Pero había fracasado.Ya no creía en el amor y no se atrevía a aceptar los sentimientos de nadie.Pero ahora, Manuel estaba sentado a su lado, confesándole abiertamente sus sentimientos por ella.Manuel había considerado todos sus reparos y los había resuelto.Incluso se había esforzado en convertirse en el tipo de hombre de éxito que pensaba que a ella le gustaba.¿Qué mujer no se conmovería ante un amor tan profundo?La voz de Elena sonó inusualmente ronca: —Manuel, no merezco que me quieras tanto, temo que puedas decepcionarte.Manuel soltó una risa suave: —Qué tonterías dices. Quererte es mi elección, no tienes por qué temer nada, ni hay la cuestión de si lo mereces o no.»Elena, eres excelente y maravillosa, mereces que te quieran. No dudes de ti misma por un matrimonio fallido.Elena sintió de nuevo ese calor en su corazón, jamás había oído palabras tan conmovedoras.Fuera sincero o fruto de su conocimiento de las mujeres, Elena se lo agradecía profundamente.—Manuel, gracias, pe
Elena y Manuel se habían acercado primero al médico para informarse sobre el estado de Rosalía.Rosalía tenía una herida en la frente por un golpe, raspaduras en los codos y el cuerpo, siendo lo más grave las fracturas en la columna vertebral y las piernas, por lo que tendría que permanecer ingresada para su recuperación.Por suerte, la caída de la escalera mecánica no había sido muy alta y Rosalía no se había golpeado la cabeza, evitando así daños internos.Cuando iban a entrar en la habitación, Elena vio venir hacia ellos a Julio.Vestido de forma informal, con su porte erguido y elegante, en su habitualmente inexpresivo rostro parecía haber ahora un deje de abatimiento.Manuel se adelantó unos pasos y le entregó a Julio un paquete preparado por sus subordinados.—Julio, lamentamos mucho lo ocurrido esta noche. Los gastos médicos y de alimentación de tu madre correrán a cargo del centro comercial. Si tu madre necesita algo más, puedes hacérnoslo saber.—No hay necesidad de exagerar.
Elena no quería oír más. —Si no tienes nada más que decir, me voy.—¡Sí, tengo algo más! —se apresuró a decir Julio—. Aquella noche que me emborraché, me quedé dormido en el coche y fue Alicia quien pidió al chófer que me subiera al piso. No sabía que ella no volvió a su casa.»Alicia solo se quedó a mi lado una noche, pero no pasó nada entre nosotros. —se apresuró a aclarar Julio, inusualmente lúcido.Elena lo encontraba ridículo. —¿Y a mí qué me importa lo que hicierais? Ahora ya no soy nada tuyo, así que lo que pasara entre vosotros me da igual.Julio se quedó un poco sin palabras ante su réplica, pero aun así insistió en terminar lo que quería decir.—Elena, sé que no querías que nadie supiera de nuestra relación, por eso estos días no te he buscado, por miedo a causarte problemas y habladurías. Pero he querido contarte cómo sucedieron las cosas.Era raro ver a Julio hablar tanto. Su semblante denotaba cierta urgencia, como si quisiera suavizar las cosas entre ellos.Elena lo miró
Ante el disgusto de la madre, Julio no dijo nada.Sin embargo, Alicia propuso oportunamente su despedida. —Tía, ya es tarde, vendré a verla de nuevo mañana.—No molestes a Alicia mañana, contrataré a una enfermera para cuidar de la madre. —dijo Julio directamente.Alicia se quedó un poco desconcertada, pero no dijo nada y se marchó con su bolso.Rosalía estaba muy disgustada. —¡Julio, qué estás haciendo! ¿Qué le ha hecho Alicia para que la eches así?Julio respondió con frialdad: —Antes, Elena cuidó de ti día y noche, ¡y nunca le diste las gracias!—¿Por qué iba a darle las gracias? Cuando la suegra está enferma, la nuera debe cuidarla, ¿no? —Rosalía lo dijo con desdén.—¿Qué es lo que tienes ahí en la mano, de dónde lo has sacado?Tras decir eso, Rosalía vio la caja de regalo en las manos de su hijo, y de repente lo entendió.—¿Acaso Elena acaba de venir? ¿Cómo es eso, le has traído solo estas dos cajas de porquerías y ya piensa que el incidente de esta noche no ha pasado? ¡Ni siquier
—Nosotros nos divorciamos, pero ella es la única que me gusta. —Julio afirmó con firmeza.Alicia también tenía su orgullo, y después de ser rechazada repetidamente por Julio, se cubrió la boca y se fue.Julio no la siguió ni le prestó atención, sino que se sentó cansado en el pasillo.…Bella esperó a que Elena regresara y le preguntó sobre su situación.Al escuchar que Manuel le había declarado su amor, Bella se alegró. —¡Lo sabía, él está enamorado de ti! ¿Pero por qué no ha hecho nada en todo este tiempo y se ha enfocado en sus asuntos?Elena le contó las palabras de Manuel.Bella también se conmovió por la actitud de Manuel. —¡Qué hombre tan maravilloso! ¡Realmente ha considerado todo!—Elena, deberías aceptarlo. Aunque es el mejor amigo de Pedro, es mucho más confiable que él. ¡Te apoyo para que estén juntos!Elena se recostó en el sofá. —Nunca imaginé que podría pasar algo entre nosotros, y escuchar todo esto hoy me ha tomado por sorpresa. No puedo tomar una decisión tan rápido.
