Capítulo : El cruce de caminos Mateo había pasado la noche sin dormir. Después de ver a Paula con ese chico en la plaza, su cabeza era un enjambre de pensamientos oscuros y sentimientos contrariados. El corazón le palpitaba como si hubiera corrido una maratón, y no podía dejar de preguntarse si ese flaco era alguien importante… alguien que había llegado a ocupar el lugar que él había dejado vacío. A media mañana, seguía tirado en el sillón, todavía en pijama, mirando el celular. La pantalla mostraba una vieja publicación de Paula. Ella sonreía, y el brillo en sus ojos parecía tan real como lejano. Justo en ese momento, la puerta se abrió con un golpe seco. Sergio. Con una bolsa de bizcochos y una expresión que decía "sé que algo pasó". —¡Mateo! —dijo, entrando como si viviera allí—. ¿Por qué tenés esa cara de funeral? —Hola, Sergio —murmuró sin ganas. —No me mientas. Te conozco. Tenés la misma cara que pusiste cuando te enteraste que los Reyes Magos no existían. ¿Qué pasó? M
Capítulo : Donde Arde el Silencio. El mediodía caía pesado sobre la ciudad, con ese calor pegajoso que hacía latir las sienes y agudizaba los sentidos. Mateo esperaba en la esquina de la consultoría Funes, con las manos en los bolsillos y la vista clavada en el pavimento. No sabía por qué estaba ahí. O sí. Pero no lo quería admitir. El mensaje de Sergio había sido claro: “Necesito hablar con vos. Cara a cara.” Y ahí estaba. Cuando lo vio cruzar la avenida, con la camisa arremangada y la mirada determinada, supo que no sería una charla liviana. Sergio no caminaba como un amigo que venía a consolar. Caminaba como alguien que venía a poner los puntos. —¿Mateo? —dijo, firme—. ¿Podemos hablar? Mateo asintió sin hablar. Sergio lo miró de arriba abajo y se cruzó de brazos. —¿Querés que vayamos a dar una vuelta o preferís que te lo diga acá, en la vereda, delante de todos? —Decilo —susurró Mateo—. Si es lo que viniste a hacer, decilo. —Perfecto —respondió Sergio, sin titubear—. Porqu
Capítulo: Lo que se rompe y aún acompañaLa calle estaba tranquila cuando Paula salió de la universidad. El sol comenzaba a bajar, pero el calor seguía pegando fuerte sobre el asfalto. Caminaba en silencio junto a Darío, que tenía un hielo envuelto en una servilleta apoyado en la comisura del labio. A su otro lado, Felipe los seguía con expresión preocupada, mirándolo a cada rato con ternura.—¿Te duele mucho? —preguntó Paula, con la voz más suave que el viento.Darío se encogió de hombros.—Un poco. Pero el orgullo más —respondió, y se miraron, cómplices. Él suspiró, mirándola con algo de culpa—. Paula, quiero pedirte perdón.—¿Por qué?—No sé… por todo. Por la escena. Por meterme. Por provocarlo. Yo… yo lo saqué de quicio, Pau. De verdad. Le dije tantas cosas que cualquier otro no se hubiera quedado callado, pero Mateo reaccionó y con razón . Estuvo mal, obvio, pero... no es solo culpa suya.Paula bajó la mirada, moviendo una piedrita con la punta del zapato.—Yo también estoy conf
Capitulo : Donde el Amor No Se Calla La carta estaba en sus manos. Doblada, arrugada, con los bordes suaves de tanto ser abierta. Mateo la acarició con los dedos como si temiera que al abrirla desapareciera. Se había quedado solo en su habitación, después de uno de los días más duros que recordara desde que volvió a casa. Sentía que había tocado fondo. Pero ahí estaba: ese pedazo de papel, esa tinta corrida, esas palabras que había escrito antes de ir a España, cuando todo le dolía, cuando Paula era su única certeza. La había dejado con Sergio. “Entregásela cuando este en el avion”, le había dicho. Sergio, fiel a su palabra, lo hizo. Y Paula… la guardó. Todo ese tiempo. La había llevado consigo como quien lleva un amuleto, una promesa muda de algo que pudo haber sido. Mateo la abrió despacio. Sus ojos recorrieron cada palabra, como si leyera una carta escrita por alguien que ya no existía, pero al mismo tiempo, por el único que seguía gritando dentro de él. "Yo te amaba, Paula. Y
