Baldassare—Te propongo que des la espalda y finjas demencia —comento con calma, acomodándome la chaqueta de vestir—. Mi problema no es con los Corvi.—En eso te equivocas —responde el líder, sacando de su bolsillo un dado rojo—. Le debo una deuda a un amigo, y con este dado la saldo.—Amerigo, solo él —dice Azzura a mi espalda, asomándose con una sonrisa de oreja a oreja.—¿De qué hablas? —La agarro por el codo y ella me fulmina con la mirada. Aprecio en sus ojos puro veneno, pero también deseo—. No puedes irte con ellos, son peligrosos…—Los Vitale son demonios, y tú…—¿Yo qué? —la reto.—El Biondo Diavolo, el peor de todos —dice con los ojos ardiendo.—Suéltala —exige el líder, y lo miro con odio.—No.—Perfetto, comenzaré matando a tu gente —amenaza el líder, señalando a uno de los gemelos.El hombre que lo rodea espera la orden.Merda, no puedo fallarle a la cueva.La cueva ya perdió por salvarnos.En estas dos semanas nos hemos unido, somos famiglia.—¿Por qué la quieren? —pregun
AzzuraMe detengo frente del portón y apoyo el pie izquierdo en el suelo, estabilizando la motocicleta.No necesité el GPS para llegar a la villa en Siderno.El clan Corvi lideró el camino.En realidad, no entiendo cómo no me maté en el trayecto…Los ojos aterrados del cocinero los tengo clavados en la retina.Su ruego me condena.El Biondo Diaviolo atrapó mis lágrimas…Ser descubierta por él no se sintió tan mal.Pero… para tomar el trono se requiere dureza.Cero piedad.Me endurecí. Fingí delante de todos que la frialdad corría por mis venas.¿Si funcionó?No lo sé…La noche me ayudó a verme implacable.Mis amigos siguieron el juego.Para reclamar mi puesto era primordial quitar una vida.Dejé a un niño sin su abuelo…Y me duele…Sé lo que es perder a alguien.Mi padre.Me detesto por ser la culpable de esa herida.Estoy segura de que ese pequeño nunca me olvidará.«Blocca le emozioni, Azzu». Tenemos que cerrar con broche de oro esta noche.Los soldados del Don apuntan con sus armas
Azzura—Entremos al almacén, síganme —ordeno, ignorando al abuelo, y mis chicos me abren el paso.No los llamo soldados.Somos una famiglia. Y una famiglia no obedece… lucha unida.No llego lejos.Me bloquean el paso.Por lo visto, Belucci es el perro fiel del Don.No lo conozco, pero puedo oler la ambición en sus ojos grises, del mismo modo que huelen la sangre los buitres.Su mirada me recorre de arriba abajo con la misma condescendencia con la que inspeccionaría un cadáver.Pero él no sabe…No sabe que soy de naturaleza ácida y puedo manejar a los tipos de su calaña con la punta de los dedos.Y para amedrentarme, le costará.Antes de tomar una vida era de por sí arriesgada…Ahora me siento invencible.Mis demonios no me asustan.Me hice amiga de ellos cuando el hierro caliente de la pistola quemó mi mano.Cuando mi dedo presionó el gatillo, tenía claro que abriría mi camino en el infierno.Y, con mucho gusto, desfilaré con mi gabardina y botas por la pasarela de las almas en pena.
