Verónica y Caro se adentraron en su viaje con el corazón pesado, pero con la esperanza de encontrar algo de paz. A cada kilómetro que dejaban atrás, sentían que se alejaban un poco más de las tensiones y los conflictos que las habían atormentado. El paisaje cambiaba lentamente, y con él, la tensión en sus cuerpos parecía disminuir. Mientras tanto, en la ciudad, Emanuel estaba devastado. No podía creer cómo las cosas habían llegado a ese punto. Se sentía impotente y lleno de remordimiento. La cachetada de Gloria no solo había dejado una marca en su rostro, sino que había desatado una tormenta de emociones en su interior. Amaba a Verónica y no podía permitir que un malentendido los separara. Gloria, aunque enojada, había visto la sinceridad en los ojos de Emanuel. Sabía que él no era el villano en esta historia, pero también sabía que su hija necesitaba este tiempo para sanar. Al cerrar la puerta, sintió una mezcla de tristeza y alivio. Verónica había tomado una decisión valiente, pe
Punto de vista de Emanuel Caro e Ismael habían cultivado una amistad sólida, y Emanuel estaba al tanto de que Caro estaba a punto de regresar. En unos días, ella se prepararía para la universidad nuevamente. Durante una conversación, le contó a Ismael que su madre, había decidido retomar sus estudios universitarios. Para lograrlo, Verónica planeaba trabajar de noche en el bar, aprovechando que ya no necesitaba dinero para pagar el año de la universidad de Carolina , ya que su beca continuaría si sus calificaciones son excelentes. Con el dinero que había guardado para Caro, Verónica planeaba terminar su propia carrera. Emanuel, al enterarse de los planes de Verónica, reaccionó con una mezcla de frustración y tristeza. Decidió que no permitiría que Verónica renunciara a trabajar con él. Declaró que ella tendría que compensar todos los días libres que se tomó sin su consentimiento y que, además, la obligaría a acompañarlo a todas las reuniones , compromisos laborales y viajes . —N
Capítulo: Terca pero vale la pena Verónica llegó a casa con el ceño fruncido y la mente hecha un torbellino. Tras aquel viaje a la costa, había tomado una decisión: Emanuel quedaría en el pasado. Mientras bajaba del taxi, respiró hondo, dispuesta a dejarlo todo atrás. Sin embargo, su determinación flaqueó al verlo ahí, apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión entre seria y desafiante. Ella apretó los labios, levantó la barbilla y avanzó sin prestarle atención. Si algo le sobraba en ese momento era coraje. No tenía tiempo para más dramas. Emanuel, en cambio, no planeaba dejar que pasara de largo. Cuando estuvo a su lado, le tomó suavemente el brazo. —Vero, necesitamos hablar —dijo con voz grave, pero cargada de paciencia. Ella lo miró con la furia de una tormenta en pleno apogeo. —No tenemos nada que hablar, Emanuel. Nada. Así que, soltame. —No hasta que me escuches. Podés estar enojada conmigo, pero no voy a desaparecer como si fuera invisi
Capítulo El consejo de mamáVerónica estaba sentada a la mesa, con las manos rodeando una taza de té que ya se había enfriado. Sus pensamientos iban y venían, como olas que chocaban contra un muro de incertidumbre. Gloria, su madre, la observaba desde el otro lado de la mesa con una mezcla de preocupación y paciencia. Sabía que no podía presionarla, pero también sabía que no podía dejar que su hija se cerrara al amor por orgullo.—Mamá, no es solo eso —dijo Verónica, rompiendo el silencio de golpe. Su voz temblaba ligeramente—. No es solo si se equivocó o no.Gloria la miró con suavidad.—Vero, lo entiendo. Pero escuchame. Emanuel vino a hablar conmigo, me contó todo.Verónica levantó la mirada, sorprendida.Su hija Carolina ,mientras estaban en el viaje quiso explicarle y ella no la dejó .Su terquedad y enojo la había dejado sin querer oír explicaciones ni ver más allá de lo que ella creía que era la verdad —¿Qué? ¿Te contó? ¿Qué te dijo?Gloria se inclinó un poco hacia adelante, co
