Marcia sonrió. Era loco y apresurado, sin embargo, no podía evitar sentir como su corazón latía locamente por el hombre frente a ella. Esa sonrisa y esos ojos, tenía la sensación como si lo hubiese conocido desde siempre. Sabía su nombre, gracias al anuncio de cuando fue llamado a la tribuna principal. Ella no era del pueblo, estaba de visita en casa de unos familiares y ahora estaba agradecida de que sus padres le insistiesen, pues había conocido al amor de su vida, amor a primera vista.
—¡Estás loco! Pero imagino que también lo estoy yo. ¡Si quiero casarme contigo! —José Luis ensanchó la sonrisa, apartó el sombrero de su cabeza, la cogió de la cintura y se fundieron en un beso profundo, junto a la algarabía y vítores de la gente.
Andrés se acercó a ellos, se quedó viéndolos por un momento, sin poder simular su expresión de envidia y conteniendo la rabia que bullía en su interior.
—Parece ser que te has llevado a la única hembra capaz de deslumbrarme — dijo con una fingida sonrisa.
Se sentía muy herido, porque trató de llamar la atención de la joven rubia, durante todas esas horas, sin embargo, ella no tuvo más ojos, sino para José Luis y el triunfo de este fue la guinda del pastel, mientras a él lo hacía a un lado.
—¡Te lo dije hermano! Esta mujer será mi esposa y la madre de mis hijos y tú ve alistando el traje porque serás el padrino.
—Admito mi derrota, aunque solo por el momento José Luis, sin embargo, te advierto, mi interés por ella no menguará y a la primera oportunidad, cuando la descuides, me la llevaré de tu lado —José Luis sonrió ante las palabras de su amigo.
—Puedes coger una silla querido amigo y esperar hasta que te salgan llagas en el trasero, porque esta mujer será mía para toda la vida.
Marcia sonrió, ante las palabras de José Luis, fue allí cuando se dio cuenta, que aceptó ser su esposa sin siquiera haberse presentado. Una vez el amigo se marchó, ella giró su rostro hacia el hombre, quien la sostenía de la cintura de manera posesiva.
—Marcia Miranda —pronunció, sus ojos brillaron cuando él le sonrió.
—José Luis Salvatierra, tu futuro marido —declaró con firmeza, sin dejar de observarla como si quisiera descubrir sus más profundos secretos.
Esa vena ruda y posesiva, envió una ráfaga de calor a su centro, nunca le había pasado con ningún otro hombre, su interés en ellos era inexistente, pero con este hacendado, parecía un volcán a punto de erupción, no podía apartar la mirada de él.
Después de eso, José Luis se llevó a Marcia a los diferentes puestos de comida, comieron juntos y pasaron el resto de la tarde noche, juntos uno pegado al otro, aprovechando cualquier excusa para poder rozar sus manos, acariciarse, mientras la atracción entre ellos iba en aumento.
Marcia sonreía ante cada palabra de José Luis, quien le contaba anécdotas, chiste y cualquier otra cosa para hacerla feliz, le encantaba como sus ojos brillaban cuando reía. La joven estaba tan fascinada que se olvidó por completo de sus primos, con quienes llegó de la competencia, pese a ello, en ese momento le tenía sin cuidado, más le valdría pedir perdón a su tío y no pedirle permiso.
—Tienes un ejemplar maravilloso, —Marcia tomó una cucharada del rico sancocho, era el más exquisito que había probado hasta el momento.
—Chocolate es su nombre —respondió José Luis mientras se metía un trozo de carne asada en la boca—. No deja que mas nadie lo monte, solo yo, es arisco con los demás, no permite a nadie acercársele.
—Me gustaría que algún día me dejara cabalgarlo —Marcia, siendo de la ciudad tenía muy pocas oportunidades de poder montar, a menos que fuera a algún club hípico los fines de semana, cosa que nunca sucedía, porque su familia era de bajo recursos económicos, a duras penas tenían ingresos para comer.