Capítulo El Amor No Se Va Mateo no vio que Paula recogía los pedazos de la carta. Ni siquiera imaginó que los conservaría. Apenas ella bajó del auto y arrojó aquel sobre hecho trizas al suelo, él sintió que algo dentro suyo se rompía también. No se detuvo. Aceleró el auto y salió disparado rumbo a su casa, con las manos temblando sobre el volante, la garganta cerrada y el corazón palpitando con una mezcla de rabia, impotencia y desilusión.Se encerró en su cuarto, sin decir palabra. Desde su cama, con las persianas cerradas, el mundo parecía más oscuro de lo que realmente era. Se sentó frente a la computadora y sin pensarlo dos veces, reservó un boleto de avión. A las diez de la mañana del día siguiente debía estar en el aeropuerto. El vuelo rumbo a España salía al mediodía.El zumbido de su celular vibrando sobre la mesa no lo distrajo. No respondió mensajes, no atendió llamados. Solo salió de la habitación cuando escuchó las voces de su familia abajo, en el living. Abrió la puerta,
Capítulo: Donde Empieza la Vida de VerdadHabían aprendido que el silencio no cura, que el amor no debe guardarse, sino decirse a tiempo. Que la felicidad se busca, se defiende y se construye, aunque la vida no sea fácil. Ese era su momento. El verdadero comienzo. El de conocerse, esta vez, como pareja, con el alma desnuda y el corazón en paz.La habitación del hotel no era lujosa, pero tenía eso que necesitaban: calma. Una ventana amplia dejaba entrar la luz suave de la tarde, filtrada por cortinas blancas que se movían con la brisa. En el aire flotaba un aroma a flores y algo de café. Afuera, el mundo seguía girando, pero dentro, el tiempo parecía haberse detenido.Mateo estaba acostado boca arriba, con los brazos detrás de la cabeza. Paula apoyaba su cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos como si fueran una melodía secreta. Ninguno decía nada. No hacía falta.—¿Sabés qué pensaba? —murmuró él, rompiendo el silencio con voz suave.—¿Qué?—Que no necesito más que esto. Que esta
Capítulo: Donde la vida sonríe El domingo amaneció totalmente soleado con una brisa leve y con un cielo despejado que parecía prometer felicidad. En la casa de los Moreno, el aroma a pan casero y café recién hecho se mezclaba con las risas que brotaban desde temprano. Era uno de esos días donde todo parecía alinearse: el clima, los corazones, las ganas de celebrar en familia . Valen y Clara habían invitado a su gran familia del corazón a comer una parrillada a la uruguaya. Mateo había despertado con una sensación nueva en el pecho,la tranquilidad. Paula le había traído paz, pero también ese cosquilleo de las primeras veces, aunque no fuera la primera. Después de años de silencio, de heridas abiertas y esperas prolongadas, por fin estaban intentando. Por fin se permitían volver a soñar con un futuro juntos. Se organizó el almuerzo como quien sabe que hay motivos para brindar. Georgina llegó con Alberto, con su habitual sobriedad, no se molestó en esconder la emoción que le pr
233l – Años de luzHabían pasado los años. No de esos que pesan o cansan, sino de los que enseñan. De los que iluminan el alma y revelan el verdadero valor de las cosas.Mateo y Paula lo habían hecho bien. Con errores, con aciertos, pero siempre juntos. Aprendieron a hablar, a escucharse, a respetar los silencios y también a interrumpirlos cuando era necesario. El amor que construyeron no fue un castillo de fantasía, sino una casa de ladrillos firmes, sostenida con paciencia y ternura.Paula se graduó con honores. Llevó su título en alto, sabiendo cuánto había costado. Pero no se detuvo ahí. Junto con Mateo y un equipo de jóvenes profesionales, abrieron su propia contaduría. Un pequeño estudio, lleno de entusiasmo y futuro. Un espacio donde los sueños se volvían números, pero también historias de gente que confiaba en ellos.Mateo, con ese temple que solo dan los errores bien aprendidos, se convirtió en un pilar. Ya no era el muchacho inseguro que no sabía si hablar o callar. Era un h