Priscila se despidió de su tía Annelise con un cálido abrazo y salió a pasear por los extensos jardines del palacio de Amalienborg. El aire fresco y el aroma de las flores la envolvieron, brindándole un momento de paz en medio de sus preocupaciones familiares. Mientras caminaba por los senderos bordeados de setos perfectamente recortados, sus pensamientos divagaban entre la situación de su prima Elizabeth y su propio futuro incierto.En ese momento, su mirada se cruzó con la de Abel, el joven chef del palacio, que también había salido a caminar para despejar su mente después de una ajetreada jornada en la cocina. Esta vez, sin embargo, algo había cambiado en la forma en que se miraban. Un destello de emoción brilló en los ojos de Abel y Priscila sintió una inesperada calidez en su corazón.Abel se acercó a ella con una sonrisa tímida.—Buenas tardes, señorita Priscila. ¿Cómo se encuentra hoy? —preguntó con suavidad.Priscila le devolvió la sonrisa, conmovida por la sinceridad de su vo
Oliver, agobiado por el peso de sus responsabilidades y las complicaciones de su vida amorosa, estaba sumido en una arrebatada reflexión. Su compromiso con Elizabeth, la repentina partida de Blair a Copenhague bajo la sospechosa influencia de Arthur Olsen y la posibilidad de que el príncipe albergara sentimientos hacia Blair lo tenían al borde de un ataque emocional. En medio de esta tempestad, Oliver buscó consuelo en la compañía de su leal confidente y mano derecha, John.—John, estoy en una encrucijada —le confesó Oliver con voz cansada. —Si voy con Blair a Copenhague, Arthur utilizará su poder para destruirme y lo hará a través de ella. Pero si me quedo, temo perderla para siempre. Y luego está la posibilidad de que Olsen sienta algo por ella... Conozco la verdadera naturaleza de la nobleza, más allá de su fachada.John, con su característica serenidad, escuchó atentamente las preocupaciones de su jefe antes de responder:—Señor, la decisión que tome debe ser aquella con la que pu
Blair, con el ceño fruncido y el corazón agitado, metía sus cosas en la maleta con furia contenida. Cada prenda que caía en la maleta era un reflejo de su frustración y de su hastío por la monarquía y por las interminables complicaciones que su relación con Oliver acarreaba. Las palabras que habían intercambiado zumbaban en su mente como un eco que no podía acallar. La idea de un posible matrimonio con Elizabeth, aunque Oliver le jurara que no se llevaría a cabo, la atormentaba. Las dudas la invadían como un reloj implacable, marcando el paso de una incertidumbre que la consumía, mientras se preguntaba si realmente podría confiar en las promesas de un duque atrapado entre deber y deseo.De repente, al ver en la pantalla un número desconocido parpadeando, Blair miró el teléfono, sorprendida. Su corazón latía con fuerza; una mezcla de curiosidad y desconfianza la invadió. ¿Quién podría estar llamando? En un momento como este, en el que todo parecía tan incierto, la idea de responder a u
Blair ya estaba volando hacia Copenhague mientras Beatrice le contaba a Oliver lo que había hecho recientemente: visitar a Julia, la madrastra de Blair, en prisión. Beatrice describió cómo, a pesar de la tensión y el dolor del pasado, Blair había decidido enfrentarse a Julia en busca de respuestas y, tal vez, una especie de cierre. Oliver, preocupado, no podía evitar sentir que Julia no merecía esa oportunidad, pero Beatrice defendía la decisión de Blair y le recordaba que el perdón es un camino complicado, pero necesario.Beatrice, mirando por la ventana de la sala, le dijo a Oliver:—No me creo que Blair ya esté camino a Copenhague. Fue una locura visitar a Julia en prisión, ¿no crees?—Sí, fue una locura. No entiendo cómo Blair puede plantearse ayudarla. Julia es muy cara dura, ¿cómo se atreve a pedir perdón después de todo lo que le hizo?—Lo sé, pero Blair tiene un gran corazón. Ella cree que todo el mundo merece una segunda oportunidad, incluso Julia.—Pero ¿y si Julia solo está
