Capítulo El Amor No Se Va Mateo no vio que Paula recogía los pedazos de la carta. Ni siquiera imaginó que los conservaría. Apenas ella bajó del auto y arrojó aquel sobre hecho trizas al suelo, él sintió que algo dentro suyo se rompía también. No se detuvo. Aceleró el auto y salió disparado rumbo a su casa, con las manos temblando sobre el volante, la garganta cerrada y el corazón palpitando con una mezcla de rabia, impotencia y desilusión.Se encerró en su cuarto, sin decir palabra. Desde su cama, con las persianas cerradas, el mundo parecía más oscuro de lo que realmente era. Se sentó frente a la computadora y sin pensarlo dos veces, reservó un boleto de avión. A las diez de la mañana del día siguiente debía estar en el aeropuerto. El vuelo rumbo a España salía al mediodía.El zumbido de su celular vibrando sobre la mesa no lo distrajo. No respondió mensajes, no atendió llamados. Solo salió de la habitación cuando escuchó las voces de su familia abajo, en el living. Abrió la puerta,
Capítulo: Donde Empieza la Vida de VerdadHabían aprendido que el silencio no cura, que el amor no debe guardarse, sino decirse a tiempo. Que la felicidad se busca, se defiende y se construye, aunque la vida no sea fácil. Ese era su momento. El verdadero comienzo. El de conocerse, esta vez, como pareja, con el alma desnuda y el corazón en paz.La habitación del hotel no era lujosa, pero tenía eso que necesitaban: calma. Una ventana amplia dejaba entrar la luz suave de la tarde, filtrada por cortinas blancas que se movían con la brisa. En el aire flotaba un aroma a flores y algo de café. Afuera, el mundo seguía girando, pero dentro, el tiempo parecía haberse detenido.Mateo estaba acostado boca arriba, con los brazos detrás de la cabeza. Paula apoyaba su cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos como si fueran una melodía secreta. Ninguno decía nada. No hacía falta.—¿Sabés qué pensaba? —murmuró él, rompiendo el silencio con voz suave.—¿Qué?—Que no necesito más que esto. Que esta
Capítulo: Donde la vida sonríe El domingo amaneció totalmente soleado con una brisa leve y con un cielo despejado que parecía prometer felicidad. En la casa de los Moreno, el aroma a pan casero y café recién hecho se mezclaba con las risas que brotaban desde temprano. Era uno de esos días donde todo parecía alinearse: el clima, los corazones, las ganas de celebrar en familia . Valen y Clara habían invitado a su gran familia del corazón a comer una parrillada a la uruguaya. Mateo había despertado con una sensación nueva en el pecho,la tranquilidad. Paula le había traído paz, pero también ese cosquilleo de las primeras veces, aunque no fuera la primera. Después de años de silencio, de heridas abiertas y esperas prolongadas, por fin estaban intentando. Por fin se permitían volver a soñar con un futuro juntos. Se organizó el almuerzo como quien sabe que hay motivos para brindar. Georgina llegó con Alberto, con su habitual sobriedad, no se molestó en esconder la emoción que le pr
233l – Años de luzHabían pasado los años. No de esos que pesan o cansan, sino de los que enseñan. De los que iluminan el alma y revelan el verdadero valor de las cosas.Mateo y Paula lo habían hecho bien. Con errores, con aciertos, pero siempre juntos. Aprendieron a hablar, a escucharse, a respetar los silencios y también a interrumpirlos cuando era necesario. El amor que construyeron no fue un castillo de fantasía, sino una casa de ladrillos firmes, sostenida con paciencia y ternura.Paula se graduó con honores. Llevó su título en alto, sabiendo cuánto había costado. Pero no se detuvo ahí. Junto con Mateo y un equipo de jóvenes profesionales, abrieron su propia contaduría. Un pequeño estudio, lleno de entusiasmo y futuro. Un espacio donde los sueños se volvían números, pero también historias de gente que confiaba en ellos.Mateo, con ese temple que solo dan los errores bien aprendidos, se convirtió en un pilar. Ya no era el muchacho inseguro que no sabía si hablar o callar. Era un h
