Capitulo 2
Adiós París Yvonne abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso de la noche anterior sobre sus párpados. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de la sala, iluminando suavemente el espacio. Se dio cuenta de que estaba acostada en el mueble de la sala de Camille, su mejor amiga. Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a inundar su mente: las lágrimas, las risas amargas y las películas que habían intentado distraerla de su dolor. Se incorporó lentamente, sintiendo el crujido de sus músculos adoloridos. Camille, siempre tan atenta, había dejado una manta sobre ella y un vaso de agua en la mesa de centro. Yvonne sonrió con gratitud, aunque su corazón aún pesaba por los recuerdos que la habían llevado a buscar refugio en casa de su amiga. De pronto Camille apareció, con una taza de café en la mano y una sonrisa cálida en el rostro. —Buenos días, dormilona —dijo Camille, acercándose y sentándose junto a Yvonne —¿Cómo te sientes hoy?— Yvonne suspiró, tomando el vaso de agua y bebiendo un sorbo antes de responder. —Mejor, creo. Gracias por todo, Camille. No sé qué haría sin ti. Camille le dio un suave apretón en el hombro. —Para eso están las amigas. Ahora, ¿qué te parece si preparamos un buen desayuno y salimos a dar un paseo? El aire fresco te hará bien. Yvonne asintió, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su interior. Tal vez, solo tal vez, este nuevo día traería consigo la fuerza que necesitaba para seguir adelante. Yvonne se sentó a la mesa, observando cómo su amiga preparaba el desayuno, colocó una bandeja con una baguette crujiente, mantequilla, mermelada y un par de croissants dorados. También había un vaso de jugo de naranja y una taza de café humeante. —Bon appétit —dijo Camille con una sonrisa, sentándose frente a Yvonne. —Merci —respondió Yvonne, tomando un trozo de baguette y untándolo con mantequilla y mermelada. El sabor dulce y salado se mezclaba perfectamente, brindándole un momento de pura satisfacción. Las dos amigas disfrutaron de su desayuno en silencio, saboreando cada bocado y sorbo. El sol de la mañana entraba por la ventana, iluminando la mesa y creando un ambiente cálido y acogedor. —¿Lista para nuestra caminata? —preguntó Camille, levantándose y recogiendo los platos. —Sí, estoy lista —respondió Yvonne, sintiendo una renovada energía después del delicioso desayuno. Salieron del apartamento y caminaron por las calles adoquinadas de París hasta llegar al río Sena. El agua brillaba bajo el sol, y la brisa fresca les acariciaba el rostro. Pasearon tranquilamente, disfrutando de la vista de los puentes históricos y los edificios emblemáticos que bordeaban el río. —Este lugar siempre me da paz —dijo Yvonne, mirando el reflejo de la Torre Eiffel en el agua. —A mí también —asintió Camille—. Es como si el tiempo se detuviera aquí. Caminaron una hora, hablando de sus sueños, sus miedos y sus esperanzas. El río Sena, con su calma y belleza, parecía escuchar cada palabra, ofreciendo consuelo y serenidad. Finalmente, se detuvieron en un pequeño café junto al río y se sentaron en una mesa al aire libre. Camille pidió dos cafés más y unas tartas de frutas. —Por un nuevo comienzo —dijo Camille, levantando su taza. —Por un nuevo comienzo —repitió Yvonne, sonriendo. Camille y Yvonne charlaban animadamente, pero Yvonne tenía algo en mente que necesitaba compartir. —Camille, he estado pensando mucho en todo lo que ha pasado —dijo Yvonne, mirando su taza de café—. Y creo que necesito un cambio. Camille levantó la vista, sorprendida por el tono serio de su amiga. —¿Qué quieres decir? —preguntó, preocupada. Yvonne tomó un sorbo de café antes de continuar. —Quiero regresar a Cassel, mi pueblo natal. Necesito tiempo para pensar, para aclarar mi mente y mi corazón. Aquí en París, todo me recuerda a Laurent, y siento que no puedo seguir adelante así.— Camille asintió lentamente, comprendiendo el dilema de Yvonne. —Entiendo, Yvonne. A veces, volver a nuestras raíces puede ser lo que necesitamos para sanar. ¿Cuándo piensas irte?— —Pronto, de ser posible hoy mismo, no quiero despedirme de nadie más antes de irme —respondió Yvonne, sintiendo un nudo en la garganta. Camille tomó la mano de Yvonne y le dio un apretón reconfortante. —Te apoyaré en lo que decidas, Yvonne. Sabes que siempre tendrás un lugar aquí conmigo, pero también entiendo que necesitas este tiempo para ti.— Yvonne sonrió, agradecida por la comprensión y el apoyo de su amiga. —Gracias, Camille. No sé qué haría sin ti.