Emanuel y su Plan MaestroEmanuel no había pegado ojo en toda la noche. Su mente estaba llena de planes y estrategias para reconquistar a Verónica. Aunque sabía que no sería fácil, estaba dispuesto a enfrentarse a su terquedad. Desde que regresó de sus vacaciones, no dejaba de pensar en ella: su bronceado perfecto, esos ojos avellana llenos de enojo y una pizca de tristeza, y la manera en que había evitado mirarlo a los ojos.—Hoy empiezo —se dijo frente al espejo mientras ajustaba la corbata con determinación—. Voy a conquistarla, aunque tenga que ser el hombre más terco del mundo.A las 6:45 de la mañana, Emanuel ya estaba parado frente a la casa de Verónica. Sostenía un café caliente en una mano y una carpeta bajo el brazo. Tocó la puerta con firmeza, sus nervios ocultos tras una sonrisa confiada.Desde adentro, se escucharon pasos apresurados, seguidos del tono gruñón de Gloria.—¿Quién diablos molesta a esta hora?Cuando abrió la puerta, Gloria lo miró con los brazos cruzados, cl
Un besito robado y una cena inesperada. Manuel y Verónica se dirigían a la empresa, y como siempre, él no podía evitar ser todo un caballero. Al llegar al auto, le abrió la puerta con una sonrisa. Verónica, acostumbrada ya a sus gestos, le agradeció con un simple "gracias" mientras movía la cabeza en señal de cortesía. Pero por dentro, Manuel luchaba contra sus impulsos; lo único que quería era besarla.Cuando ella se sentó, él se agachó antes de cerrar la puerta. Con movimientos suaves pero seguros, le colocó el cinturón de seguridad. Luego, sin avisar, le dio un beso en la mejilla. Verónica lo miró sorprendida, pero no dijo nada. Su sonrisa pícara y traviesa lo delataba. Cerró la puerta como un niño que acaba de cometer una travesura y corrió hacia el otro lado del auto para ocupar su lugar.Desde el asiento del conductor, Emanuel no podía evitar mirarla de reojo. Ella, por su parte, se llevó la mano al cachete y sonrió, aunque intentó ocultarlo mirando por la ventana.Mientras el
Reconstruyendo PuentesEl día había comenzado con una mezcla de responsabilidad y reflexión para Verónica. Después de acompañar a Carolina a firmar la denuncia apenas llegaron a la ciudad, sabía que aún quedaba trabajo por hacer. Hoy era su turno de completar el trámite, un paso importante para cerrar ese capítulo oscuro y proteger a su hija.Le había avisado a Emanuel del trámite y le pidió que pasara por ella, por su casa para ir a la cena. Antes de dirigirse a la comisaría, decidió visitar a Georgina. Había algo en la situación de esa joven que despertaba su empatía, aunque la relación no hubiera comenzado con el mejor pie. Verónica sentía que, pese a los errores del pasado, todos merecían una segunda oportunidad, y Georgina parecía estar aprovechando la suya.Al llegar al apartamento, Verónica tocó la puerta suavemente. Georgina abrió, y aunque su rostro mostraba cansancio, también irradiaba calma. Estaba vestida con ropa cómoda, y su embarazo ya comenzaba a ser evidente.—Hola,
Esa noche, Verónica se había esmerado más de lo usual. Su vestido negro con un delicado encaje en los hombros y un maquillaje que realzaba su mirada eran prueba de ello. Emanuel, al verla, quedó completamente maravillado. Sus ojos azules la recorrieron de arriba abajo con una intensidad que la hizo sentir que era la única mujer en el mundo. Él, impecable con un traje gris oscuro y una camisa blanca, también había hecho un esfuerzo por impresionar.—Estás hermosa, Vero —dijo Emanuel, ofreciéndole su brazo para escoltarla hasta el auto.Verónica sonrió, algo nerviosa, y aceptó el gesto. La forma en la que él la miraba le hacía dudar. ¿Era una cena de negocios o algo más íntimo? Pero no quiso preguntar. Emanuel era un caballero, siempre atento a los detalles. Le abrió la puerta del auto, la ayudó a colocarse el cinturón y, antes de cerrar la puerta, le dio un beso en la mejilla. Ese gesto, tan natural y espontáneo, la hizo sonrojar.Cuando llegaron al elegante restaurante, Emanuel la tom