Capítulo 9
Observando las cámaras de seguridad, Gabriel comprendió la situación: un individuo había dejado huevos podridos y desperdicios frente al apartamento de Ana. La mirada de Gabriel se tornó siniestra, mientras Ana conservaba una serenidad aparente.

— Señorita Vargas, podríamos contactar a la policía. Tenemos una grabación clara del responsable —propuso al instante el encargado de seguridad.

Ana lo negó con puños discretamente apretados. — Yo conozco muy bien al culpable.

El perpetrador ni siquiera se había molestado en ocultar su identidad, llegando incluso a hacer gestos provocadores hacia la cámara. Su actitud delataba la confianza de quien se siente protegido.

— ¿Quieres que intervenga? —le ofreció Gabriel.

— No hace falta —respondió Ana, manteniendo una fachada tranquila que ocultaba su intensa rabia interior. Si creían que era un blanco fácil de tratar, estaban equivocados.

Cuando el reloj marcaba las once de la noche, Ana entró intempestivamente en la mansión Ramírez. El personal de
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