En cuestión de minutos la casa de Michelle se había llenado de miembros de la familia y de guardaespaldas. Lia se había marchado a una de las habitaciones con los hijos de Cloe e Isabella.Tenía mucho sentido que todos estuvieran reunidos allí. Iban a necesitar de todos los hombres disponibles para poder capturar a Franco y necesitarían un equipo menor para cuidar de los que se quedarían en casa, si estaban todos juntos.—¿Cómo fue que Franco llegó a mamá? —preguntó Laila. Se veía un poco más calmada ahora que su familia estaba allí.—Ella estaba regresando de casa de Lia cuando sufrió un accidente de tránsito —empezó a explicar Giovanni—. Tu mamá salió del auto y fue cuando la capturaron. Su guardaespaldas sufrió una gran conmoción con el impacto y no tuvo tiempo de intervenir.Franco debía haber tenido a alguien vigilando los movimientos de cada uno de ellos. Solo así se explicaba que hubieran aparecido en el momento correcto.—De no ser por los oficiales que lo ayudaron a escapar,
—¿Dónde está Laila? —preguntó Franco alterado—. No dejaré ir a su madre a menos que ella venga aquí en este momento. —Laila no está aquí —dijo lo obvio—. Y no vendrá. —Lo hará, si quiere recuperar a su madre sana y salva. Franco parecía no entender lo que estaba sucediendo. —¿Es que acaso no has echado un vistazo a tu alrededor? Tus hombres no dejan de caer, estás aquí solo y en cuanto Alessandro aparezca en esta habitación, las cosas se pondrán peor para ti. Tal vez si dejas ir a su esposa, él te perdone. Franco sonrió de lado. La viva imagen de un hombre desquiciado. —¿Por qué haría esto? Ella es mi único boleto de salida de este lugar, no pienso regresar a la m*****a prisión. —La prisión será el menor de tus problemas. —Deja de hablar. Lanza tu arma al suelo y patéalo hacia mí. Michelle siguió sus instrucciones porque lo menos que quería era arriesgar la integridad de Ava. Ella parecía estar bastante calmada pese a todo lo que había pasado. —Franco aun estás a tiempo de…
Laila intentó no pensar en lo que estaba pasando a kilómetros de allí, pero era difícil hacerlo. En especial porque su tranquilidad futura dependía de los resultados de la misión que se estaba llevando a cabo. Según el amigo de Giovanni, Gennaro estaba listo para escapar. Uno de los hombres de Franco le había informado lo que había sucedido con él y tenía pensado huir ese día durante la noche. Hacía bien en temer. Su familia no estaba jugando y estaba dispuesta a cualquier cosa porque nada le sucediera a ella o a cualquiera de ellos.Giovanni no quería perderlo, así que había enviado un equipo hasta el escondite del tipo para capturarlo. El amigo de su padre estaba dirigiendo la operación desde la sala de control de su empresa. Contaban con la mejor tecnología del mercado. Cámaras, drones, armamento.Debía confiar en que todo iba a ir bien. Después de todo, estaban hablando de Giovanni. El hombre que había traído a sus papás y a su novio a salvo a casa la noche anterior. Si había al
Michelle sonrió al ver a Laila con el vestido que había comprado para ella. Se veía tan perfecta como había esperado y era bueno no haberse equivocado con la talla. Su embarazo aún no se hacía notar, pero sus senos sí habían aumentado de volumen. Su lado más primitivo estaba más que emocionado por ver los cambios que el embarazo iba a causar en el cuerpo de su adorada novia.Laila todavía no había notado su presencia. Ella se estaba mirando en el espejo mientras se probaba diferentes peinados. En la mañana había llamado a Isabella y Cloe para que la convencieran de pasar el día juntas mientras él se encargaba de preparar una noche romántica. Las dos se habían mostrado más que dispuestas a ayudarle y no había sido hasta hace un hora y media atrás que Laila había regresado. —Me gusta cómo te queda suelto.Laila soltó su cabello. Sus ojos se encontraron con los de él a través del espejo y ella le dio una sonrisa.—¿Hace cuánto estás parado allí como un acosador?—Unos minutos. —Se acer