—No te garantizo nada, a todos quienes han intentado montarlo han terminado de bruces en el suelo, no quiero ver a mi chica siendo revolcada por un caballo —expuso sonriendo mientras se acercaba a ella y besaba sus labios—. Sin embargo, yo estoy a tu disposición y puedes montarme cuando quieras—señaló con picardía.
Marcia no pudo evitar reírse a carcajadas, con los colores subiéndoseles al rostro. Pensando que estaba oficialmente loca, nunca había sido una mujer impulsiva, no obstante con ese hombre, envió al traste absolutamente todo.
José Luis se ofreció llevarla a casa, eran pasadas las once y al no poder localizar a sus primos, entre tanta gente, aceptó ser llevada por él, a la casa de sus tíos.
El deseo entre ellos era innegable, a tal punto que José Luis se vio impulsado a estacionar la camioneta aun lado de la oscura carretera, dejó las luces encendidas y sin poder resistirlo más, se acercó a ella. La deseaba como nunca lo hizo con otra mujer. Atrajo el rostro de Marcia hacia el suyo, adueñándose de sus labios en un beso fiero, pasional; introdujo su lengua en la boca de la chica y allí empezaron una danza erótica, elevando un poco más sus niveles de excitación.
Marcia suspiró entre el beso, sus manos comenzaron a recorrer los botones de la camisa de José Luis, fue abriéndolo uno a uno, moría por tener contacto con la piel del hombre, era un fuego abrasador lo que recorría sus venas, en vez de sangre.
Cuando estuvo desnudo su torso comenzó a recorrerlo con ambas manos, sentía como un líquido brotaba de entre sus piernas y su delicioso botón palpitaba producto de la excitación. Sin dudarlo un solo minuto, pasó una de sus largas y bien torneadas piernas encima del moreno, quedando sentada sobre su regazo.
El contacto de la dureza del hombre envió un escalofrío por todo su cuerpo, humedeciendo su centro. Se movió ligeramente para tener un mejor contacto con él, lo bueno es que se había vestido con una minifalda dándole mejor acceso a su cuerpo.
José Luis descendió por el cuello de la joven, apartando sus cabellos de oro a su paso, succionó cerca de la yugular provocando que Marcia gimiera y se moviera sobre su hombría, deseosa de ser poseída y sentir toda la fuerza del hombre en su s3x0.
Marcia echó el cuello hacia atrás, dándole un mejor acceso, las manos del hombre, rompieron los botones de la camisa de la chica, dejando a la vista sus preciosos y blanquecinos pechos, atrapados en el rojo pasión de las copas del brasier. José Luis la miró a los ojos, esperando una negativa por su parte, pero ella estaba perdida, deseaba fundirse y calmar la necesidad y ansiedad que le recorría el cuerpo.
—José Luis —jadeó su nombre antes de apoderarse de sus labios de nuevo.
Recorrió con las manos el pecho descubierto del hombre, acariciando los pezones masculinos, fue bajando lentamente hasta llegar a la pretina del pantalón, le soltó el botón y abrió su cierre, introdujo su mano entre el bóxer y acarició su aterciopelado mi3mbro, el hombre jadeó al sentir lo caliente de su mano rozándolo.
Le levantó el sostén sin ceremonia, dejándolo encima de sus pechos, sus ojos estaban oscuros, nublado por el intenso deseo, inclinó su cabeza y comenzó a chupar uno de ellos con fuerza, provocando que la chica meciera sus caderas encima de él, loca como estaba por esas sensaciones recorriéndolas como si fuese un fuego devorándola en su interior.
José Luis, con la otra mano tomó el otro seno comenzó a masajearlo y a apretarle el pezón, produciendo pequeños ruidos en la boca de la joven. Comenzó a masajearlo, le encantaba el contraste de la suavidad de sus pechos con lo áspero de sus manos.
Ella se contorsionaba encima de su pelvis, poniéndolo cada vez más duro, el hombre no aguantaba más, necesitaba enterrarse de una vez en ella, porque si no corría el riesgo de correrse antes de empezar, la levantó de encima, la acostó en el asiento delantero, introdujo sus manos dentro de la falda, las pasó por sus caderas apretando sus carnes con sus manos, como si estuviese amasándolas, se dio cuenta de la pequeña tanga que la cubría y sin ninguna ceremonia se la rompió, liberando su sex0, levantó la falda y llevó su boca a su vagin4, bien depilada, hinchada, producto de la excitación, comenzó a chuparla como si estuviese probando una deliciosa agua de manantial.
