Elizabeth, consumida por la rabia y la arrogancia que siempre la habían caracterizado, no pudo más y se lanzó contra Blair dándole una bofetada. Con un movimiento rápido y decidido, golpeó a Blair, dejando a todos boquiabiertos. La situación se tornó aún más caótica cuando comenzó a tirar del pelo a su rival, mostrando una actitud que contrastaba drásticamente con la imagen de nobleza que se esperaba de una princesa. En ese momento, la furia de Elizabeth eclipsó cualquier atisbo de decoro, revelando una faceta de su personalidad que pocos habían tenido el privilegio de presenciar.Elizabeth, con voz temblorosa, exclamó:—¡No te atrevas a acercarte a él, Blair! Eres solo una modista de poca monta, una recién llegada que se cree importante porque tuvo un par de aplausos en un desfile.Blair, sorprendida y con la mano en la mejilla, la cuestionó:—¿Qué le pasa, princesa? No tengo intención de robarle a Oliver. Solo quiero ser feliz.—¿Feliz? ¿Y qué sabes tú de la felicidad? —replicó Eliz
Al salir de la casa de moda, con el eco de la discusión con la princesa Elizabeth aún resonando en su mente, Blair se topó con Julia, su madrastra, en el aparcamiento. La mujer que una vez la había vendido como si fuera un objeto ahora parecía un fantasma del pasado, un recuerdo amargo que intentaba borrar con cada paso firme que daba. Blair la miró con desdén; ya no era la niña inocente que había soportado sus abusos. Ahora era una diseñadora emergente, audaz y decidida, con el fuego de la ambición ardiendo en sus venas. En ese instante, la mirada de Julia, llena de desprecio y sorpresa, se cruzó con la de Blair, y se percibía la tensión de un enfrentamiento inevitable. La vida de Blair había cambiado y estaba lista para reclamar su lugar en el mundo, sin importar cuántas sombras del pasado intentaran detenerla.—¡Fuera de mi vista, aléjate de mí, Julia! Eres una maldita miserable —gritó Blair, llena de rabia.No podía soportar la idea de que esa mujer estuviera tan cerca de ella.—¿
Copenhague, Dinamarca, se sumía en un manto gris de melancolía, donde la lluvia caía suavemente, como si el cielo llorara por las almas perdidas. Entonces, una mujer de mirada profunda se acercó a Blair y le tendió una taza de té humeante con las manos temblorosas. Sin embargo, la desesperación en sus ojos eclipsaba cualquier atisbo de amabilidad.—No quiero té, por favor —dijo Blair con voz urgente. —Necesito que me ayudes a escapar de aquí.La mujer la miró con compasión, pero también con una tristeza que parecía arraigada en su ser.—¿Adónde irías, querida? —preguntó, su tono era suave pero firme. —La oscuridad te persigue, da igual cuán lejos corras.—No me importa —replicó Blair, con el corazón latiendo con fuerza. —Solo necesito una oportunidad, ¡ayúdame!La mujer bajó la mirada, revelando que era sirvienta de esa horrible mafia que se ocultaba tras una fachada de elegancia y sofisticación. Blair, con el corazón en un puño, recordaba los murmullos que había escuchado durante su
El fin de semana llegó cargado de lujos e intrigas, con cada rincón del palacio de Cambridge adornado para celebrar el compromiso entre Oliver Campbell y Elizabeth Olsen. Sin embargo, para Oliver, ese evento era una trampa disfrazada de gala, un compromiso marcado por la maldad y la soberbia de las familias. Mientras se perdía en sus pensamientos, la figura de su tía Charlotte apareció en la sala, radiante y llena de entusiasmo.—¡Oliver! —exclamó Charlotte, con una sonrisa deslumbrante. —No me puedo creer que finalmente hayas decidido casarte con Elizabeth. Supone un gran paso para nuestra familia.Oliver la miró con rabia y su voz temblaba de frustración.—¿Gran paso? —gritó, con un tono cortante como un cuchillo. — ¿Acaso no ves que esto es una condena? Ustedes son cómplices de mi desgracia. Me obligan a aceptar un matrimonio sin amor, solo por la conveniencia de nuestras familias. ¡Esto no es un triunfo, es una traición!Charlotte se quedó en silencio, incapaz de responder a la ve