— Las dos amigas se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua y del hermoso paisaje del río Sena. Aunque la decisión de Yvonne era difícil, sabía que era lo correcto. Cassel, con sus calles empedradas y su aire fresco, la esperaba con los brazos abiertos, listo para ofrecerle el refugio y la paz que tanto necesitaba. Esa misma tarde, sin contarle nada a su antiguo prometido Laurent, Ivonne se dirigió a la oficina de administración de su edificio y canceló su contrato de renta. Sentía una mezcla de alivio y tristeza mientras firmaba los documentos, pero sabía que era lo mejor para ella. Regresó al apartamento y encontró a Camille esperándola con cajas y cinta adhesiva. —¿Lista para empezar? —preguntó Camille con una sonrisa alentadora. —Sí, vamos a hacerlo —respondió Yvonne, tomando una caja y comenzando a empacar sus pertenencias. Las dos amigas trabajaron juntas, empaquetando cuidadosamente los libros, la ropa y los recuerdos de Yvonne. Decidió llevar solo lo esencial en su auto: algunas mudas de ropa, su computadora portátil y algunos objetos personales que no quería dejar atrás. El resto lo guardaría en el apartamento de Camille para luego enviarlo a Cassel. —¿Estás segura de que no quieres decirle a Laurent? —preguntó Camille mientras envolvía un marco de fotos en papel burbuja. —No, no quiero complicar más las cosas. Necesito este tiempo para mí, sin explicaciones ni confrontaciones —respondió Yvonne, colocando una caja llena de libros junto a la puerta. Camille asintió, respetando la decisión de su amiga. Continuaron empacando en silencio, cada una sumida en sus pensamientos. A medida que las cajas se acumulaban, Yvonne sentía que un peso se levantaba de sus hombros. Estaba dejando atrás una parte de su vida, pero también estaba abriendo la puerta a nuevas oportunidades y a la posibilidad de sanar. Finalmente, después de varias horas de trabajo, el apartamento estaba casi vacío. Yvonne miró alrededor, sintiendo una mezcla de nostalgia y esperanza. —Gracias por tu ayuda, Camille.—dijo Yvonne, abrazando a su amiga. —Siempre estaré aquí para ti, Yvonne. Ahora, vamos a llevar estas cajas a mi apartamento y luego podemos relajarnos un poco —respondió Camille, devolviendo el abrazo. Cargaron las cajas en el auto de Camille y se dirigieron a su apartamento. Una vez allí, guardaron las pertenencias de Yvonne en una esquina del salón, listas para ser enviadas más tarde. —¿Lista para un poco de vino y una buena charla? —preguntó Camille, sacando una botella de vino tinto de la cocina. —Más que lista —respondió Yvonne, sonriendo. Mientras se sentaban en el sofá con sus copas de vino, Yvonne sintió una renovada sensación de esperanza. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero con el apoyo de Camille y la decisión de regresar a Cassel, estaba lista para enfrentar lo que viniera. Esa noche, Yvonne se volvió a quedar a dormir en el apartamento de Camille. Después de una cena ligera y una copa de vino, las dos amigas se retiraron a la habitación, Camille de ofreció un lado de su cama y no era extraño pues anteriormente ya habían compartido cama cuando hacían noches de chicas. A la mañana siguiente, el sol de septiembre se filtraba por las ventanas, llenando el apartamento con una luz cálida y dorada. Yvonne se despertó temprano, sintiendo una mezcla de nervios y emoción por el viaje que estaba a punto de emprender. Se levantó y se dirigió a la cocina, donde encontró a Camille preparando café. —Buenos días —dijo Camille, sonriendo—. ¿Lista para tu gran aventura?— —Buenos días. Sí, creo que sí —respondió Yvonne, tomando una taza de café caliente—. Gracias por todo, Camille. No sé cómo agradecerte.— —No tienes que agradecerme nada. Solo quiero que encuentres la paz y la felicidad que mereces —dijo Camille, abrazando a su amiga. Después de un desayuno rápido, Yvonne terminó de empacar las últimas cosas en su auto. Camille la ayudó a cargar las maletas y, finalmente, se despidieron con un abrazo largo y emotivo. —Cuídate mucho y mantente en contacto —dijo Camille, con los ojos llenos de lágrimas. —Lo haré. Te prometo que te llamaré en cuanto llegue —respondió Yvonne, sintiendo también la emoción del momento. Yvonne se subió a su auto y le dió un último adiós a Camille con la mano antes encender el motor y comenzar su viaje a Cassel, poco a poco dejando atras el bullicio de París, y dirigiéndose hacia el norte. El tráfico matutino era denso, pero Yvonne se sentía tranquila, sabiendo que cada kilómetro la acercaba más a su destino. El paisaje urbano de París pronto dio paso a los campos abiertos y los pequeños pueblos de la campiña francesa. Decorados