Capitulo:Donde siempre nos encontramosStephen estaba allí, en la playa. Sentado sobre la arena húmeda, con la mirada fija en el horizonte gris y el sonido del oleaje golpeando suave pero constante. No esperaba verla. No podía. Sería demasiado pedirle al destino. Pero su corazón, tercamente, se aferraba a la esperanza.Joselín, en cambio, caminó decidida, aunque sus piernas temblaban. No sabía si él la rechazaría, si la miraría como alguien que había desconfiado de él cuando más la necesitaba. Pero allí estaba, su brújula apuntando sin querer hacia él, justo en el lugar donde todo había comenzado.Cuando Stephen la vio, se puso de pie lentamente, con incredulidad.—Joselín... —su voz fue apenas un susurro que el mar arrastró.Ella lo miró, sin moverse, como si no supiera por dónde empezar.—Sabía que volverías aquí —agregó él, sin dar un solo paso—. Siempre volvías aquí.El silencio fue tan largo que solo las olas se atrevieron a interrumpirlo. Pero cuando Joselín intentó hablar, fue
Capitulo :Lo que no supieron cuidarLa casa de los Torres estaba más silenciosa que nunca. No era el silencio habitual de la noche, sino uno denso, que se colaba en cada grieta, en cada sombra, en cada rincón donde alguna vez Joselín había dejado su risa.Fabián estaba de pie frente al ventanal, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en las luces lejanas de Alicante. Lilian, sentada en el sillón, apretaba entre sus manos una taza de té ya frío. Ninguno decía nada, pero la tensión entre ellos era insoportable.—¿La viste? —preguntó Lilian, rompiendo al fin el silencio.Fabián no respondió. Solo asintió levemente.—¿Y? —insistió ella.—No me quiso ni mirar —confesó, con la voz más débil de lo que jamás Lilian le había escuchado.La mujer dejó la taza sobre la mesa. Sus manos temblaban.—Fabián, ¿en qué momento la perdimos?Él no supo qué responder. Se quedó mirando la ciudad sin verla realmente. Todo lo que había hecho, todo lo que había planeado con la certeza de que era p
Capitulo Heridas, miedos y perdón La mañana llegó antes de lo esperado, con un aire fresco que rozaba las calles de Alicante. Joselín se había despedido de Stephen al amanecer, sentados aún en la arena, con la promesa de que él la buscaría más tarde, después de cumplir con su turno en el hospital.No fue fácil dejarlo, pero era necesario.Ambos sabían que había asuntos que Joselín debía resolver antes de pensar en un futuro juntos.Mientras caminaba de regreso, la brisa marina le secaba las lágrimas que no terminaban de desaparecer. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero el peso en su pecho no era menor.No estaba sola. Aunque no lo supo hasta que dobló por la segunda calle, Valentino la seguía, como tantas otras veces en su infancia, cuando ella huía sin rumbo y él, pacientemente, la cuidaba desde lejos.Cuando vio que su sobrina estaba bien y que sus pasos la llevaban de vuelta a casa, respiró tranquilo y regresó al hogar que compartía con Clara.Joselín llegó a la casa y, ap
Capitulo— Empezar de nuevo Stephen respiró hondo frente a la puerta de la casa de los Torres. No era fácil estar allí, sabiendo que no era bienvenido, pero tampoco podía huir. Había aprendido que amar a Joselín no era solo compartir sueños y promesas, sino también tener el valor de enfrentar lo que fuera por ella. Fabián lo recibió serio, pero sin el rechazo rotundo de días atrás. Valentino había cumplido su promesa de preparar el terreno. No sería sencillo, pero al menos la puerta estaba abierta. Stephen no esperó. —Quiero hablar con usted, Fabián —dijo firme, pero sin perder el respeto. Ambos se sentaron, con la incomodidad flotando en el aire. —Sé que no tiene razones para confiar en mí —empezó Stephen—, pero quiero decirle lo que no pude antes. Fabián lo miró sin interrumpirlo. —No quiero quitarle a Joselín. No quiero arrancarla de su vida, ni de su país, ni de ustedes. Ella es libre. Tiene su futuro, su carrera, sus sueños. Y yo tengo los míos también. No vine a c
