Capitulo– Dudas y ausencias Las primeras semanas en Uruguay pasaron entre estudios, trámites, y tardes tranquilas junto a Mateo. Aunque la distancia dolía, Joselín sentía que podía soportarla porque cada noche, aunque fuera por breves minutos, lograba escuchar la voz de Stephen a través del celular de su amigo. Pero todo cambió de golpe. Una tarde cualquiera, mientras estaba sola en su habitación revisando apuntes, su celular personal vibró. Pensó que sería alguna amiga de Alicante, pero al abrir el mensaje, el corazón se le detuvo. Era una foto. Stephen estaba en una cafetería, sonriendo, con una joven a su lado. La chica tenía el cabello claro, llevaba una bata de hospital y un gesto cómodo. La imagen no mostraba nada más que una charla casual, pero para Joselín, fue como un puñal. No venía de Stephen. Venía de un número desconocido. Se quedó helada, sin poder reaccionar. Su primer impulso fue escribirle por el celular de Mateo, pero no estaba con él en ese momento. A
Stephen: La peor decisión de mi vida Desde que Joselín se fue, mi vida se vino abajo. No pasó ni una semana de su partida y me llamaron desde Inglaterra: mi hermana había tenido un accidente. Gracias a Dios, estaba viva, pero necesitaba una operación urgente y un tratamiento costoso. Mis padres, destrozados, me rogaron ayuda. Yo no podía dejarlos solos. No lo dudé. Agarré dos turnos de guardia, día y noche, casi sin dormir, trabajando como nunca para reunir el dinero. No podía preocupar a Joselín. Ya suficiente tenía con la distancia, con el miedo a su padre. No quería cargarla con mis problemas. Pero no imaginaba que, en ese silencio, me estaba alejando de ella sin querer. Karina García, una residente del hospital y buena compañera, fue quien me sostuvo cuando no pude más. Fue testigo de mis caídas, de mi agotamiento, de mis desvelos. Se volvió la única que conocía el desastre en el que me había convertido; lo único que no sabía era de Joselín. Pero no era solo el trabajo y el
Capitulo La verdad comienza a abrirse pasoEl aeropuerto de Alicante amanecía cubierto por un gris espeso que teñía el cielo y el ánimo de quienes lo pisaban. Cuando Joselín descendió del avión junto a Valentino y Clara, sintió que, aunque había dejado atrás Uruguay, el peso que arrastraba en el pecho seguía intacto.Había vuelto al lugar donde todo comenzó, pero nada era igual. No era la misma chica que se había ido llorando por amor. Ahora era alguien que había aprendido a resistir… aunque aún le costara respirar.Sabía que Mateo le había pedido a Valentino que la cuidara, y confiaba en que ellos la ayudarían a ponerse de pie. Lo que no imaginaba era que Valentino, movido por algo más que cariño, ya había comenzado a seguir el hilo de una verdad mucho más compleja de lo que ella jamás habría podido prever.Desde días antes, mientras Joselín aún caminaba por las calles de Uruguay con el corazón roto, Valentino había empezado a atar cabos sueltos . Su instinto —afilado por años de t
Capítulo Cerca… pero no juntosStephen se quedó en silencio cuando recibió el mensaje de voz de Mateo . Apenas lo escuchó, algo dentro de él —que creía marchito— se encendió como una chispa."Mi padre llamó a Karina. Ya sabemos la verdad. Sé todo, Stephen."Apretó el teléfono contra el pecho. Por primera vez en semanas, sintió que no estaba solo. Que alguien, al fin, lo había escuchado. Que su historia no se perdería en un mar de mentiras. Aunque aún no sabía cómo ni cuándo, esa certeza le devolvió algo que había perdido hacía mucho: esperanza.Con el corazón latiendo distinto, aprovechó que había logrado liberarse de las guardias dobles. No era casualidad, era una urgencia vital. Caminó sin pensar, impulsado por la necesidad de aire y memoria. Sus pasos lo llevaron hasta la playa donde solía verse con Joselín. El cielo estaba cubierto de nubes bajas, y el mar, inquieto, reflejaba el torbellino que llevaba dentro.Se sentó en la arena, justo donde ella, un día, le había mostrado su br