Capítulo final – Donde el amor se quedaEl campo estaba vestido de fiesta. El sol se colaba entre las ramas de los árboles altos, la brisa suave traía aroma a pasto fresco y tortas caseras, y en el aire se respiraba esa alegría genuina que solo da la familia reunida. Globos celestes y blancos decoraban el jardín, mientras una pancarta tejida a mano colgaba entre dos troncos: “¡Bienvenido, Martín!”Eleonor, radiante y embarazadísima, caminaba con cuidado entre las mesas. Sergio no le sacaba los ojos de encima.—¡Estoy embarazada, no de cristal! —le dijo ella, entre risas.—Sí, pero sos mi cristal precioso —respondió él, exageradamente cursi.—¡Ay, Sergio! —Paula rodó los ojos desde la mesa—. Estás peor que cuando se conocieron.—Peor no. ¡Estoy más enamorado! —replicó él, besándole la mejilla a Eleonor—. Aunque entre nosotros, amor… no te ofendas, ¿eh?—¿Qué? —preguntó Eleonor, frunciendo el ceño.—Ese vestido te hace parecer un huevo Kinder. Solo que sin sorpresa adentro, porque ya sa
Amor sin Fronteras (mini historia de Joselín y Stephen) Capítulo - La niña El invierno de 2008 en Alicante trajo más que frío y brisa marina; trajo un milagro. Lilian y Fabián Torres observaban a través del vidrio empañado de la sala de neonatología a la pequeña criatura que apenas cabía en la palma de una mano. Sus dedos diminutos, envueltos en hilos de vida, se aferraban a la nada como si buscaran un refugio, como si supieran que habían llegado a este mundo antes de tiempo. —Es tan pequeña… —murmuró Lilian, sin poder contener las lágrimas. Fabián le apretó la mano con fuerza, sin apartar la vista de esa incubadora que parecía un castillo de cristal. Los monitores pitaban sin cesar, recordándoles a cada segundo que su hija luchaba por respirar, por vivir. Aquella bebé, que apenas pesaba un kilo y medio, se había convertido en su razón de vivir. Habían intentado durante años ser padres, enfrentando diagnósticos crueles y noches de llanto en silencio. Y ahora, aunque prematura,
Capítulo - El nombre detrás de la bata blanca Alicante brillaba esa tarde con la misma vida de siempre. Las plazas llenas de turistas, las gaviotas planeando sobre el puerto, el aire marino arrastrando promesas y secretos. Todo seguía igual, pero no para Joselín. Su mundo ya no era el mismo desde que Stephen Jones apareció entre las luces del hospital. Su mundo, ese que sus padres habían construido con tanto esmero y temor, había comenzado a resquebrajarse. Aquel día en casa había sido un caos disfrazado de calma. Lilian la rodeaba como si fuera de cristal, siguiendo cada paso, cada movimiento, insistiendo en que debía guardar reposo absoluto. Fabián no era menos. Entre pañuelos, analgésicos y advertencias, parecían olvidar que su hija ya no era la bebé que peleaba en la incubadora. —Mamá, estoy bien —repitió por quinta vez, con una sonrisa cansada. —No te esfuerces, mi amor, por favor —rogó Lilian, acomodándole el pelo como cuando era niña. Fabián, desde la puerta, suspiró
Capítulo Entre miradas y secretos Desde aquella tarde en la rambla, algo se había roto….o tal vez, algo se había despertado en Joselín. El aire de Alicante seguía oliendo a sal y a azahar, las campanas de la iglesia repicaban igual que siempre, las gaviotas revoloteaban sobre el puerto… pero para ella todo era distinto. Las calles que había recorrido mil veces ahora le parecían nuevas, teñidas de una expectativa que no sabía manejar.Su herida, a ojos de sus padres, era la excusa perfecta para mantenerla en casa bajo vigilancia. Lilian preparaba infusiones y vigilaba sus pasos como si un mal viento pudiera llevársela. Fabián, silencioso pero atento, pasaba más tiempo en casa de lo habitual, pendiente de cada quejido o suspiro. Pero lo que sus padres no sabían —y que Joselín no se atrevía a decirles— era que la herida que más dolía no estaba en la pierna, sino en el pecho… y no era dolor, era la ansiedad por volver a verlo.Así que, con disimulo y sonrisas fingidas, comenzó a frecuen