CASA DE DAMIÁN. —Buenos días Damián, ¿cómo estás? —Buenos días, ¿cómo quieres que esté?, si todavía no sé nada de Amanda, para eso te llamo, ¿qué has averiguado? —Todavía nada, a tu mujer como si se la tragó la tierra. —En la editorial, ¿qué te han dicho? —Nada, me dijeron que ella aún no se ha comunicado con ellos, lo que saben es que está trabajando en un nuevo libro, en cuanto lo termine se comunicará con ellos. —No lo creo, ellos tienen que saber, alguno la está ocultando. —Yo tampoco me comí ese cuento, de todas formas ya tengo a alguien en la editorial, en cuanto sepa algo de ella me avisa. —Pero ya sabes, esto es estrictamente confidencial, no quiero que nadie sepa de su abandono, en el momento preciso lo hago público, por ahora esto es entre tú y yo. —Y sus padres no lo saben? —No, para ellos es normal que ella desaparezca por un tiempo, están acostumbrados a que Amanda no los visite, ni siquiera los llame. —Okey, es
PUEBLO COSTERO. —Hola Amanda. —Hola Iván. —Como te lo prometí, vine a buscarte para llevarte a conocer los alrededores del pueblo, no te vas a arrepentir, este pueblo tiene unos lugares maravillosos que me gustaría enseñarte. —Está bien, pero no tengo todo el día. —No importa, el tiempo que tú dispongas, sólo déjame llevarte a un lugar que te va a encantar. —Vamos Mariela, anda a buscar a Armandito. —No se olviden de sus trajes de baño. Ivan tiene una camioneta muy espaciosa, allí entramos todos. Llegamos a una playa hermosísima, con grandes cocotales. —Este es mi lugar preferido, esta playa es muy poco concurrida. —Es bellísima, su agua es tan cristalina, se respira tranquilidad, paz, es propicio para escribir. —Te lo alquilo, puedes venir a escribir cuando quieras. —¿Por cuánto me lo alquilas? —Qué te parece por una cita para cenar. —¡Caramba! No te andas por las ramas. —Nunca, cuando algo me interesa
PUEBLO COSTERO. —Adrián, ¿puedes bajar la velocidad? —Quédate tranquila yo sé lo que hago. —No es necesario que corras tanto, ya estamos llegando a la casa. No me responde, sé que está enojado. Bueno, ya llegamos, ahora sí viene la explosión. —¿Quieres un café? —Quiero un vaso de whisky, si no tienes, voy a mi auto, allí tengo una botella. —No tengo whisky, pero si tengo vino. —Eso está bien. Le busco el vino y un vaso. —¿No me vas acompañar? —No tengo ganas de tomar. —¡Ah! Claro, ya tomaste vino con tu doctor. —Adrián no es mi doctor, él es un amigo. —Amanda yo no soy estúpido, ese hombre te está enamorando, la cuestión está en que no sé, si tú se lo estás permitiendo. —Okey, no voy a seguir discutiendo contigo, dime tú viniste desde tan lejos a pelear conmigo, no te parece que tengo suficiente problemas como para encima venir a lidiar con tus celos. —Sí, estoy celoso, estoy que me reviento de
PUEBLO COSTERO. —Hola mamá. —Hola hijo, ¿ cómo estás, te sientes bien? —Sí mamá todo está bien. —Estoy preocupada por tí, ya tienes un poco más de dos semanas que no veo tu cara, necesito verte, ¿puedes venir hoy a visitar a tu mamá? —No puedo mamá, no estoy en la ciudad. —¿Estás de viaje de negocios? —No mamá, no es un viaje de negocios. —Por Dios Adrián, ¿me puedes explicar qué pasa? —Por ahora no te puedo explicar mucho, pero para tu tranquilidad, estoy feliz, por primera vez en muchos años, soy feliz. —Eso me alegra, ¿estás con Camelia?, según ciertos rumores ustedes estaban saliendo de nuevo. —No mamá, no estoy con Camelia y no estaba saliendo con ella, sólo lo hice una vez, pero lo mío con Camelia, definitivamente terminó. —Ahora menos entiendo, ¿a qué se debe tanta felicidad? —Después te explico los detalles, pero voy a compartir un poco de mi felicidad contigo. —Dime, que ya me tienes en suspenso.