Capitulo:Donde siempre nos encontramosStephen estaba allí, en la playa. Sentado sobre la arena húmeda, con la mirada fija en el horizonte gris y el sonido del oleaje golpeando suave pero constante. No esperaba verla. No podía. Sería demasiado pedirle al destino. Pero su corazón, tercamente, se aferraba a la esperanza.Joselín, en cambio, caminó decidida, aunque sus piernas temblaban. No sabía si él la rechazaría, si la miraría como alguien que había desconfiado de él cuando más la necesitaba. Pero allí estaba, su brújula apuntando sin querer hacia él, justo en el lugar donde todo había comenzado.Cuando Stephen la vio, se puso de pie lentamente, con incredulidad.—Joselín... —su voz fue apenas un susurro que el mar arrastró.Ella lo miró, sin moverse, como si no supiera por dónde empezar.—Sabía que volverías aquí —agregó él, sin dar un solo paso—. Siempre volvías aquí.El silencio fue tan largo que solo las olas se atrevieron a interrumpirlo. Pero cuando Joselín intentó hablar, fue
Capitulo :Lo que no supieron cuidarLa casa de los Torres estaba más silenciosa que nunca. No era el silencio habitual de la noche, sino uno denso, que se colaba en cada grieta, en cada sombra, en cada rincón donde alguna vez Joselín había dejado su risa.Fabián estaba de pie frente al ventanal, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en las luces lejanas de Alicante. Lilian, sentada en el sillón, apretaba entre sus manos una taza de té ya frío. Ninguno decía nada, pero la tensión entre ellos era insoportable.—¿La viste? —preguntó Lilian, rompiendo al fin el silencio.Fabián no respondió. Solo asintió levemente.—¿Y? —insistió ella.—No me quiso ni mirar —confesó, con la voz más débil de lo que jamás Lilian le había escuchado.La mujer dejó la taza sobre la mesa. Sus manos temblaban.—Fabián, ¿en qué momento la perdimos?Él no supo qué responder. Se quedó mirando la ciudad sin verla realmente. Todo lo que había hecho, todo lo que había planeado con la certeza de que era p
Capitulo Heridas, miedos y perdón La mañana llegó antes de lo esperado, con un aire fresco que rozaba las calles de Alicante. Joselín se había despedido de Stephen al amanecer, sentados aún en la arena, con la promesa de que él la buscaría más tarde, después de cumplir con su turno en el hospital.No fue fácil dejarlo, pero era necesario.Ambos sabían que había asuntos que Joselín debía resolver antes de pensar en un futuro juntos.Mientras caminaba de regreso, la brisa marina le secaba las lágrimas que no terminaban de desaparecer. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero el peso en su pecho no era menor.No estaba sola. Aunque no lo supo hasta que dobló por la segunda calle, Valentino la seguía, como tantas otras veces en su infancia, cuando ella huía sin rumbo y él, pacientemente, la cuidaba desde lejos.Cuando vio que su sobrina estaba bien y que sus pasos la llevaban de vuelta a casa, respiró tranquilo y regresó al hogar que compartía con Clara.Joselín llegó a la casa y, ap
Capitulo— Empezar de nuevo Stephen respiró hondo frente a la puerta de la casa de los Torres. No era fácil estar allí, sabiendo que no era bienvenido, pero tampoco podía huir. Había aprendido que amar a Joselín no era solo compartir sueños y promesas, sino también tener el valor de enfrentar lo que fuera por ella. Fabián lo recibió serio, pero sin el rechazo rotundo de días atrás. Valentino había cumplido su promesa de preparar el terreno. No sería sencillo, pero al menos la puerta estaba abierta. Stephen no esperó. —Quiero hablar con usted, Fabián —dijo firme, pero sin perder el respeto. Ambos se sentaron, con la incomodidad flotando en el aire. —Sé que no tiene razones para confiar en mí —empezó Stephen—, pero quiero decirle lo que no pude antes. Fabián lo miró sin interrumpirlo. —No quiero quitarle a Joselín. No quiero arrancarla de su vida, ni de su país, ni de ustedes. Ella es libre. Tiene su futuro, su carrera, sus sueños. Y yo tengo los míos también. No vine a c