Capitulo Entre sueños y distancias La vida no siempre era como en las novelas que Joselín leía de niña. A veces, el amor no se trataba solo de besos robados y promesas en la playa, sino de aprender a esperar, a ceder, a aceptar que, aunque el amor sea verdadero, la vida también tiene sus propias reglas. Stephen lo sabía bien. Su camino no había sido sencillo. Terminar su carrera, sostener su especialización y mantenerse firme lejos de su familia en Inglaterra le había costado lágrimas y noches sin dormir. Ahora, con guardias interminables, la posibilidad de viajar a Uruguay junto a Joselín y sus amigos había quedado postergada. Una frustración que lo golpeaba más de lo que admitía, pero que aceptaba con la entereza de quien sabe que no siempre se puede todo al mismo tiempo. Joselín, por su parte, había tomado una decisión que cambió su vida: ingresó a la universidad para estudiar Medicina. Lo había soñado desde siempre, pero luego de todo lo que vivió, encontró su vocación en la n
Capitulo:Una promesa másLa brisa marina soplaba suave aquella tarde, acariciando los rostros de los cuatro amigos que estaban sentados en la arena, viendo cómo el cielo comenzaba a pintarse de tonos dorados. Habían improvisado una fogata sencilla con maderas secas, rodeándola con piedras y risas. Joselín y Paula preparaban unos chorizos para tirar sobre las brasas, mientras Mateo acomodaba las carpas y Stephen traía las cervezas.Era una noche especial. No por el lugar, ni por la comida, sino por lo que significaba: un viaje que había tardado años en concretarse. Un viaje que había sido promesa. Y que ahora, cumplido, se convertía en un recuerdo que atesorarían por siempre.—Bueno —dijo Mateo, de pronto, mientras sostenía su botella—. Ya que estamos los cuatro... tengo una pregunta.—Ay, Mateo... —suspiró Paula, divertida—. ¿Ahora qué vas a inventar?Mateo se rió y le tomó la mano.—No invento nada. Solo quiero que pongamos la fecha.—¿Fecha de qué?—De nuestra boda Pau.Joselín so
Capitulo:Promesas Bajo el Sol de Alicante El avión aterrizó en la cálida pista de Alicante justo cuando el atardecer comenzaba a teñir el cielo de un naranja suave. Joselín apoyó su frente contra la ventanilla, sonriendo apenas, mientras el sol parecía rendirle homenaje a ese momento que tanto había esperado. Habían vuelto. A su casa. A su vida. A sus sueños compartidos. Stephen, a su lado, le apretó suavemente la mano. No dijeron nada. No era necesario. Los silencios entre ellos hablaban con más ternura que mil palabras. En esos días, el amor entre ambos era como un faro en medio del océano: fuerte, luminoso, indestructible. En el pequeño departamento que compartían a ratos —sin convivir del todo porque ambos respetaban sus espacios de estudio—, todo era simple, acogedor, perfecto a su manera. Los libros de medicina se amontonaban en las mesas. Los horarios imposibles de prácticas y guardias cruzaban sus agendas, pero siempre, siempre, encontraban un momento para ellos. Una
Capitulo: Un Sí que Abrazó a todos La vida les había enseñado que el amor verdadero no siempre era sencillo,ni fácil.Que a veces, para reencontrarse, primero había que perderse y ellos lo sabían muy bien .Mateo y Paula se habían separado siendo apenas adolescentes, por esos malentendidos crueles de la vida.Pero el destino, terco y sabio, los había vuelto a unir.Hoy, después de años, de caminar juntos, habían decidido sellar su historia con un “sí” eterno.Esta era la boda mas esperada para todos .Y aquel día...Todo era mágico en el lugar .Desde temprano, el salón elegido, ubicado cerca del mar, se llenó de perfumes dulces, luces cálidas y flores blancas.Cada rincón llevaba el sello de Paula y Mateo: cada detalle había sido elegido juntos, con amor, como quien arma su propio pequeño universo.Paula, radiante, se preparaba rodeada de sus amigas y familiares.El vestido era un sueño: un modelo tipo princesa, de tul vaporoso y bordados de encaje que parecían hilos de luna.El cor