego a mí, su cara no expresaba ninguna emoción, y eso me preocupó. Ante su falta de sentimientos y reacciones, respecto a esto, enseguida lo pensé, si mi hijo no estaba de acuerdo, se cancelaria todo, hasta que él cediera. No pensaba dejar que él lo pasara mal, porque la estúpida babosa estuviera en plan Terminator vengativo y castigador conmigo, no mis hijos, como para él, son lo primero también. - “Si no estás de acuerdo…”- comencé a decirle, pero mi hijo me ignoró para mirar de nuevo a Rayco y preguntarle. - “¿Y tendré un hermano?”- parecía muy serio con esa pregunta. - “O una hermana, aún no sabemos”- le respondió Rayco agachándose para ponerse a la altura de Kenai. - “Prefiero un hermano, pero si es una hermana, no me quejaré. ¿Y tú serás mi
Rihanna. - “No te hagas ilusiones que esta noche no va a pasar nada, así que todo esto que has organizado sobra.”- le dije al descarado Poseidón u a vez que nos quedamos solos, después del dia que habíamos llevado, lo que menos tenía ganas era de seguir una lucha con ese maldito controlador. De una u otra manera, desde la noche anterior, mi vida me había dejado de pertenecerme, todo el mundo tomaba decisiones por mí, y eso en una rebelde como yo, era algo difícil de sobrellevar. Y la guinda del pastel fue que, tras la boda, se me comunicara como ya hecho varias cosas que casi me hacen explotar la cabeza. Primero que íbamos a volver a Filadelfia a vivir a la mansión Vieira, ya que tanto mi trabajo como el de mi marido estaba allí, por lo visto el maldito de Rayco Vieira, había mandado a detener mi renuncia, y todo este mes para la empresa sólo fue unas vacaciones que se me debían de hace tiempo, unidas al permiso que se me concedió por el fallecimiento de mi abuela, así que todavía
Rayco. Aún estaba rabiando mientras salía de la limusina, la verdad que poner nerviosa a Medusa, se está volviendo mi actividad favorita, hasta me enfadé cuando la llamada de mi asistente legal nos interrumpió. Pero al saber por lo que había sido, mi ira cambio de dirección. No sé quién había hecho a mis “suegros” tan prepotentes, para pensar que ir en contra de mi familia, les podía librara de mi castigo. Pero al parecer así era. Sabía que en su locura mis “suegros”, no había medido con quien se había metido, em ningún momento, ni mi familia ni yo habíamos aclarado quien éramos, y que muros estaban tratando de saltar. Que mi suegra se hubiera presentado en mi boda para exigirle a su hija, y a mí, que liberamos a su marido, lo aclaraba todo. El asistente legal en la llamada que interrumpió un momento interesante entre mi esposa y yo, al parecer el padre de Rihanna era de quienes no se dejaban vencer con facilidad, y había recurrido a sus contactos como militar, para salir de la cá
Rayco. Por mucho que leyera y releyera lo que tenía delante sólo había una conclusión posible los padres de mi mujer, los malditos Morris, era peor que alimañas. Su padre llevaba tanto tiempo en un mundo paralelo donde él era el rey, que no veía más allá de lo que ordenaba y deseaba, su palabra era ley, y su mujer la sumisa que complacía a su marido en todo. Por lo visto, según la información que tenía delante, en el afán de los padres de Rihanna, para arrebatarle a Kenai, y al saber que ellos, no podían hacerlos porque cometieron el error de firmar al renuncia sobre su nieto, cuando Rihanna era menor de edad, estos desgraciado habían buscado al hombre que había embarazado a mi esposa, y mediante un soborno de una gran cantidad de dinero, pretendían que él, solicitara sus derechos paternos, así como la custodia de su hijo, ya que por esa época, aunque aún era una estudiante de dieciocho años, al no tener trabajo, que sorprendentemente él sí y tenía, y no era una casualidad de que t
Rihanna. Cuando me desperté a la mañana siguiente, aún no había llegado la m*****a babosa. Ya, aunque quería decirme a mí misma que así estaba mejor, me sentí decepcionada. - “¿Qué estaría haciendo este maldito? No saber por qué se había ido me ponía nerviosa. Cuando ya al fin estaba preparándome un café en la cocina, fue cuando oí como alguien entraba por la puerta principal. Salí de la cocina para encontrarme a Rayco en el salón, por su cara veía que no había dormido en toda la noche, seguramente hacía varias noches que ese hombre no había dormido, se le veía casado, con la corbata suelta, la ropa desarreglada y arrugada, sus ojos están algo enrojecidos por la falta de sueños, y su pelo estaba algo despeinado, se notaba que se había pasado la mano varias veces por su cabello. Yo conocía ese gesto, solía hacerlo, cuando estaba estresado, o muy cansado. Sinceramente, me sentí mal por él. - “¿Has desayunado?, si quieres te preparo…”- comencé a decirle, mientras él me miraba, cua
Rihanna. Lo primero que me sorprendió al llegar a Canarias fue la luz del sol y el color, cuando has estado toda tu vida en lugares menos tropical que estas islas del Atlántico, te sorprende que, en un territorio tan pequeño, exista tanto contraste. Desde el volcán gigante y nevado, los bosques verdes y frondosos, hasta las playas de arena negra y azul intenso del mar, son unas islas preciosas cada una con su propio encanto, pero lo mejor, lo que me hacía comprender algo de la forma de ser tanto de Rayco, en ocasiones, como de la familia Bencomo, era algo que me llamó mucho la atención, y no fue otra cosa que la calidez de su gente. Había oído, que Canarias, era la como la “Hispanoamérica” de Europa. La gente era tranquila, abierta, cariñosa, y siempre te recibían con una sonrisa. Eso lo descubrí con tan sólo una frase, que me encantó cuando la oí la primera vez. Eso ocurrió nada más aterrizar, cuándo, sin querer, me tropecé con mi maleta, que insistí en llevar, pese a que los esc