Capítulo: “Más que hermanas” La mañana amaneció con una paz extraña, de esas que no vienen del silencio del entorno, sino del interior. Paula despertó sintiéndose diferente. Había dormido con la carta de Mateo aún sobre su mesa de noche, como un recordatorio de que había cerrado un capítulo. Ese día tenía sesión con la psicóloga. Pero no estaría sola. Eleonor la acompañaría. —¿Estás lista? —preguntó su hermana al entrar a su cuarto, con una sonrisa suave, un poco nerviosa. Paula la miró desde la cama, aún en pijama, con los ojos tranquilos y la voz serena. —Sí. Más que nunca. Ambas llegaron al consultorio con las manos entrelazadas. No fue planeado, simplemente sucedió. Como cuando algo encuentra su lugar después de haber estado desacomodado por mucho tiempo. La psicóloga —la misma que había ayudado a Georgina, una mujer cálida, con ojos amables y voz firme— las recibió con una sonrisa genuina. —Bienvenidas. Las estaba esperando. Paula se sentó primero. Eleonor a su lado. N
Capítulo: "Una noche para recordar" El salón resplandecía con luces doradas que colgaban como estrellas de un cielo inventado. La decoración combinaba elegancia y calidez, con centros de mesa llenos de flores blancas y rosadas que despedían un perfume suave y dulce. El aire estaba cargado de emoción, como si cada rincón del lugar supiera que esa noche no era una más: era el cumpleaños de 15 de Alicia. Ella, la protagonista, estaba de pie tras las cortinas que daban al centro del salón. Su corazón latía con fuerza. El vestido color rosa que llevaba parecía sacado de un cuento de hadas. Tenía bordados delicados, un lazo en la cintura y un brillo especial que no venía de las luces… venía de ella. Su cabello estaba recogido en un moño bajo con pequeñas perlas escondidas entre los rizos, y su rostro reflejaba la dulzura y la madurez de sus quince años. —¿Estás lista, hermanita? —le preguntó Ismael, su hermano mayor, tomándola del brazo. —Sí. Estoy lista para vivir una de las mejores
Capítulo: “Un perdón desde el alma”La tarde caía con suavidad sobre el barrio. El cielo se teñía de tonos anaranjados y dorados, como si el día quisiera despedirse de forma delicada. El jardín de los Suárez estaba tranquilo, con el canto lejano de algunos pájaros y el aroma a jazmín flotando en el aire. Georgina acomodaba una bandeja con dos tazas de té caliente cuando vio a Clara Sáenz cruzar el portón.No venía con la firmeza habitual. Sus pasos eran serenos, pero cargaban una tensión evidente. Llevaba en los ojos la mezcla de nervios y necesidad que solo quien viene a decir algo importante puede mostrar.Alberto, sentado bajo el alero con el diario en la mano, levantó la vista. Su ceño se frunció ligeramente al notar la expresión de Clara.—Clara —saludó él—. Qué sorpresa. ¿Todo bien?Ella sonrió con cortesía, aunque sus labios temblaban.—Hola, Alberto. Hola, Georgina. Perdón que venga sin avisar… pero necesito hablar con ustedes. Los dos.Georgina le ofreció asiento, y Alberto d
Capitulo :Hermanas por elección, hermanas por destinoA veces pienso que lo más valiente que hicimos fue rompernos. Así, sin anestesia. Sin maquillaje. Sin máscaras.Porque cuando todo explotó entre nosotras… pensé que era el final. Pensé que la herida era tan grande que no íbamos a poder volver. Que habíamos dicho cosas tan duras, tan ásperas, que no habría manera de reconstruir lo que se quebró. Pero me equivoqué. Nos equivocamos las dos. Porque a veces, para sanar de verdad, hay que pasar por el fuego. Hay que arder. Hay que decir, llorar, gritar si hace falta. Porque el silencio duele más que cualquier palabra.Y nosotras… fuimos especialistas en callarnos.En esconder lo que nos dolía.En fingir que todo estaba bien cuando por dentro se nos estaba cayendo el mundo.Hoy, después de todo lo que vivimos, puedo decirlo con el alma: Paula y yo estamos mejor que nunca.Más unidas que nunca.Nos redescubrimos como hermanas. Como mujeres. Como compañeras de vida.Ahora hablamos. Nos co
