—¿A dónde vas tan bonita?Preguntó Sara con una sonrisa al ver a Raquel salir de su habitación con un vestido blanco de flores rosas y amarillas, que hacía contraste con las sandalias doradas.—Iré a visitar a Samuel a su departamento.Sara trató de mantener su sonrisa, pero esto le resultaba difícil por el descontento que sentía al solo escuchar el nombre de Samuel.—¿Por qué no mejor vemos una película? Hoy es mi descanso y no hemos pasado mucho tiempo juntas.Sugirió Sara.—Es que...Raquel jugó con un mechón de su cabello rizado.—Ayer hablé con él y dijo que hoy estaría descansando, así que quería sorprenderlo.—Ah, bueno, está bien amiga, no te preocupes, será para la próxima.—Sí, discúlpame.—No te preocupes, pero ¿Si desayunas conmigo?—Va, eso si puedo hacer contigo.Sara sonrió.—Bueno, entonces preparemos algo rico.—Sí, así también puedo llevarle algo rico a Samuel.—Pues sí, aprovecha y así lo sorprendes aún más.Ambas sonrieron.Después de haber terminado de hacer el de
Sara abrió ligeramente la puerta de la habitación de Raquel que se encontraba en completa oscuridad, caminó hacia la cama sigilosamente y prendió la lámpara que estaba en el buro a un costado de la cama, suspiró al ver a Raquel dormida, su mejilla izquierda estaba sobre su mano, se podía ver su ojo derecho con rastros de lágrimas. Sara se sintió un poco aliviada que después de 4 días Raquel por fin pudo dormir, aunque sabía que había sido por la pastilla para dormir, que esa mañana ella la obligó a tomar. Sara cubrió a Raquel con una manta y finalmente se alejó saliendo de la habitación. La luz del sol hizo que obligadamente Raquel abriera unos de sus ojos, percatándose que Sara había abierto las cortinas que le daban la oscuridad que buscaba. —Amiga, debes desayunar. Raquel cubrió su cara con la sábana tratando de evitar que Sara viera el estado deplorable en el cual estaba su rostro. —No tengo hambre. Soltó con tristeza a través de las sabanas. Sara suspiró y arrebató la sában
Raquel buscaba en uno de sus cajones del tocador blanco, sonrió finalmente al encontrar lo que busca, tomó entre su mano la tijera de metal y dirigió su mirada hacia el espejo enfocándose el su cabello castaño claro y largo. Los rizos de mi cabello no eran tan definidos como podrían llegar a hacer los rizos normales, a decir verdad parecían más como ondulados, pero más rizados que los ondulados normales, es difícil de explicar, pero lo que sí sabia es que nunca me había causado conflicto mi cabello, sino hasta esa mañana cuando antes de meterme a bañar logré verme y sin piedad mi mente trajo a mí el recuerdo de Samuel alabando mi cabello. No pensé demasiado cuando comencé a cortar mi cabello, cortaba tratando de dejarlo un poco más abajo de mis hombros cuando en ese momento mi cabello llegaba hasta casi la parte baja de mi espalda. Sara entró a la habitación de Raquel para preguntar sobre una blusa y sus ojos se abrieron de manera sorpresiva al ver lo que hacía Raquel. —¡¿Qué haces
Raquel estaba aún sin poder creer que Samuel estuviera en ese lugar, sabía que era claro que él era el prometido de aquella mujer,Hasta ese día siempre pensé que yo era la novia, aunque oculta bajo las sobras, en verdad creía que era su novia y en ese momento me convertí en una más de sus amantes y eso fue un golpe muy duro, porque entonces todo el tiempo que pasamos no significo nada para él, quería pensar que a pesar de sus acciones él había sentido un poco de amor por mí, pero eso me demostraba que no era así, era realmente ilusa, me culpo por pensar de una manera tan indigna para mí... Si mi corazón estaba fracturado esa mañana se había roto por completo, pero debía mantenerme firme, aunque quería derrumbarme en ese lugar sin importarme nada.Raquel mordió su labio cuando Rebeca la miro algo sorprendida por la manera en que reacciono su empleada.—¿Qué pasa?Preguntó Rebeca viendo los ojos cristalinos de Raquel.—¿Podrías atenderlos tú? Te lo pido como un favor.Rebeca observó det
Sara abrazó fuertemente a Raquel, que estaba a punto de abordar el autobús que la alejaría de aquel lugar donde era pesado vivir. El sol aún no salía y las dos chicas se mantenían abrazadas en la oscuridad.—¿En verdad tienes que irte?Preguntó Sara con demasiada tristeza mientras aún abrazaba a Raquel.—Sí. Es algo que he decidido y creo que será lo mejor.Sara se apartó ligeramente de Raquel.—Entiendo, aunque no entiendo por qué optaste en viajar en autobús, un avión es más rápido.—No te voy a mentir porque nunca lo he hecho. Aunque he decidido irme, aún quiero quedarme, a pesar de haber visto lo que vi y saber que él se casara, aún quisiera que viniera a mí y me dijera que me ama como yo lo amo, irme es una cosa sumamente difícil y necesito pensar y prepararme antes de llegar a casa.Sara mordió su labio y suspiro.—¿Me prometes que estarás bien.?—Lo estaré, no te preocupes, estaremos en contacto... Por favor cuídate mucho y espero verte muy pronto.Soltó algo nostálgica Raquel.