Metió su lengua y jugó con sus pliegues, lo enloquecía sus gemidos, su sabor, todo de ella, nunca había disfrutado tanto el sexo como en ese momento, ya no podía contenerse, necesitaba liberar toda esa presión acumulada en su p3n3, sin retrasarlo un minuto más se bajó el pantalón y el bóxer, le abrió las piernas y se empotró en ella con su solo embiste, cuando sintió arrastrar dentro de su sex0 una pequeña membrana en su interior, mientras ella pegaba un pequeño grito.
—¡Diablos!
Exclamó sintiéndose un poco nervioso, por haber sido tan bestia, nunca se imaginó que aparte de hermosa, su chica no hubiese sido antes poseída por ningún hombre, eso hizo henchir su orgullo masculino, porque ella era suya, solo suya.
—Lo siento mi potra, no sabía, lo siento, soy un bruto —se decía molesto consigo mismo por no ser cuidadoso.
Ella cerró un momento los ojos, tratando de calmar su creciente dolor, pues José Luis, era bien proporcionado, no solo era grueso, sino también largo y se había introducido en ella sin ninguna delicadeza.
Él esperó apenado, ella pudiera aliviarse de su violenta intromisión, como un caballero, aunque no deseaba hacerlo le hizo una propuesta.
—Marcia, si es muy doloroso para ti, podemos dejarlo hasta aquí, nada más lejos de mi intención que maltratarte, esto debe ser un acto de absoluto placer y no lo estoy logrando, lo siento —. Pese a sus palabras, rogaba en su interior porque ella no se retractara, pues lo peor que podía sucederle, era terminar ese día con cojonera, pensó el hombre con preocupación.
Al escuchar esas palabras el corazón de la chica rebozó de gozo, le encantaba como era José Luis, el hecho de que quisiera parar por consideración a ella, la hizo enamorar más, negó con la cabeza y acarició su rostro.
—Por favor no deseo parar, quiero que termines —pronunció mordiéndose el labio inferior con timidez, mientras sus mejillas se cubrían de carmesí.
—Tus deseos son órdenes para mí, hermosa.
Como aún no salía de su interior, comenzó a moverse con lentitud, el dolor en la chica pasó, fue sustituido por un cosquilleo recorriéndole la piel, sentía iba a explotar cada vez que el hombre entraba y salía de su cuerpo.
—Por favor, más rápido —pidió jadeando.
Ella necesitaba sentirlo con mayor fuerza, y él no dudó en complacerla, levantó sus piernas colocándolas en sus hombros y comenzó a poseerla con fieras embestidas, los senos de la chica rebotaban provocativamente, mientras él se introducía en las profundidades de su cuerpo haciéndola gemir como posesa, con una mezcla de dolor y placer, hasta terminar convulsionando producto de un poderoso y explosivo orgasmo.
José Luis por su parte, lanzó un pequeño gemido, mientras sentía como su cuerpo se tensaba y segundos después su semilla se derramaba en su interior, hasta caer uno en brazos del otro por completo agotados.
—Eres la mujer más jodidamente excitante a quien he tenido la dicha de conocer, eres perfecta, me complementas en todo —expresó orgulloso, mientras llevaba sus labios a los de ella.
Un par de minutos después, aunque no quería separarse de ella, sabía que debía hacerlo, salió de su cuerpo, mirando la blusa por completo destrozada.
Se quitó la camisa y se la entregó a ella.
—¡Póntela! Te cubrirá bien, si te preguntas dices que te cayó una bebida en la otra —ella obedeció en silencio, de repente se sintió un poco desprotegida, temiendo que quizás él pudiera arrepentirse.
Con la blusa de ella, limpió primero la parte íntima de la chica y después la de él. Se dio cuenta de la expresión de preocupación de la chica y le preguntó.