Laila acomodó la mejilla en el pecho de Michelle y se dejó llevar por la música. Quería que el tiempo se congelara en ese momento, tanto como quería vivir junto a Michelle cada día que venía. Él había hecho de esa noche una de las mejores de su vida. El jardín estaba decorado perfecto para la ocasión y Michelle había preparado comida como para alimentar al menos unas seis personas como mínimo. Ni por un instante había pensado que él estaba tramando algo cuando la animó a salir con sus amigas. Siempre iba a recordar el momento exacto en el que se había retirado las vendas y había visto a Michelle hinchado en el suelo. Era como hubiera pasado una eternidad desde día en que lo conoció. Tanto había cambiado desde entonces. Él le había enseñado a confiar otra vez en el amor y se había robado su corazón poco a poco. —Un euro por tus pensamientos. —Ganas una buena cantidad de dinero al año, pero solo me ofreces un euro. Además, no estoy interesada en tu dinero. —Seguro que tengo algo qu
—Creo que hay más personas de las que recuerdo —comentó Michelle mientras se acercaban a su familia.Laila sonrió divertida. La última vez que todos se habían reunido, habías sido en navidad. Isabella había invitado a Michelle a unirse a ellos y él había encajado muy bien con su familia.—Por el contrario, estoy segura que faltan al menos un par de ellos.Algunos de sus primos estaban estudiando en el extranjero y no habían podido unirse a ellos en esa ocasión. Aun así, siempre venían tantos como podían. Era una tradición de la que disfrutaban aun después de tantos años.Laila no estaba directamente relacionada con la mayoría de los que estaban allí, pero debido a los unidos que sus padres los habían criado se habían formado vínculos sólidos entre ellos, incluso con los más más jóvenes.Era bueno tener una familia con la que pasar el tiempo y con la cual contar cuando algo iba mal. No todos eran perfectos, algunos de ellos se habían metido en problemas serios mientras crecían y otros
Michelle sacó la cabeza por la puerta y miró a ambos lados del pasillo. No vio a nadie cerca y sonrió victorioso. Salvatore, Alessandro, Fabrizio y Piero se habían marchado hace poco para ver que todo estuviera en orden afuera. Tenía que salir antes de que alguno de ellos volviera. Se movió por los pasillos con pasos largos y rápidos con un solo objetivo en mente: Llegar a la habitación en la que estaba Laila. No le había hecho ninguna gracia pasar la noche sin ella, apenas había podido dormir. Había extrañado su olor y su calidez junto a él. —¿A dónde vas? Michelle se quedó quieto en su lugar, esperando que su amigo lo dejara en paz y continuara con su camino. —¿Si sabes que sigo viéndote? ¿verdad? Se dio la vuelta para confrontar a Salvatore. Él estaba parado unos pasos más allá con las manos en los bolsillos y una sonrisa burlona en el rostro. —Yo estaba yendo al exterior. Salvatore inclinó la cabeza hacia un lado para ver más allá de él. —Creo que te equivocaste de camino.
Michelle despertó con el ruido que provenía a través del intercomunicador. Tomó el aparato y bajó el volumen antes de que Laila se despertara. Quería darle al menos unos minutos más de sueño antes de que tuviera que despertarse para alimentar a la pequeña Ava, llamada así en honor a la matriarca de la familia y la mujer más admirable. Se puso de pie y se dirigió hasta la habitación de su hija antes de que los gimoteos se convirtiesen en el verdadero show. Desde que había llegado al mundo, Ava se había asegurado de dejar en claro lo fuerte que podía gritar desde su primer llanto. Su hija había nacido un par de semanas atrás. Laila había estado magnifica hasta el último segundo mientras él apenas había logrado mantenerse consciente viéndola sufrir. No sabía cómo iba a aguantar cuando llegara el momento de que Ava recibiera sus vacunas, casi se podía verse llorando tan o más fuerte que su hija. Cuando se trataba de los dos amores de su vida, no era tan fuerte como pensaba. —Hola, cariñ