Capítulo: “Un perdón desde el alma”La tarde caía con suavidad sobre el barrio. El cielo se teñía de tonos anaranjados y dorados, como si el día quisiera despedirse de forma delicada. El jardín de los Suárez estaba tranquilo, con el canto lejano de algunos pájaros y el aroma a jazmín flotando en el aire. Georgina acomodaba una bandeja con dos tazas de té caliente cuando vio a Clara Sáenz cruzar el portón.No venía con la firmeza habitual. Sus pasos eran serenos, pero cargaban una tensión evidente. Llevaba en los ojos la mezcla de nervios y necesidad que solo quien viene a decir algo importante puede mostrar.Alberto, sentado bajo el alero con el diario en la mano, levantó la vista. Su ceño se frunció ligeramente al notar la expresión de Clara.—Clara —saludó él—. Qué sorpresa. ¿Todo bien?Ella sonrió con cortesía, aunque sus labios temblaban.—Hola, Alberto. Hola, Georgina. Perdón que venga sin avisar… pero necesito hablar con ustedes. Los dos.Georgina le ofreció asiento, y Alberto d
Capitulo :Hermanas por elección, hermanas por destinoA veces pienso que lo más valiente que hicimos fue rompernos. Así, sin anestesia. Sin maquillaje. Sin máscaras.Porque cuando todo explotó entre nosotras… pensé que era el final. Pensé que la herida era tan grande que no íbamos a poder volver. Que habíamos dicho cosas tan duras, tan ásperas, que no habría manera de reconstruir lo que se quebró. Pero me equivoqué. Nos equivocamos las dos. Porque a veces, para sanar de verdad, hay que pasar por el fuego. Hay que arder. Hay que decir, llorar, gritar si hace falta. Porque el silencio duele más que cualquier palabra.Y nosotras… fuimos especialistas en callarnos.En esconder lo que nos dolía.En fingir que todo estaba bien cuando por dentro se nos estaba cayendo el mundo.Hoy, después de todo lo que vivimos, puedo decirlo con el alma: Paula y yo estamos mejor que nunca.Más unidas que nunca.Nos redescubrimos como hermanas. Como mujeres. Como compañeras de vida.Ahora hablamos. Nos co
Capítulo 1: El regreso inesperado El cielo gris cubría el aeropuerto de Carrasco con una melancolía inesperada. El viento fresco de la mañana se colaba por los pasillos abiertos, agitando los cabellos de los pasajeros que salían con maletas, mochilas y sueños a cuestas. Entre ellos, Mateo Moreno arrastraba su valija negra con paso firme pero el pecho oprimido. Habían pasado 2 años desde la última vez que pisó suelo uruguayo. En el rostro llevaba la madurez que otorgan las caídas y las decisiones difíciles. Ya no era el adolescente torpe de 16 años que había arruinado todo con una estupidez. Ahora, con 23 años recién cumplidos, un título universitario y varias sesiones de terapia en el corazón, había vuelto. No sabía si para quedarse… pero sí para cerrar un ciclo. A su lado, caminaba Joselín Muniz, una joven de 17 años por cumplir los 18, hija de Fabián y Lilian, amigos entrañables de los padres de Mateo y encargados de los restaurantes que la familia Moreno tenía en España. —¿Estás
Capítulo : Una herida que no cerró El cielo de la ciudad estaba cubierto por una capa espesa de nubes grises. Paula caminaba hacia el consultorio con el abrigo bien ajustado al cuerpo, como si pudiera protegerse de algo más que del frío. Tenía la carta bien doblada en el bolsillo interno del bolso. Esa que le había dejado Mateo antes de irse a España. Esa que había leído tantas veces que ya podía recitarla de memoria. Pero últimamente… empezaba a no saber qué sentir. Natalia, su psicóloga, la recibió con la sonrisa cálida de siempre y una taza de té recién hecho. —Pasá, Paula. Hoy tenés esa mirada que grita que necesitás hablar. Ella sonrió apenas y se dejó caer en el sillón mullido. Sus manos jugaban nerviosas con el borde del abrigo. —Fui al aeropuerto —dijo al fin, en un murmullo apenas audible—. Quería verlo. Pensé que estaba lista. —¿Lo viste? Paula bajó la cabeza. —Sí… pero él no me vio. —Soltó una risa vacía—. Iba del brazo de una chica. Tenía su valija y él la m
