Camarones

Corrimos por el camino de salida del laberinto, que conocíamos bien. Cuando llegamos a la puerta, estábamos casi sin aliento. Nos miramos y nos echamos a reír. Sí, fue una completa locura. Pero la locura más perfecta de toda mi vida.

Caminamos de regreso a la casa uno al lado del otro, sin tocarnos, uno al lado del otro. Me puse el abrigo de Liam sobre mi cuerpo, escondiendo el camisón. Saludamos a uno o dos conocidos que encontramos en el camino.

El viaje se hizo en silencio. De vez en cuando miraba sus manos moviéndose al ritmo de la caminata. Y me hizo querer tomarlo y sostenerlo en el mío. Quería poder mostrarle al mundo que estábamos juntos. No me importaba lo que dijeran o pensaran. Estaba dispuesto a seguir adelante con eso.

Pero no di el primer paso. Si siguió así, sin el gesto de unir las manos que tanto me atormentaba en ese momento, era porque esa era su decisión. Sólo necesitaba tratar de entender por qué.

Cuando llegué a casa, mi madre estaba en la sala viendo la televisi
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