Oliver, sumido en sus pensamientos, estaba en su despacho con su fiel asistente, John. La conversación giraba en torno al compromiso inesperado y a la inminente llegada de Blair a Londres.—John, el príncipe Arthur me ha obligado a aceptar este compromiso con su hija. Su forma de actuar me horroriza y, ahora que hay indicios de que puede estar involucrado con la mafia, no confío en él —le confesó Oliver preocupado a John.—Si el príncipe sabe de la subasta, es probable que tenga conexiones con la mafia —reflexionó John pensativo. —Debemos ser cautelosos, la nobleza no es un enemigo pequeño, señor.—Lo sé, John, pero no puedo evitar pensar en Blair. Necesito saber que está bien y qué le dijo el príncipe —respondió Oliver, con evidente angustia en su voz. — ¿Cuándo crees que estará de regreso en Londres?—Según la información que tengo, Blair llegará hoy mismo a la ciudad —contestó John. —Sin embargo, le recomiendo que sea discreto al contactar con ella.—Tienes razón, debo ser cautelos
Oliver sabía que su camino hacia la libertad y el amor verdadero con Blair no sería fácil. Tenía que enfrentarse a las fronteras y desafíos que se interponían en su camino y ser lo suficientemente fuerte como para no dejarse engañar por la fachada de Arthur, el malévolo príncipe que ocultaba su verdadera naturaleza tras una máscara de nobleza.Mientras viajaba en su limusina, Oliver no podía evitar pensar en Blair, ignorando la obsesión oculta que Arthur sentía por ella. El apuesto duque no era consciente de los planes que Arthur estaba urdiendo en su mente retorcida ni de su determinación para tenerla cerca a cualquier precio.Oliver entró en la oficina de George con una mezcla de ansiedad y determinación.—George, necesito que me escuches —dijo Oliver, mientras su voz temblaba ligeramente. —Han arrestado a Julia Connor. La han detenido para tomarle declaración. También tienes que investigar al príncipe Arthur Olsen.George levantó la vista, sorprendido.—¿De verdad? Eso podría ser u
Al día siguiente, en un momento de descuido, Jacob tomó de la mano a Elizabeth y la apartó a un rincón. Su mirada intensa reflejaba una mezcla de frustración y desesperación. Elizabeth, sorprendida y furiosa, lo miró con agresividad y sintió cómo la ira se acumulaba en su pecho.—¿Qué te ocurre? —le espetó, casi gritando, mientras se sacudía el brazo como si intentara liberarse de un agarre que consideraba inaceptable. —Casi me has roto el brazo, Jacob. ¿Te has vuelto loco?—No juegue conmigo, su alteza. Sabes que lo que siento no es un juego.—¿Y qué vas a hacer? Por menos he mandado a muchos a la cárcel, todavía me duele el brazo. Recuerda quién soy, la princesa de Amalienborg —contesta con soberbia.—No se trata de eso, siento algo muy profundo por usted. No puede seguir ignorando lo que siento —responde Jacob con tristeza.—¿Sentimientos? Por favor, Jacob. Ya sabes que me caso con Oliver. No hay razón para que te pongas celoso. Es ridículo, solo eres un lacayo.—Quizá solo seas un
En el solemne Salón de los Espejos se celebraba la Gala de la Nobleza, un evento que reunía a la élite de la realeza europea y a los aristócratas más influyentes del continente. Entre risas y conversaciones animadas, el príncipe Arthur, con su porte distinguido, levantó la vista y se encontró con Oliver, quien destacaba entre los empresarios de éxito y acaudalados que habían sido invitados. Aunque el ambiente estaba lleno de glamour y sofisticación, Oliver notó la ausencia de Elizabeth, su madre, y de Charlotte, su tía, pero se sintió aliviado al ver a su tío Patrick, que siempre tenía una palabra de aliento y un consejo sabio en medio de la opulencia que los rodeaba.El príncipe Arthur se acercó a Oliver con una risa jactanciosa y le dijo:—¡Ah, Oliver! ¿Cómo te preparas para la boda con mi hija Elizabeth? Debes de estar emocionado por este matrimonio tan... conveniente.—Oh, claro, su alteza. No hay nada más emocionante que un matrimonio arreglado. Es como un juego de ajedrez, pero