Capítulo : El cruce de caminos Mateo había pasado la noche sin dormir. Después de ver a Paula con ese chico en la plaza, su cabeza era un enjambre de pensamientos oscuros y sentimientos contrariados. El corazón le palpitaba como si hubiera corrido una maratón, y no podía dejar de preguntarse si ese flaco era alguien importante… alguien que había llegado a ocupar el lugar que él había dejado vacío. A media mañana, seguía tirado en el sillón, todavía en pijama, mirando el celular. La pantalla mostraba una vieja publicación de Paula. Ella sonreía, y el brillo en sus ojos parecía tan real como lejano. Justo en ese momento, la puerta se abrió con un golpe seco. Sergio. Con una bolsa de bizcochos y una expresión que decía "sé que algo pasó". —¡Mateo! —dijo, entrando como si viviera allí—. ¿Por qué tenés esa cara de funeral? —Hola, Sergio —murmuró sin ganas. —No me mientas. Te conozco. Tenés la misma cara que pusiste cuando te enteraste que los Reyes Magos no existían. ¿Qué pasó? M
Capítulo : Donde Arde el Silencio. El mediodía caía pesado sobre la ciudad, con ese calor pegajoso que hacía latir las sienes y agudizaba los sentidos. Mateo esperaba en la esquina de la consultoría Funes, con las manos en los bolsillos y la vista clavada en el pavimento. No sabía por qué estaba ahí. O sí. Pero no lo quería admitir. El mensaje de Sergio había sido claro: “Necesito hablar con vos. Cara a cara.” Y ahí estaba. Cuando lo vio cruzar la avenida, con la camisa arremangada y la mirada determinada, supo que no sería una charla liviana. Sergio no caminaba como un amigo que venía a consolar. Caminaba como alguien que venía a poner los puntos. —¿Mateo? —dijo, firme—. ¿Podemos hablar? Mateo asintió sin hablar. Sergio lo miró de arriba abajo y se cruzó de brazos. —¿Querés que vayamos a dar una vuelta o preferís que te lo diga acá, en la vereda, delante de todos? —Decilo —susurró Mateo—. Si es lo que viniste a hacer, decilo. —Perfecto —respondió Sergio, sin titubear—. Porqu
Capítulo: Lo que se rompe y aún acompañaLa calle estaba tranquila cuando Paula salió de la universidad. El sol comenzaba a bajar, pero el calor seguía pegando fuerte sobre el asfalto. Caminaba en silencio junto a Darío, que tenía un hielo envuelto en una servilleta apoyado en la comisura del labio. A su otro lado, Felipe los seguía con expresión preocupada, mirándolo a cada rato con ternura.—¿Te duele mucho? —preguntó Paula, con la voz más suave que el viento.Darío se encogió de hombros.—Un poco. Pero el orgullo más —respondió, y se miraron, cómplices. Él suspiró, mirándola con algo de culpa—. Paula, quiero pedirte perdón.—¿Por qué?—No sé… por todo. Por la escena. Por meterme. Por provocarlo. Yo… yo lo saqué de quicio, Pau. De verdad. Le dije tantas cosas que cualquier otro no se hubiera quedado callado, pero Mateo reaccionó y con razón . Estuvo mal, obvio, pero... no es solo culpa suya.Paula bajó la mirada, moviendo una piedrita con la punta del zapato.—Yo también estoy conf
Capitulo : Donde el Amor No Se Calla La carta estaba en sus manos. Doblada, arrugada, con los bordes suaves de tanto ser abierta. Mateo la acarició con los dedos como si temiera que al abrirla desapareciera. Se había quedado solo en su habitación, después de uno de los días más duros que recordara desde que volvió a casa. Sentía que había tocado fondo. Pero ahí estaba: ese pedazo de papel, esa tinta corrida, esas palabras que había escrito antes de ir a España, cuando todo le dolía, cuando Paula era su única certeza. La había dejado con Sergio. “Entregásela cuando este en el avion”, le había dicho. Sergio, fiel a su palabra, lo hizo. Y Paula… la guardó. Todo ese tiempo. La había llevado consigo como quien lleva un amuleto, una promesa muda de algo que pudo haber sido. Mateo la abrió despacio. Sus ojos recorrieron cada palabra, como si leyera una carta escrita por alguien que ya no existía, pero al mismo tiempo, por el único que seguía gritando dentro de él. "Yo te amaba, Paula. Y