Andrew notó algo extraño en Dorelia, varias veces, había visto una extraña luz que emanaba su cuerpo. Él no podía explicar, a qué se debía esta iluminación corpórea. Cuando abrazaba a su hijo o cuando hacía una demostración de amor, esta luz se acrecentaba. Sin embargo, los celos lo acongojaban. Temía perder el amor de Dorelia. Su inseguridad era terrible. En tiempo pasado, él había experimentado con otras mujeres, este sentimiento, pero a ellas no las amaba, era solo atracción física.En este caso, estaba en juego, el amor de una mujer maravillosa. El gran amor de su vida. Eso representaba, perder la felicidad. A ella no le importaba su cicatriz horrible, tampoco se había casado con él por el dinero, pues ella pensaba que él era un desposeído. Lo amaba por lo que él era, no por lo que poseía. Dorelia no tenía el concepto preformado de posesión y posición de este mundo. Era un ser iluminado, con mucha evolución y mucho amor para dar.Era hermosa físicamente, demasiado y por eso, Andr
El amanecer se filtraba a través de las rendijas de las persianas, dibujando franjas doradas sobre el rostro de Dorelia. Dormía plácidamente, ajena al bullicio que se gestaba en la habitación contigua. Andrew, su esposo, se movía con sigilo, preparando una sorpresa que cambiaría el curso de su fin de semana.Cinco años habían pasado desde que se unieron en matrimonio, cinco años de amor, risas y complicidad. Pero la rutina, como una sombra persistente, había comenzado a colarse en su relación. Las responsabilidades del trabajo, los compromisos sociales y las tareas del hogar consumían su tiempo, dejando poco espacio para la espontaneidad y la aventura.Andrew, decidido a reavivar la llama de la pasión, había planeado una escapada sorpresa. Un fin de semana lejos del ajetreo de la ciudad, en un lugar donde solo existieran ellos dos. Con un toque pícaro, había dejado pistas sobre su destino en diferentes rincones de la casa: un mapa antiguo con un punto marcado en rojo, una foto de una
Despues de estar varias horas en el salon, hablando mas bien los hombres, el marido de Alice, se dirigió a la cocina, entrando en el salón poniendo la vajilla encima de la mesa, enseguida me levanté yo levantandose tambien su esposa, para ayudarlo junto a su esposa Alice a poner la mesa, sintiendo los brazos de mi esposo rodear mi cintura por la parte de atrás, apartó mi pelo del cuello, haciéndome vibrar por los cálidos besos que me estaba dando en el cuello haciendo mi esposo, que mi piel se erizaba, aunque pensaba que aquellas caricias solo era por que Andrew estaba actuando delante de su familia y él estaba representando a la perfección su papel de marido enamorado, aunque la excitación que yo sentía no eran falsas, sino más bien sabia que estaba haciendo daño, pues me estaba enamorando de un hombre frío y muy calculador. Comimos un sabroso pescado al horno con un buen vino francés , marchandonos al porche después los cinco cuando recogimos la mesa y la cocina, Alice y su esposo
Andrew Punto de VistaDorelia, cubierta de dulce, era el puto cielo. Había conocido mujeres que podían ser aventureras en la cama, pero había algo en la efervescencia y la naturaleza aventurera de Dorelia que lo hacía aún más excitante. También tenía una energía especial que me llenaba. Esta noche, también estuvimos pegajosos.—Vamos. —Me puse de pie y la ayudé a levantarse.—¿A dónde vamos?—A la bañarnos juntos. —La tomé de la mano y la llevé al baño.—Oh, mira la bañera —dijo mientras abría la ducha.—La próxima vez. —Comprobé el agua y, pensando que estaba lo suficientemente caliente, la levanté y la llevé a la cabina.—A veces eres un neanderthal, ¿lo sabías? —dijo sonriéndome.—¿Los neanderthales tenían entrepiernas grandes?Su mano envolvió mi entrepierna, haciendo que pasara de dura a acero en un nanosegundo. —Sí que la tienen.La dejé en el suelo y la giré para que estuviera de espaldas a mí. Saqué jabón del dispensador y comencé a pasar mis manos enjabonadas por su cuerpo.