por los colores del otoño que comenzaban a aparecer, pintando los árboles con tonos de rojo, naranja y amarillo. Yvonne disfrutaba del cambio de escenario, sintiendo cómo el estrés de la ciudad se desvanecía con cada kilómetro recorrido. Tomó la autopista A1, que la llevó hacia el norte, pasando por ciudades como Amiens y Arras. A medida que avanzaba, el paisaje se volvía más rural, con vastos campos de cultivo y pequeños bosques que bordeaban la carretera. Yvonne hizo una parada en una estación de servicio para estirar las piernas y tomar un café. El aire fresco de septiembre era revitalizante, y se tomó un momento para disfrutar del silencio y la tranquilidad del lugar, sin embargo esa paz fue interveniada por un hombre desconocido que encontró en la tienda de suministros, cuando ella iba saliendo el la estaba llamando para hablar con ella. La seguridad en esa zona era mayor que en París pero no por eso estaba dispuesta a hablar con desconocidos en la estación de servicio así que solo lo vió de arriba a abajo para grabar bien su apariencia y después lo ignoro, seguramente quería pedirle su número y ella no estaba para querer ligar en ese momento. De vuelta en el auto, Yvonne continuó su viaje, tomando la salida hacia la carretera D933 que la llevaría directamente a Cassel. Esta carretera secundaria era más estrecha y serpenteante, pero también más pintoresca. Pasó por pequeños pueblos con casas de ladrillo rojo y tejados de pizarra, cada uno con su propio encanto único. A medida que se acercaba a Cassel, el terreno se volvía más ondulado. Cassel, situado en una colina, ofrecía vistas panorámicas de los alrededores. Yvonne podía ver los molinos de viento en la distancia y los campos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El sol de la tarde iluminaba el paisaje, creando un ambiente cálido y acogedor. Finalmente, después de varias horas de conducción, Yvonne llegó a Cassel. El pequeño pueblo la recibió con sus calles empedradas y sus casas históricas. Condujo hasta la casa de su infancia, que era una granja un a las afueras del pueblo y estacionando el auto frente a la puerta. Se quedó un momento en silencio, contemplando el lugar que siempre había sido su refugio. Yvonne salió del auto y respiró profundamente, sintiendo el aire fresco y limpio de Cassel. Sabía que este era el comienzo de una nueva etapa en su vida, una etapa que le permitiría sanar y encontrar su camino. Con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de esperanza, se dirigió a la puerta de su casa, lista para enfrentar lo que el futuro le deparara.Capitulo 3Cassel Ivonne apenas había apagado el motor de su auto cuando la puerta de la casa se abrió de par en par. Su madre, con una sonrisa radiante y los brazos abiertos, salió corriendo a recibirla. —Ivonne, mi querida hija,— exclamó su madre, envolviéndola en un fuerte abrazo. —¡Qué alegría verte!—Ivonne sintió el calor y la familiaridad del abrazo de su madre, y por un momento, todas sus preocupaciones parecieron desvanecerse. —Hola, mamá,— respondió, tratando de mantener su voz firme.—¿Qué te trae por aquí a tan pocas semanas de tu boda?— preguntó su madre, separándose un poco para mirarla a los ojos. —Pensé que estarías ocupada con los preparativos.—Ivonne forzó una sonrisa y respondió con naturalidad, —Decidí darme un respiro antes de la boda. Necesitaba un poco de aire fresco y tranquilidad.—Su madre asintió, comprensiva. —Entiendo, querida. Los preparativos pueden ser agotadores. Ven, entremos. Te prepararé algo de comer.—Mientras caminaban hacia la casa, Ivonne n
Capitulo 1Engaño en ParísEn el corazón de París, en un encantador apartamento con vistas a la Torre Eiffel, los primeros rayos de luz acariciaban el rostro de Ivonne, una hermosa joven blanca de cabello hasta la cintura rojo narural con algunas ondas, y grandes ojos verdes que parecían reflejar la misma esperanza y pasión de la ciudad que la rodeaba, además su rostro se encontraba adornado con delicadas pecas que le daban una apariencia aún más juvenil. Ivonne era maestra en una escuela primaria cercana, pero se había tomados unos meses de vacaciones ya que su vida estaba a punto de cambiar para siempre: en solo unas semanas, se casaría con el amor de su vida, Laurent. Esa mañana, mientras el sol iluminaba suavemente su apartamento, Ivonne se preparaba para ir a la última prueba de su vestido de novia. Sin embargo, había algo que la inquietaba. Decidió llamar a Laurent, su prometido, para confirmar los planes que tenían para el almuerzo. Marcó su número con una mezcla de emoción y