Los siguientes días fueron un verdadero calvario para Oliver. Por un lado, su tía Charlotte se entrometía constantemente en sus asuntos personales y se afanaba en planear hasta el último detalle de su boda. Por otro, Arthur no lo dejaba en paz, amenazándolo para que mantuviera su compromiso con Elizabeth a toda costa. Atrapado entre las exigencias de ambos, Oliver se sentía abrumado y sin control sobre su propia vida, anhelando encontrar una salida a esa angustiosa situación.—Oliver, hijo, ¿podemos hablar un momento? —le dijo Patrick con un tono calmado y comprensivo.—Claro, tío. ¿Qué sucede? —respondió Oliver, agradecido por la presencia tranquilizadora de su tío en medio del caos.—Sé que estás pasando por un momento difícil con todo este asunto de la boda y las presiones de Charlotte y Arthur.—Es un completo infierno, tío. Siento que no tengo control sobre mi propia vida —suspiró Oliver.Patrick puso una mano en el hombro de su sobrino y le dijo:—Entiendo cómo te sientes. Quier
El príncipe observaba a Blair con una mirada lúbrica, mientras sus ojos brillaban con oscuras intenciones ocultas. Se acercó a Dagmar Jensen y, casi en un susurro, lo felicitó por haber puesto a Blair en bandeja de plata.—Buenas noches, señor Jensen. Me acerco a usted para felicitarlo personalmente por su excelente trabajo al traer a Copenhague a la señorita Blair Connor. Su talento y dedicación han sido impresionantes —dijo el príncipe Arthur con jactancia.—¡Muchas gracias, alteza! Es un honor recibir sus amables palabras. Ha sido un placer trabajar en este proyecto y verla tan elegante y radiante en esta gala —respondió Dagmar.—Me alegro mucho de escucharlo. De hecho, tengo algo más que compartir con usted. Pronto la monarquía tendrá el placer de otorgarle un reconocimiento por su destacada labor. Estoy seguro de que esto aumentará aún más su prestigio profesional.—¡Qué maravillosa noticia, alteza! Estoy muy emocionado y agradecido por este honor. Recibir un reconocimiento de la
Días después…Blair regresó a Londres en medio de una ola de éxito y reconocimiento. La prensa la aclamaba como una diseñadora emergente de gran talento, y junto a su amiga Beatrice, celebraban los logros alcanzados. Sin embargo, no todo era felicidad en la vida de Blair. Su relación con Oliver parecía estar en un punto crítico, amenazando con desmoronarse en cualquier momento.Blair con lágrimas en los ojos expresó:—No sé qué hacer, Beatrice. Los titulares sobre el matrimonio de Oliver y Elizabeth están por todas partes. Siento que cada día nos alejamos más y más.—Oh, cariño, no pierdas la esperanza tan rápido. Lo que tú y Oliver tienen es especial, no pueden dejarlo ir, así como así.—Pero con mis días en Copenhague y sus obligaciones empresariales, parece que el destino nos está separando. Quizás... quizás no tenemos futuro juntos.Beatrice mirando a Blair con ternura, la consolaba:—No digas eso, Blair. Un amor como el de ustedes no se encuentra todos los días. Tienes que luchar
El agente George no salía de su asombro. El testigo clave que había conseguido para desenmascarar a la mafia que traficaba con mujeres, un hombre cuya valentía y determinación habían sido su única esperanza, apareció muerto en su celda, sumido en un oscuro abismo de desesperanza. La noticia le golpeó como un puñetazo en el estómago; todo su trabajo, las horas de investigación y los riesgos asumidos parecían desvanecerse en un instante. Sabía que la red criminal era más poderosa y peligrosa de lo que había imaginado y que ahora se sentía más solo que nunca en su lucha contra un monstruo con mil cabezas. Sin el testigo, la verdad se alejaba cada vez más y, con ella, la posibilidad de conseguir justicia.La oficina está desordenada. George y Sarah están sentados frente a una mesa con documentos desperdigados a su alrededor.—No puedo creer que el testigo Logan Walker haya terminado así, Sarah. Era nuestra única oportunidad de desmantelar esa red de trata de personas. Ahora estamos perdid