—¿Pasa algo? Por favor, dime ¿Qué te preocupó tan de repente? —como la chica se mantenía en silencio, solo estrujando una mano con otra, él pensó que se había arrepentido.
» ¿Ya no deseas casarte conmigo? ¿No te gustó como te hice el amor? —preguntó con preocupación.
La chica se sonrió, al darse cuenta de que ambos sentían el mismo miedo, haciéndolo fruncir el ceño desconcertado.
—No me gustó, me encantó, fue maravilloso —expresó la mujer con una sonrisa amplia.
—Eso me alegra, porque en dos semanas te convertirás en la esposa de José Luis Salvatierra y yo en el flamante esposo de Marcia Miranda, pasaremos el resto de nuestras vidas juntos —declaró con una sonrisa, dándole un beso a la chica.
Unos veinte minutos después la dejaba frente a la casa de sus tíos, se bajó con ella y la abrazó nuevamente, esperó su entrada y luego se subió a la camioneta feliz, no se dio cuenta de que descendió del auto desnudo de la cintura para arriba, sus pensamientos estaban perdidos en ella, encendió la radio condujo hasta el hato, para darle la buena noticia a su familia, mientras su corazón no dejaba de palpitar con fuerza, producto de la felicidad.
“Hay una sola forma de felicidad en la vida: amar y ser amado.” George Sand.
La emoción de José Luis no le cabía en el pecho, se sentía alegre, positivo, eufórico, nunca pensó que terminaría locamente enamorado de una chica con solo verla una sola vez, antes de ella no creía en el amor a primer vista, le parecían cuentos de caminos como lo de los aparecidos, debió haber experimentado la sensación en carne propia con su potra, para darse cuenta de que era una realidad.Ahora, ese día quedaría grabado en su memoria por todo esos intensos momentos vividos, no solo se enamoró, sino también se comprometió para casarse apenas a unas horas de verlas y para terminar sellando la fuerza arrolladora del amor, había tenido la noche de sexo más espectacular de su vida, bueno eso no fue eso, sino amor en su máximo esplendor.
Marcia se quedó congelada ante la reprimenda de su tío, esperó poder entrar de forma silenciosa, sin ser vista por ninguno de los habitantes de la casa y mucho menos de sus tíos, quienes la estaban esperando, pero al parecer la providencia no había estado a su favor, tragó grueso, mientras observaba a su tío con cierto temor, tomó la punta de la camisa de José Luis y la apretó con fuerza entre sus dedos, como si la prenda pudiera darle ánimos para salir airosa de la situación en la cual se encontraba.Intentó proferir algunas palabras, no obstante, estas se quedaron atragantadas en su garganta y cuando lo quiso hacer, solo salió como una especie de ahogo.—¿Eres sorda? ¿Acaso no has escuchado mis palabras? Te hice una pregunta Marcia y quiero la verdad ¡Ahora mismo! ¿Cómo te atreves a ser tan descarada? ¡¿Tus padres no te enseñaron respeto?! —las preguntas de su tío salían a borbotones de la boca, mientras ella se sentía tan pequeña e insignific
José Luis Nervioso, esperaba la contestación de don Pedro, temiendo su respuesta, por un segundo se imaginó todo lo que sería capaz de hacer, si el hombre se le ocurría negarle el permiso, sin embargo, se quedó sorprendido al escucharlo ser condescendiente con su relación.—¡Por supuesto mijo! No veo ningún problema con que usted corteje a mi sobrina y cuando disponga puede hacerse la boda, nosotros estaremos muy contentos de entregarle a esta jovencita, eso sí, debe cuidármela, estoy seguro de que serán muy felices.Ante las palabras del hombre, José Luis sonrió de oreja a oreja. Por un momento temió que don Pedro se opusiera a su relación, tal como lo hizo su madre, aunque afortunadamente no había sido el caso y tenía su apoyo para llevar a cabo sus planes.—Muchas gracias, don Pedro,