Andrew y Dorelia conducían por la carretera, dejando atrás la ciudad y adentrándose en el paisaje rural. La puesta de sol teñía el cielo de tonos naranjas y rosados, enmarcando la silueta de los árboles que se mecían con la brisa. Se dirigían a casa de Emily, la hermana de Dorelia, para pasar un fin de semana juntos.Habían estado esperando este viaje durante semanas. Era una oportunidad para escapar de la rutina, relajarse y disfrutar de la compañía de sus seres queridos. En el auto, la conversación fluía con naturalidad, mezclando anécdotas divertidas con reflexiones profundas sobre la vida.Al llegar a la casa de Emily y William, fueron recibidos con una cálida bienvenida. La cena estuvo llena de risas y buenos momentos, recordando viejos tiempos y compartiendo historias recientes. La noche se alargó entre copas de vino y sobremesa, hasta que finalmente llegó la hora de irse a dormir.De camino a su habitación, Dorelia se detuvo frente a Andrew y lo miró a los ojos. Una sonrisa tra
La sombra del secreto de Andrew se extendía sobre su vida como una nube oscura. Desde el terrible accidente que había marcado su rostro con una cicatriz profunda, algo dentro de él se había roto. La fe que antes sostenía su corazón se había hecho añicos, dejando paso a un vacío existencial que lo consumía.Andrew había crecido en un hogar religioso, donde la fe era el pilar fundamental de la familia. Dios era una presencia constante en su vida, un refugio en los momentos difíciles y una fuente de esperanza en el futuro. Sin embargo, el accidente lo había cuestionado todo. ¿Cómo podía un Dios amoroso permitir que algo tan terrible le sucediera a él? ¿Cómo podía tener fe en un mundo donde reinaba el dolor y el sufrimiento?Las dudas lo atormentaron durante meses. Se alejó de la religión, de las prácticas devocionales y de la comunidad que lo había acompañado toda su vida. Se refugió en el trabajo, en la soledad, en la búsqueda de respuestas que nunca llegaban.En medio de esa oscuridad,
Decididas a ayudar a Andrew a superar su pasado y aliviar el peso de su remordimiento, Dorelia y Emily se embarcaron en la búsqueda de Helena. Utilizaron las redes sociales, contactaron con amigos en común y revisaron registros antiguos, sin escatimar esfuerzo para encontrar a la mujer que había marcado la vida de Andrew.Tras semanas de investigación infructuosa, la esperanza comenzó a menguar. Sin embargo, un día, un golpe de suerte las condujo a la dirección actual de Helena. Se trataba de una pequeña ciudad en un estado lejano, donde ella vivía una vida tranquila y alejada del pasado.Con el corazón palpitando de emoción, Dorelia y Emily contactaron a Helena. Le explicaron la razón de su búsqueda y le transmitieron el deseo de Andrew de tener un encuentro con ella para pedirle perdón y cerrar las heridas del pasado.Helena, sorprendida por la inesperada noticia, se mostró reticente al principio. Los recuerdos del dolor que Andrew le había causado aún estaban frescos en su memoria.
Un nuevo día comenzaba en la vida de Andrew. Se despertó con una sonrisa en el rostro, aún sintiendo la paz y la alegría del encuentro con Helena del día anterior. Se levantó de la cama con entusiasmo, ansioso por compartir un desayuno con Dorelia y contarle sobre sus planes para el futuro.Sin embargo, al llegar a la cocina, Dorelia no estaba. La buscó por toda la casa, pero no la encontró. Preocupado, le preguntó a Emily si la había visto, pero ella también le dijo que no la había visto desde la noche anterior.Andrew comenzó a sentir una creciente inquietud. Era extraño que Dorelia no le hubiera dejado ningún mensaje ni le hubiera dicho dónde iba. Salió de la casa y empezó a buscarla por los alrededores.Caminó por las calles, preguntando a los vecinos si la habían visto, pero nadie tenía noticias de ella. La preocupación de Andrew se intensificaba con cada minuto que pasaba.De repente, recordó un lugar especial que Dorelia le había mostrado un día: un pequeño campo de flores silv