CAPITULO 7

—Corro por los pasillos de la empresa y llego a la recepción. "¿Ya llegó Sebastián?", le pregunté a Micaela, tomando aire. Siento que alguien me soba la espalda para relajarme.

—¿Te encuentras bien, María? —pregunta Omar, el vicepresidente de la empresa y hermano menor de Sebastián, mi amigo, mi cómplice. Lo conocí el primer día que empecé a trabajar en esta empresa hace dos semanas.

—Sí, estoy bien. Es que salí a comer un rico helado de chocolate con fresas y crema, los antojos de tu sobrinito —le hago caritas de una niña asustada.

—Deja de mirarme así, mujer. ¿Cuáles son esas formas de llegar?— María, tienes que cuidarte.

—Ya lo sé, no me regañes, Omar. Lo que pasa es que tu hermano Sebastián me envió a organizar la sala de juntas. Tiene una reunión con los Visconti en veinte minutos y no he hecho nada. Me ganó el antojito de mi bebé.

—Te voy a ayudar, María, pero no me mires así con carita de borrego regañado.

—Omar, es que no quiero que Sebastián se desilusione de mí.

—María, mi h
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