Nos acercamos hasta donde el sacerdote griego había montado un altar al pie del templo.
Dan tomó mi brazo, y me condujo hasta allí. Y el hombre comenzó a hablar.
—¿Vienen por su propia voluntad? —preguntó y ambos respondimos:
—Sí.
—Nos encontramos en el Templo de la Diosa Afrodita Pandemos, para que estos dos amantes sean cubiertos con su cálido manto y les brinde una vida de amor y deseo. Que en su mesa jamás falte el pan y que la prosperidad abunde en su casa. Que su descendencia sea grande y la llama de su pasión jamás se extinga. ¿Tienen sus votos?
—Sí —respondió mi adonis, se giró para ponerse frente a mí y mirarme a los ojos. Agarró mis manos entre las suyas.
—Desde la primera vez que vi tus hermosos ojos, supe que mi vida cambiaría por completo. No hay un solo minuto de
Estaba inmersa en el trabajo y la música estaba fuerte, no escuché cuando Dante entró en la oficina.—Hola preciosa —dijo en mi oído y tomándome por la cintura y haciéndome saltar del susto.—Dante por amor a dios, casi me matas del susto.—¿Esperabas a alguien más?—Mi esposo puede venir en cualquier momento.—Entonces tendré que ser rápido —remató. Giró mi silla y me besó apasionadamente.—Debemos estrenar la oficina —susurré juguetona mientras aflojaba su corbata.—Hmmm estrenaremos lo que quiera señora Navarro —me levantó por el trasero y me sentó sobre el escritorio. Subió mi vestido y la frágil tela de mi tanga se rasgó en sus manos. A tientas abrí su cremallera y busqué su delicioso miembro. La pasión nos
Cuando nuestras respiraciones se normalizaron, me soltó. Nos arreglamos la ropa y subimos al ascensor.—Si mañana nos echan del edificio es tu culpa —declaré divertida.—No lo pensé bien, fue un impulso.—Bien, empieza a buscar nueva casa cariño, solo por si acaso.—¿Quieres mudarte?—Era una broma Dan.—No, hablo en serio. ¿Te gustaría que comprásemos una casa?—No soy del tipo de persona que vive en una gran casa.—Lo sé. A mí me gusta éste piso. Pero quizás deberíamos pensarlo.—Bien, lo discutiremos luego cariño.Llegamos a la casa y Xander nos recibió alegre, nos fuimos a la cama y volvimos a hacer el amor.Nuestra vida juntos era muy cómoda y ordinaria. Pero de alguna manera me encantaba. No me sentía atrapada en la ru
Para principios de septiembre comencé a sentirme mal. Suponía que el stress y nuestra ocupada vida comenzaban a agotarme, quizás debía comer un poco mejor. Decidí hacer una cita con mi médico para realizarme un chequeo desde que me habían dado el alta luego de la operación que no había vuelto.El sábado, aún me sentía muy cansada, pero esa noche iríamos Al Templo, así que tomé un relajante baño de burbujas y me sentí un poco mejor. Elegí un vestido de látex negro muy ceñido que se ataba al cuello y dejaba mi espalda al descubierto. Tenía un escote profundo por delante que me llegaba casi hasta el ombligo. Mi hermoso esposo me esperaba en la habitación mirando su móvil, estaba bastante informal y sexy, remera negra escote en V y un jean negro.—Y pensar que todo eso es mío —dijo despu
Jamás creí que la vida de casados se iba a adaptar a mis necesidades, pero tampoco pensé que tendría una esposa, y mucho menos una mujer como Lex. Esa preciosura de ojos celestes me volvía absolutamente loco. Su valentía, su testarudez, su pasión, su amor, su compasión… y no dejaba de sorprenderme ni un minuto.Cuando desperté esa mañana, ella aún dormía. Me quedé como un psicópata mirándola dormir plácidamente, la luz de la mañana entraba por la ventana y dibujaba figuras en su desnuda espalda. Casi sin poder evitarlo pasé las yemas de mis dedos por su tatuaje. Se removió ante la cosquilla y sonreí como un idiota. Besé su espalda y me levanté. Me metí al baño para cepillar mis dientes y lavar mi rostro. Salí al vestidor y busqué mi conjunto deportivo.—Buen día cari&nti
Apoyada en la puerta contemplaba la imagen de Dan rodeado por su familia, me sentía abrumada por la felicidad, el solo hecho de saber que él respiraba, que todo iba a estar bien, era más que suficiente para mí. Nada más importaba.—¿Cómo te sientes Dan? —preguntaba Mariano, aún, con preocupación en su voz.—Como si me hubiera atropellado un camión —dijo mi adonis con la voz apenas audible.—Casi. Te lo has dado duro cabeza hueca —decía Lautaro con una sonrisa, lo fulminé con la mirada. Euge le dio un golpe en la cabeza y yo sonreí.—¡Serás bruto Lautaro! Te extrañé Dan —lloriqueó.—¿Cómo quedó mi bebé? —preguntó él. No me lo podía creer, estaba preocupado por su auto. Puse los ojos en blanco.—Destrozado &
Montamos el carro y esta vez Ariana manejó y yo no puse ninguna objeción, me puse las gafas y sentí que el sueño me alcanzaba.—Lex llegamos, despierta —me zamarreaba mientras hablaba. Abrí los ojos confusa y miré alrededor hasta que caí en cuenta de dónde estábamos.Al llegar a la habitación, la gente se había multiplicado, ahora también estaban Elizabeth y los amigos de la infancia de Dan, Antonio, Joaquín y Román. Saludé a cada uno de ellos apenas entramos. Dejé mis cosas en un costado y me acerqué a darle un beso a mi adonis.—Te ves mejor nena, aunque deberías estar descansando.—Toma lo que te den nene —respondí sonriendo.Se veía mejor, pero aún no era el hombre que yo conocía y amaba. Durante horas escuché diversas historias sobre su infancia y su adole
—¿Todo está bien nena?—Sí, todo bien. ¿Cómo te sientes?—Bien, no te preocupes, ven aquí —estiró su mano sana hacia mí, Paloma abandonó la habitación y nos quedamos solos. Me acomodé al costado de su cama, acarició mi rostro y yo le sonreí satisfecha, agradecía cualquier roce con su piel, lo necesitaba. Lo ansiaba—. Estás comportándote como yo, debes relajarte, estoy bien.—No puedo. ¿Qué harías en mi lugar?—Vale, tú ganas. Pero ya estuvo —me besó, primero suavemente y luego más profundo. Ambos estábamos abstinentes de nosotros y apenas podíamos soportar el estar lejos.La noche cayó y todos se fueron, Ari me trajo algo para cenar antes de marcharse.La enfermera entró con la cena para Dan, y comimos juntos.<
Pronto le trajeron el desayuno, al tiempo que Mariano entraba cargando cafés, panecillos y el periódico.—Buenos días, ¿cómo durmieron? —indagaba curioso mientras me entregaba un café y me besaba ambas mejillas. Se acercó a Dan y le dio la mano y el periódico.—Muy bien, ¿y tú? —reconoció mi adonis mientras buscaba la página de negocios.—Bien. ¿Y tú preciosa, has podido descansar algo?—Sí, de maravilla cielo. ¿Y mi hermana?—Se fue a la universidad, dijo que luego pasaría. Xander te manda su cariño —sonreí gustosa en agradecimiento, sabía que ambos lo cuidaban de maravilla. Aproveché que los hombres se internaron en una conversación sobre asuntos que tenían juntos y respondí e-mails y mensajes pendientes. Lautaro llegó y me ent