El sonido insistente de la puerta de la habitación hizo que Raquel por fin se despertara, se estiró un poco y al levantarse a abrir la puerta vio frente a ella a Flor. —Disculpe que la haya despertado, señorita. Su merienda está lista. —No te preocupes, no me molestaste, ya debía despertar, porque si duermo demasiado se me complica dormir en las noches... Y por cierto te he dicho que me hables de tú. Raquel sonrió y salió de la habitación caminando a un costado de Flor que estaba feliz de tener a Raquel en casa nuevamente. —Mmm... ¡Esto está delicioso! Exclamó feliz Raquel al probar bocado. —Me alegra que le haya gustado. —Gracias. Soltó Raquel mientras continuó degustando la merienda que con mucho amor había preparado Flor para ella. Estaba un poco desanimada, ya que extrañaba mucho a Sara y aún no me hacía a la idea de que estuviera en casa. Había pasado mucho tiempo y se sentía como ajena, mi vista se clavó en los ojos del mismo tono que los míos y que me los había heredado
Sara dejó el celular sobre la cama donde permanecía recostada, esto después de colgar la llamada con Raquel, suspiró un poco preocupada por lo que acababa de oír con respecto a la posibilidad de un matrimonio arreglado e inevitablemente recordó aquella época, ese había sido el problema que había orillado a su amiga a huir de casa. Sonrió nostálgicamente al recordarse en el parque vendiendo paletas para poder solventar sus gastos, que implicaba el deseo de continuar estudiando, cuando un par de meses atrás sus padres le habían quitado totalmente el apoyo dejándola a la deriva y obligándola a buscar una forma de conseguir algo de ingresos sin descuidar sus estudios. —¿Qué precio tiene tus paletas? Preguntó la chica castaña con una sonrisa de comercial, haciendo que Sara se sintiera cohibida en un solo segundo por aquella chica. — 2 por 10. Respondió amablemente Sara e intentó imitar la sonrisa de la chica frente a ella. —Ah, pero... La chica que aún sonreía recorrió con su vista a
Raquel comenzó a reírse al verse en el espejo, no podía controlar su risa por la forma tan extraña en la que lucia con el cabello lacio. Durante sus 24 años nunca lo había hecho y esa mañana, después de colgar la llamada con Sara, dedicó tres horas para alisar su cabello y quizás así sentirse solo por esa mañana como otra persona lejos del dolor y tristeza que conllevaba el dejar a su amiga y sobre todo al recordar a Samuel. Susana vio bajar de las escaleras a su hija que lucia con un vestido color blanco que le llegaba hasta las rodillas, las sandalias color negras hacían un buen contraste con dicho vestido y sobre todo se sorprendió de ver el cabello de Raquel que estaba un poco más abajo de sus hombros a diferencia de los días anteriores con el rizado de su cabello que apenas rozaba sus hombros. —Luces muy bonita. Exclamó feliz Susana. Gracias mamá, aunque me siento algo extraña. —Luces bien, aunque si te ves distinta, es sorprendente como un estilo de cabello hace que una pers