Azzura—Eso fue una fachada —murmura el abuelo, sigue de espaldas en la entrada del almacén—. Darío la mantuvo bajo perfil y la ocultó, pero se encargó de darle su apellido. Azzura es una Minniti. Él… dejó su futuro asegurado.El capobastone se marcha hacia el interior, dejando a los hijos de Belucci anonadados y, de paso, a mí.Siento que tocan la zona baja de mi espalda, y me sacan de mi estupor.Tengo que fingir que no me afectó.Pero… siempre soñé con gritar al mundo mi verdadero apellido, con que todos supieran quién soy.Mi papá lo sabía.Lo hablamos incontables veces, con la esperanza de que algún día…Terzo me señala el camino con un gesto de la barbilla, una acción que habla más que mil palabras.—Me disculpan —me excuso y coloco la mano en el pecho—, tengo una cita con la espada de la lealtad.Empleo mi modo ácido y les digo adiós moviendo los dedos.Dentro del almacén, el Don me espera al lado de la cruz enorme.Busco a mi padre, por ilógico que sea, pero no está…El sitio s
BaldassareEntro al cuarto de billar de la cueva, ubicado en la cuarta planta, y por más que quiero estar solo, no me lo permiten. Mi hermano no deja de pedirme explicaciones.El problema es que Caruso y su gente —ellos se llaman los Sovrano, yo los llamo la cueva—quieren respuestas sobre lo sucedido.El vídeo circula por las redes.Todos en el bajo mundo han visto como los Vitales hemos sido la comedia de los Minniti.Christoph se comunicó enseguida.El viejo solo ladró insultos para sus hijos ineptos. Exigió que regresemos de inmediato.Pero antes, debo calmar las aguas en la cueva.Este cuarto es su sitio de operaciones.Tienen cuatro mesas de billar en el centro, que usan más de mesa y asiento que para jugar. Un sistema de música en una esquina llena las paredes con la voz rasgada de Damiano David, el vocalista de Måneskin. Todos aquí aman a la banda de rock italiana. Me sumo.—El clan Corvi se aseguró de que viéramos sus rostros —señala el Capi.—Solo tenían que traer al chef —esp
Baldassare—¿Dónde la conociste? —insisto.—Tranquilo, la conocí en el tren —contesta mi hermano, resoplando—. Solo me cayó bien. Estaba nerviosa… y la seguí.—¿Por qué estabas en el tren?Lo investigo con la mirada.Lo encontramos porque ambos llevamos microchips. Chris lo exigió.—Fui a Polistena —susurra Constantino, con la mirada sombría.Me detengo ahí.No voy a seguir preguntando frente a todos. Lo hablaremos en privado.—¿Recuerdas a la chica que me dio una paliza según Chris?—No finjas —interviene Neri con una sonrisa burlona—. Esa patada debió doler.Constantino me empuja para acomodarse en el futón. Los chicos se ruedan, quejándose, pero él los ignora con aire relajado.—Joder, nunca vi el video, pero recuerdo lo furioso que estaba el viejo —murmura, sorprendido—. ¿La luchadora y la principessa son la misma persona?—Azzura —corrijo, con dureza.El nombre se me queda en la boca, con un sabor a hierro.No me gusta la facilidad con la que la llama así.Como si le perteneciera.
BaldassareRecibo el escozor en mi mejilla.Me gané este bofetón…Nuestro padre nos dio una efusiva bienvenida.A puro bramidos.Llegar a casa nunca se sintió incorrecto.El ambiente jamás había sido intolerable.Podía haber diferencias, opiniones contrarias, incluso rebeldía por mi parte, pero esto…Esto es como si no perteneciera.Los ojos de cada soldado me juzgan.No basta con la mirada cargada de reproche del capofamiglia. Quieren asegurarse de que entienda que he fallado a la organización.No los culpo. No los odio.En este mundo, para sobrevivir, debes ser un taimado.No dejarte intimidar.Y yo les fallé…Permití que una niña —ante los ojos del bajo mundo— humillara a la famiglia.—Retráctate —brama mi padre, tirándose del cabello al no obtener mi sumisión.Sabe que, de sus tres hijos, soy el rebelde.Ni sus aullidos ni sus golpes me harán cambiar de opinión.El impacto de su mano en mi mejilla lo gané al admitir ante la organización que la gacela no es mi enemiga.No está en mi
BaldassareAgradezco que nunca nos haya faltado un techo ni comida. Pero…Un poco de amor paternal es el sueño de cada niño.Ya soy grande, y aún lo creo.—La palabra traición saliendo de tus labios me choca —hablo, herido, y camino hacia él.Mamá se angustia y coloca las manos en el pecho de los dos.—¿Y cómo se llama darle la espalda a tu famiglia por la hija del enemigo? —pregunta con ironía.—¿Qué hija? —indaga.—La hija de Darío Minniti —escupe mi padre con desprecio.—Él no tiene hijos —refuta mamá, aturdida.—Tu hijo otra vez ha sido el hazmerreír en un vídeo en las redes —gruñe, furioso—. Lo dejaron en ridículo anoche y no hizo nada por defender su apellido.—Hay batallas que pierdes por el bien de las personas que te rodean —respondo, conteniéndome, y tamborileo los dedos en la pierna.—No entiendo… —musita mamá, enterrando los dedos en su cabello.—Se niega a actuar en contra de ella. —Mi padre me señala, y su voz sube de tono—. Nos da la espalda por los Minniti.Dicho así,