Bella respondió tranquilamente: —Incluso si Pedro se encargara personalmente de este proyecto, eso no tendría el más mínimo efecto sobre mí, pues hace tiempo que he dejado de tener sentimientos por él.Carlos aún no se sentía seguro. —Mejor cambiemos a otro proyecto, el sector de las energías renovables parece una buena opción.—Podemos seguir adelante con las energías renovables, pero ¿por qué tenemos que renunciar al Instituto Benéfico?»Si, como dices, Pedro solo se involucra por mí, entonces en el proyecto de energías renovables no se entrometería, ¿verdad? ¿Acaso pretendes renunciar a todos los proyectos?Carlos respondió: —Mientras no sea entregarte a él, si hay que ceder el proyecto, lo haremos.Bella lo miró con asombro: —Vaya, no pensé que el famoso Don Juan de la familia Sánchez fuera en realidad un romántico empedernido.Carlos se acercó a ella y fue al grano: —Bella, ¿eso significa que admites que tú y yo tenemos una relación amorosa?Bella se quedó sin palabras.—Dejémonos
Carlos resopló. —Bella, no me pongas en aprietos, yo no soy un mentiroso, ¿cómo voy a enseñarte a serlo?Uno de los asistentes, envidioso, comentó: —Señorito Sánchez, se nota que usted y su novia se llevan de maravilla.Bella intentó explicar: —Yo no soy...—¡Bien dicho! ¡Bien, que se queden todas estas cosas!Exclamó Carlos, haciendo sonreír a todo el personal presente.Llovieron elogios y cumplidos sin parar.Bella decidió callar, pues no conseguía intervenir.Carlos sonrió aún más, haciéndose irresistiblemente atractivo.Entre probarse ropa, escoger joyas y maquillarse, pasaron al menos un par de horas.Cuando Bella se miró al espejo, tuvo que admitir que los profesionales habían hecho un excelente trabajo, resaltando todas sus mejores cualidades.Por su parte, Carlos se había puesto un elegante traje blanco y se había peinado hacia atrás, un estilo que en otras personas podría resultar desastroso, pero que en él adquiría un porte aristocrático e irresistible.Finalmente, ambos esta
De repente, un tirón brusco arrancó un grito de sorpresa a Bella.Al instante siguiente, se vio envuelta en un amplio abrazo.Reconoció el aroma familiar y, al girarse, vio que era Pedro.Él acababa de llegar del ascensor y en su apuesto rostro se reflejaba un gesto adusto, mientras sus ojos oscuros miraban a Carlos con frialdad.—¿Quién te ha autorizado a tocarla? —preguntó Pedro en tono grave.Carlos tampoco lucía una expresión amable. —¿Qué te importa a ti? ¿Con qué derecho arrastras a Bella?Ante esto, Bella se zafó del abrazo de Pedro y se colocó junto a Carlos, frunciendo el ceño hacia Pedro. —¿Qué haces aquí?Pedro miró a Bella. Con el maquillaje tan cuidado, su ya de por sí encantadora belleza parecía aún más cautivadora.Vestida con un elegante vestido blanco ceñido, la sencilla pero refinada prenda la envolvía a la perfección.La falda le llegaba a las rodillas, dejando entrever sus delicadas y níveas piernas, dándole un aspecto atractivo.Junto al Carlos ataviado con un traj