Capítulo XV

El primero que se arrojó hacia mí me hizo ir de bruces hacia el piso, su mugriento y hediondo cuerpo estaba sobre mí, dando terribles dentelladas con la intención de desgarrar mi carne, en especial mi carótida. Sin perder más tiempo, antes que me mordiese, con mi cuchillo, se lo enterré en la oquedad derecha de su ojo, lo empujé con tal fuerza que sentí llegar a su masa encefálica, entonces el infectado se apagó por completo, como si fuese un muñeco al que se le han acabado las pilas. Saqué con fuerza mi cuchillo de la oquedad de su ojo y me quité su cuerpo de encima, pero para mi sorpresa Cristina estaba en la misma situación que yo, luchando en el piso contra un infectado que intentaba morderla, su revolver estaba en el piso, al igual que la escopeta, con la embestida del infectado había soltado ambas armas. Yo tenía que actuar rápido.

— ¡

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