XXXI

Dwain Wesley acompañado de Lady Priscila aguardaban en las afueras de la Mansión la llegada de Emiliana. Desde lejos se veía venir la carroza de los vecinos Smith. La pequeña Winchester, desde la carroza advirtió la figura arrogante del hombre pulcramente vestido con su elegante bastón sostenido por su mano derecha, había venido desde su propiedad en las afueras esta vez, sin el Sr. Forrest quien aún no llegaba de Londres. A medida que se acercaban podían ver en el hombre una sonrisa acartonada y a Priscila conversando sin parar, se veía a gusto, probablemente adulando a su diabólica abuela, que, por supuesto era una de las cosas que ella más disfrutaba.

-¿Qué carajos hace ese monigote en mi casa?- expresó encendida. De sus ojos brotaban llamas como una fogata ardiendo, lo cual estremeció a la dulce Monique.

-¡Em

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