Capítulo 1: El regreso inesperado El cielo gris cubría el aeropuerto de Carrasco con una melancolía inesperada. El viento fresco de la mañana se colaba por los pasillos abiertos, agitando los cabellos de los pasajeros que salían con maletas, mochilas y sueños a cuestas. Entre ellos, Mateo Moreno arrastraba su valija negra con paso firme pero el pecho oprimido. Habían pasado 2 años desde la última vez que pisó suelo uruguayo. En el rostro llevaba la madurez que otorgan las caídas y las decisiones difíciles. Ya no era el adolescente torpe de 16 años que había arruinado todo con una estupidez. Ahora, con 23 años recién cumplidos, un título universitario y varias sesiones de terapia en el corazón, había vuelto. No sabía si para quedarse… pero sí para cerrar un ciclo. A su lado, caminaba Joselín Muniz, una joven de 17 años por cumplir los 18, hija de Fabián y Lilian, amigos entrañables de los padres de Mateo y encargados de los restaurantes que la familia Moreno tenía en España. —¿Estás
Capítulo : Una herida que no cerró El cielo de la ciudad estaba cubierto por una capa espesa de nubes grises. Paula caminaba hacia el consultorio con el abrigo bien ajustado al cuerpo, como si pudiera protegerse de algo más que del frío. Tenía la carta bien doblada en el bolsillo interno del bolso. Esa que le había dejado Mateo antes de irse a España. Esa que había leído tantas veces que ya podía recitarla de memoria. Pero últimamente… empezaba a no saber qué sentir. Natalia, su psicóloga, la recibió con la sonrisa cálida de siempre y una taza de té recién hecho. —Pasá, Paula. Hoy tenés esa mirada que grita que necesitás hablar. Ella sonrió apenas y se dejó caer en el sillón mullido. Sus manos jugaban nerviosas con el borde del abrigo. —Fui al aeropuerto —dijo al fin, en un murmullo apenas audible—. Quería verlo. Pensé que estaba lista. —¿Lo viste? Paula bajó la cabeza. —Sí… pero él no me vio. —Soltó una risa vacía—. Iba del brazo de una chica. Tenía su valija y él la m
Capítulo : El cruce de caminos Mateo había pasado la noche sin dormir. Después de ver a Paula con ese chico en la plaza, su cabeza era un enjambre de pensamientos oscuros y sentimientos contrariados. El corazón le palpitaba como si hubiera corrido una maratón, y no podía dejar de preguntarse si ese flaco era alguien importante… alguien que había llegado a ocupar el lugar que él había dejado vacío. A media mañana, seguía tirado en el sillón, todavía en pijama, mirando el celular. La pantalla mostraba una vieja publicación de Paula. Ella sonreía, y el brillo en sus ojos parecía tan real como lejano. Justo en ese momento, la puerta se abrió con un golpe seco. Sergio. Con una bolsa de bizcochos y una expresión que decía "sé que algo pasó". —¡Mateo! —dijo, entrando como si viviera allí—. ¿Por qué tenés esa cara de funeral? —Hola, Sergio —murmuró sin ganas. —No me mientas. Te conozco. Tenés la misma cara que pusiste cuando te enteraste que los Reyes Magos no existían. ¿Qué pasó? M
Capítulo : Donde Arde el Silencio. El mediodía caía pesado sobre la ciudad, con ese calor pegajoso que hacía latir las sienes y agudizaba los sentidos. Mateo esperaba en la esquina de la consultoría Funes, con las manos en los bolsillos y la vista clavada en el pavimento. No sabía por qué estaba ahí. O sí. Pero no lo quería admitir. El mensaje de Sergio había sido claro: “Necesito hablar con vos. Cara a cara.” Y ahí estaba. Cuando lo vio cruzar la avenida, con la camisa arremangada y la mirada determinada, supo que no sería una charla liviana. Sergio no caminaba como un amigo que venía a consolar. Caminaba como alguien que venía a poner los puntos. —¿Mateo? —dijo, firme—. ¿Podemos hablar? Mateo asintió sin hablar. Sergio lo miró de arriba abajo y se cruzó de brazos. —¿Querés que vayamos a dar una vuelta o preferís que te lo diga acá, en la vereda, delante de todos? —Decilo —susurró Mateo—. Si es lo que viniste a hacer, decilo. —Perfecto —respondió Sergio, sin titubear—. Porqu