Me encanta que Azzura tenga esperanza y que se vayan conociendo.
BaldassareEscucho a mis hermanos discutir por la ruta que deben tomar. Merda, vienen hacia la Roca. Debo notificarle al Capi. No vaya a pensar que vienen con malas intenciones.—Ya no hay manera que se devuelvan —afirmo mientras observo como bajan los heridos por las escaleras.Los Sovrano tienen su clínica en los sótanos. Lo bueno es que, si viene uno grave en camilla, lo entran por una puerta secreta. Eso me trae recuerdos de Constantino siendo traslado por ese túnel. En ese instante no le di importancia, pero fue escalofriante.—Negativo, vamos a ver lo bien que estás —responde Chris.—Me informaron que apagaron el fuoco —agrega por la línea Felice.—¿Traes a la cuñada?—Por supuesto. No te emociones mucho —alza la voz la alocada mujer de Christoph.—Tengo que colgar.No me despido y cierro la llamada. Me acerco al rellano, al lado de Carmina, y sus ojos fuertes me enfrentan.—Debo informar al Capi de la llegada de mis hermanos —hablo con prisa.Ella solo me observa con su rostro i
BaldassareLa enfermería de los Sovrano huele a alcohol, metal y secretos. Immacolata me recibe con una mirada de reprimenda. El cabello lo tiene metido en un gorrito y me apunta con la barbilla hacia la camilla que está al fondo. Apartada. Ideal para mí. Antes de ser obediente, le doy una mirada a los asiáticos.Filipa está vendando el brazo de unos de los chicos. No veo a Carmina por ningún lado y termino posando los ojos en el líder, Kenta. No tiene que contarme su tristeza, porque su semblante es un letrero. Tiene la pierna vendada.—El clan Corvi se levantará —recita, más para él que para mí—. Puede que me veas débil. Tal vez pienses que somos un cero a la izquierda…—No pongas palabras que no he dicho en mi boca —refuto.Filipa me observa.—No hace falta que grites para verlo en tu jeta —dice con los dientes rechinando.—Lo que veo es una profunda tristeza —hablo con la verdad y prosigo—. Algo completamente válido. No te juzgo. Tengo famiglia. —Coloco la mano en mi pecho—. Descan
ConstantinoEl sitio tiene la fachada que los Sovrano aman. No me alarma. Para ser territorio de ellos, debe haber: pobreza y distracción. Admito que saben jugar en el bajo mundo. Incluso más que las organizaciones grandes. Me cansé de ser ignorado, sigo con el teléfono en la oreja, pero los malditos no se cansan de batearme. Baldassare y Neri. Tal para cual. Baldassare, desde que perdió a ese amigo —el hijo de un soldado en la organización— se cerró.Solo nos permitía a sus hermanos entrar. Nunca dejó que Neri entrara, pero ese bastardo empujó hasta conseguirlo.—Salgo ahora —responde Neri, sin darme opción a gruñir, y desconecta la llamada.Christoph está protegiendo la puerta de la camioneta del lado de su novia. Sus nervios son comprensibles. Felice es su vida. Yo también tuve a alguien. Confié en ella. Pensé que era mi todo… hasta que los Minniti lo arruinaron. Unas marcas y me convirtieron en una bestia. Chiara resultó ser superficial. No le sirve un hombre con cicatrices.Mi fre
Constantino—Constantino, cierra la boca y sígueme —ordena Neri.A pesar de que ha dejado el puesto de capodecina, no desaparece su voz de mandato.—Neri es un cachorro ladrando —tira pulla Itala, y suelto su mano.—Acaricia mi rabo para que veas lo que es capaz de hacer este cachorro —le advierte Neri, y me confirma que esta hermosa dama está fuera del menú.Los Vitale no nos entrometemos en las conquistas del otro. Itala no es indiferente a mi primo, la delata el rubor en su mejilla. Neri no lo ve porque está delante y de espaldas a nosotros, pero me lo bebo todo para luego hacerle un resumen de lo que se perdió.—Soy Felice —mi cuñada se presenta y trae de la mano a mi hermano—, y este Dios griego es mi hombre, Christoph.Felice coloca su mano en su pecho; como siempre. No trata de lucirse, ellos son así: nunca separados. Los dos deben tener contacto, uno encima del otro.—¡Hacen la pareja perfecta! —chilla Itala, y Azzura se acerca curiosa.Esta chica es preciosa. «Pero es de tu he
