Capítulo 56
La expresión de satisfacción en los ojos de Isabella no escapó a su mirada.

—Más que decir que Isabella sufre por mí, diría que es el karma castigando a los Ramírez por todas sus maldades en vidas pasadas.

—¡Ana!

Estas palabras enfurecieron por completo a Samuel, quien levantó su mano nuevamente, pero en el momento de caer, Ana le sujetó firmemente la muñeca.

Un destello de perplejidad cruzó el rostro de Samuel; el frío desdén en los ojos de ella le resultaba completamente extraño.

—¿Qué pasa, te has vuelto adicto a dar bofetadas?

—Samuel, considera esa primera bofetada como el pago por tu bondad hacia mí. De ahora en adelante, cada quien por su lado. Llévatela a tu preciada hermana y lárguense.

Dicho esto, soltó bruscamente la mano de Samuel.

Ana nunca había sido una santa. Sabía bien quién había sido verdaderamente bueno con ella. Lamentablemente, la aparición de Isabella había hecho que todos perdieran la cabeza por ella.

Una bondad impura no valía la pena.

La determinación y dureza
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