27. CAPÍTULO

Este hizo acto de presencia con un traje a la medida, corte italiano, por supuesto. Toda esa fachada no le iba, así le sentara muy bien, de todas formas su aura de maleante no le iba con eso tan formal. Pero él con su traje impecable y zapatos lustrados también actuaría esa noche.

—Ven aquí, necesito verte de cerca.

Rodó los ojos. No quería sus ojos chismosos sobre su cuerpo. Pero se acercó forzando una sonrisa. El escrutinio masculino se tardó mucho en la travesía quedándose prendado en el escote, se había excitado de ver esos senos redondeados ajustados en la tela oscura.

—¿Está mal? Es lo que tú mismo has comprado.

—Lo sé —dijo inexpresivo —. Vamos, no debemos perder tiempo. ¿Tienes alguna pregunta? Hazla ahora o nunca.

—No, ya entendí todo.

Empezaron a andar hasta la salida.

—Solo como recordatorio, no olvides que te tengo en mi campo, si juegas mal, acabarás mal. No intentes nada, porque tendré el dedo en el g
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