CASA DE LOS PADRES DE AMANDA. —¿Qué pasa viejo? Te noto preocupado, presiento que algo me estás ocultando, tienes muchas horas con esa cara de angustia. —No tengo nada, no te preocupes. —Disculpa, pero yo no soy una niña, así que cuéntame lo que está pasando. —Está bien te lo voy a contar, pero no quiero más injusticia de parte tuya hacia tu hija, es hora que te pongas de su lado, eres su madre, ella en este momento te debe estar necesitando más que nunca. —Por Dios habla, ahora sí me pusiste nerviosa, dime lo que pasa con Amanda. —Amanda dejó a Damián, se fue de la casa. —Bueno y esa muchacha es loca, como se le ocurre dejar a su esposo, sin ninguna razón. —Te das cuenta porque no te quería decir nada, ya la estás juzgando sin saber los motivos, pareciera que el hijo tuyo es Damián y no Amanda. Si continúas insultando a tu hija, no te digo más nada. —Okey, no pienso abrir más la boca, dime lo que sabes. —Llamé a Damián para preguntar por Amanda y Armandito, me dijo que Aman
PUEBLO COSTERO. —Aló, buenos días. —Buenos días señor Adrián. —Con quién tengo el gusto. —Está hablando con el papá de Amanda. En ese momento me sentí tambalear, el papá de Amanda me está llamando a mí. —Necesito conversar con usted, ¿lo podemos hacer ahora? —Disculpe, lo que sucede es que no estoy en la capital. —Lo sé, ya sé que se encuentra con mi hija, ¿ella en este momento se encuentra con usted? —No, estamos un poco alejados, ¿quiere hablar con ella? —Me gustaría, pero por ahora sólo quiero hablar con usted. —Muy bien, puede hacerlo. —Señor Adrián, ¿usted ama a mi hija? —La amo como un desesperado. —Sí la ama tanto, ¿por qué permitió que se casara con Damián? Tengo entendido que Armandito fue concebido antes de su matrimonio, entonces no entiendo porque no interrumpió esa boda. Cómo decirle al padre de la mujer que amo, que para ese entonces éramos unos completos desconocidos, como decirle q
PUEBLO COSTERO. —Amor, voy al centro a comprar unas herramientas que necesito para arreglar la puerta de la cocina. —Okey, compra frutas. —Me llevo a Armandito, voy a tardar un poquito. —Está bien, voy aprovechar que estoy sola para escribir. Adrián se va y yo me voy al jardín, me siento en una silla de descanso cerca de la piscina, con un termo de café y mi laptop. Ha transcurrido como una hora, cuando me levanto, me dirijo a la cocina para tomar agua, al llegar a la cocina escucho el timbre de la puerta. —A Adrián siempre se le olvida llevarse la llave, pero que raro me dijo que iba a durar un poco y sólo ha transcurrido una hora. Bueno voy a abrir, se terminó el silencio en esta casa, ya llegó mi terremoto. —Voy, ya deja de tocar. Al abrir la puerta, mi cuerpo se queda paralizado, no puedo creer lo que estoy viendo, delante de mí está Damián. —¿Qué pasa? No soy un fantasma, soy tu querido esposo. —En ese momento rea
HOSPITAL DEL PUEBLO. —Amor ya estoy aquí. —¿Dónde estabas? —Salí un momento, pero ya estoy contigo. —¿Dónde está Armandito? —Amor, no te preocupes, él está bien, está en la casa con Mariela, duerme un rato, yo voy a estar aquí, quiero que cierres tus ojitos. Así lo hace, cierra sus ojos y se queda dormida. Me quedo a su lado, no sé cuánto tiempo, cuando escucho la puerta al abrirse. —Adrián, ¿cómo está mi niña? El papá de Amanda entra a la habitación con su esposa y David. —Ella está recuperándose, le hicieron varios estudios y está bien, sólo tiene los moretones del golpe. —Y ese desgraciado, ¿dónde está? Le hago señas para que se calle y salimos afuera. La mamá de Katerine se queda en la habitación con Amanda, mientras nosotros salimos al pasillo. —David, ¿quién pilotó la avioneta? —Yo, deja de preocuparte, todo está bien, tengo mis papeles en regla. —Ahora cuéntame todo lo que pasó. —Lo que to