AzzuraAcabo mi segundo pedazo de pizza margarita. El pan es mi parte favorita, y lo bajo con agua. Bal no ha dejado de hacer contacto conmigo: ya sea un roce de su pierna o su mano reposando en mi rodilla. El calor que emana de su cuerpo no me permite olvidar que cruzó la línea.Al menos, al mirarlo, ya no hay tanta tentación. Eso me digo. No podía seguir viendo su pecho al descubierto sin pensar en cochinadas. Así que agradecí cuando Guido le arrojó una camisa oscura. Guido se encargó de conseguirnos ropa a todos. Nos preguntó el tamaño y salió de La Roca. Asumo que trajo la vestimenta de la cueva, su hogar. La mayoría son camisas y pantalones oscuros. Simple, cómoda. Ideal para pasar inadvertidos.La Roca va tomando forma de hogar. Mi famiglia la ha ocupado y le ha dado el toque justo para hacerla cálida. Los gemelos han logrado que esta cocina, de belleza atemporal, se convierta en un ambiente vivaracho. Se han movido en tal sincronía que Lolanda se ha hecho a un lado. La señora te
BaldassareSoy afortunado. Un Diavolo muy, muy envidiado. Ser besado por la Gazzella me eleva al cielo, y la caída con ella es a prueba de todo. Quiero estar dentro de ella, sentirla… pero también debo encargarme de que mi mujer esté cómoda. Me alejo de su boca y ella se entierra en mi cuello. Examino el cuarto a penumbras y, con ella en brazos, me dirijo hacia la lámpara de la mesita de noche. La enciendo. Hay dos puertas.—Nos daremos un baño, tan pronto descubra cuál es la puerta —digo con voz gutural.Azzura se despega y señala la del lado izquierdo.—Mientras te curabas la herida, el Capi me dio un tour por La Roca. —Rebusca en el bolsillo de su chaqueta—. Deja mi dado en la mesita.Me lo entrega. Lo miro y recuerdo su procedencia. El clan Corvi. Kenta, su líder, se lo dio como una promesa.—Esto inició todo —susurro, admirando el tono sangriento del cubo antes de depositarlo sobre la madera.—Menos mal que decidí que fuera mi amuleto —agrega, y sus ojos se clavan en la mesita—. E
Baldassare«Contigo todo es intenso».Intenso desde que la conocí.—Te pongo tan nerviosa que pierdes el balance —bromeo.Ella se voltea y, sin darme tiempo, se hunde en mi polla.—¡Joder! —gimo, y me pierdo.No hay Bal paciente. Estampo mi boca en la suya. Los dientes chocan por el impacto, y al separarme comienza a cabalgarme. Es una vista increíble. Sus pechos saltan, y llevo uno a mi boca.—Las necesidades siempre van primero —susurra rebotando.Me recuesto en la tina y la ayudo a subir y bajar. El agua se aparea con nosotros, derramándose con cada movimiento. Azzura clava las uñas en mis hombros, y su boca abierta, llena de jadeos, me la bebo como si fuera mi botella de alcohol. Se desploma y cede el control. La subo y la bajo con potencia. Sus paredes vaginales me ahorcan, y se corre después de apenas dos entra y sale. Tira de mi cabello y grita:—¡Baldassare, mi peccato!Me corro con intensidad y la acerco por la nuca a mi boca, necesitando contacto con ella de todas las formas
AzzuraPruebo por primera vez el líquido preseminal de un hombre. Es raro… No es dulce. No importa. Es él, y eso basta.Es imposible meterlo por completo, así que aprieto sus bolas y me dejo llevar por sus gemidos. Nunca había sentido el deseo de probar una. Los pocos chicos con los que estuve —dos, contando a Narciso— se dedicaron a hacerme gemir, y ni se me cruzó por la cabeza probar sus palancas. La única que se me apetece es la del Biondo Diavolo.Y joder… juro que nací para esto. Entro y salgo despacio, con cuidado de mis dientes. La mano en mi cabello se tensa, pero no me empuja. Él me da mi tiempo.Mis ojos no lo sueltan. Verlo con esos ojos desorbitados me complace.He soltado la vergüenza.El bribón me hizo decir, con lujos y detalles, lo que deseaba.Cumplí.Reuní mi lado acido y me atreví a pedir por su polla.—Eres bellissima, amore mio —expresa con ternura mientras su otra mano enmarca mi rostro y acaricia mi sien.Este hombre me tiene bajo su hechizo. Podrá ser posesivo,