Marcia se enfundó en un elegante vestido negro, de talle y cuello alto, con la espalda descubierta, el cual se ajustaba perfectamente a su cuerpo, resaltando sus voluptuosas curvas, su cabello recogido en un moño alto, confiriéndole un aire de seriedad.José Luis la llevó durante la tarde del día anterior a San Fernando, la ciudad más cerca del pueblo, donde la llevó a varias boutiques, obligándola prácticamente a comprarse ropa de todo tipo, deportiva, de montar, de fiesta, casual, de grandes diseñadores porque quería que luciera hermosa para él, ella era amante de la ropa refinada, sin embargo, al ser hija de una familia humilde, no había tenido oportunidad de comprar sin ningún tipo de restricción o remordimiento, como lo hacía en ese momento, sin ver el precio porque su novio y futuro esposo tenía dinero de sobras para pagarle t
Marcia pasó los momentos más felices de su vida, junto a José Luis, durante toda esa semana no dejaron de verse y hacer el amor, le demostraba a cada instante la importancia que tenía para él y eso la hacía amarlo más. Una sola desavenencia habían tenido y fue cuando su amigo Andrés, llegó al sitio donde estaban bailando, mientras él salió a conversar con un par de hacendados, este la encontró sola y le pidió bailar, ella en un principio se negó, sin embargo, dada la insistencia del hombre y a que muchos otros, la estaban mirando con deseo, se puso nerviosa y terminó aceptando bailar con él.No obstante, su incomodidad surgió cuando Andrés la apretaba con mucha fuerza pegándola a su cuerpo, a tal punto que ella debió apartarlo.—Andrés, discúlpame, pero no me parece bien que me acerques de esa manera a tu cuerpo, número uno, soy una mujer decente y de esa forma como te estás comportando me ofende, dos, soy la prometida de tu amigo, vamos a casarnos, por lo cual me
Marcia, realizaba el trayecto camino a la Hacienda El Paraíso, en completo silencio, no podía calmar sus nervios, sentía su boca seca, y chorros de sudor recorriendo su espada, cuando tomaron la vía del camino para llegar a la entrada, la destartalada camioneta de su tío pegó de la carretera de tierra, producto del peso de todos ellos, aunado a que tenía los amortiguadores malos, el movimiento realizado, hizo que las cabezas de todos quienes viajaban en el asiento trasero, terminaran pegando del techo.—¡Auch! —exclamaron sus primos al unísono.—Agárrense duro, mijos, con estos cauchos lisos y esta zona tan accidentada, es imposible no bambolearnos.De repente un ruido de traqueteo, y estruendoso comenzó a escucharse.—¡Qué vaina! Se nos volvió a dañar el tubo de
Marcia sonreía feliz, ya la habían maquillado y estaba casi lista, parecía una princesa de cuento de hadas, se giró ilusionada y con su corazón rebosante de felicidad, parecía una niña cuando va a una fiesta a lucir con su mejor ropa; jamás imaginó que al aceptar venir de vacaciones con sus tíos, lograría encontrar el amor, era una mujer de veinticuatro años y muchas de sus conocidas e incluso personas allegadas, le habían criticado, su arcaica idea de llegar virgen al matrimonio.Se sonrió al pensar en eso, porque realmente no estaba llegando virgen al matrimonio, se había entregado a José Luis desde la primera vez cuando estuvieron a solas y luego muchas veces más, durante esas dos semanas dieron rienda a su pasión, su sexo ardió ante el recuerdo y sobre todo porque ese día sería su noche de bodas, su primera vez co
José Luis sonrió cuando la miró llegar a su altura, extendió la mano esperando por sentir la de su hermosa prometida. Tratando de olvidarse del hecho de que muchos de sus socios, aliados y amigos, quienes pesé a haber confirmado su asistencia, no habían asistido a la boda.Dejaría pasar la ofensa por el momento, sin embargo, tenía pensado cobrarle por ese desaire y humillación hecho a su esposa, aceptaba cualquier cosa en su contra, pero con Marcia no, ella era lo más sagrado en su vida. Y pensaba hacerlos pagar, iban a desear no haberla ofendido, porque si de algo podían estar seguro era del carácter vengativo de José Luis Salvatierra, era implacable, intransigente, inmisericorde, cuando se trataba de personas que no respetaban los tres criterios de honor más importantes para él y los convertían en deslealtad, hipocresía y traición, no p