Carlos resopló. —Bella, no me pongas en aprietos, yo no soy un mentiroso, ¿cómo voy a enseñarte a serlo?Uno de los asistentes, envidioso, comentó: —Señorito Sánchez, se nota que usted y su novia se llevan de maravilla.Bella intentó explicar: —Yo no soy...—¡Bien dicho! ¡Bien, que se queden todas estas cosas!Exclamó Carlos, haciendo sonreír a todo el personal presente.Llovieron elogios y cumplidos sin parar.Bella decidió callar, pues no conseguía intervenir.Carlos sonrió aún más, haciéndose irresistiblemente atractivo.Entre probarse ropa, escoger joyas y maquillarse, pasaron al menos un par de horas.Cuando Bella se miró al espejo, tuvo que admitir que los profesionales habían hecho un excelente trabajo, resaltando todas sus mejores cualidades.Por su parte, Carlos se había puesto un elegante traje blanco y se había peinado hacia atrás, un estilo que en otras personas podría resultar desastroso, pero que en él adquiría un porte aristocrático e irresistible.Finalmente, ambos esta
De repente, un tirón brusco arrancó un grito de sorpresa a Bella.Al instante siguiente, se vio envuelta en un amplio abrazo.Reconoció el aroma familiar y, al girarse, vio que era Pedro.Él acababa de llegar del ascensor y en su apuesto rostro se reflejaba un gesto adusto, mientras sus ojos oscuros miraban a Carlos con frialdad.—¿Quién te ha autorizado a tocarla? —preguntó Pedro en tono grave.Carlos tampoco lucía una expresión amable. —¿Qué te importa a ti? ¿Con qué derecho arrastras a Bella?Ante esto, Bella se zafó del abrazo de Pedro y se colocó junto a Carlos, frunciendo el ceño hacia Pedro. —¿Qué haces aquí?Pedro miró a Bella. Con el maquillaje tan cuidado, su ya de por sí encantadora belleza parecía aún más cautivadora.Vestida con un elegante vestido blanco ceñido, la sencilla pero refinada prenda la envolvía a la perfección.La falda le llegaba a las rodillas, dejando entrever sus delicadas y níveas piernas, dándole un aspecto atractivo.Junto al Carlos ataviado con un traj
—No, Bella es muy capaz. —respondió Carlos.—Abuelo. —dijo Pedro.Ya no podía seguir soportando aquello. Llamó la atención de Alberto y saludó también a los esposos Alejandro.—Tío, feliz cumpleaños. Este es un pequeño regalo que le he preparado, por favor acéptelo.Dijo Pedro, entregándole a Alejandro una caja de terciopelo.Patricia tomó la caja y al abrirla, vio que contenía un elegante rapé, el favorito de Alejandro.Este, al verlo, sonrió y dijo: —Gracias, Pedro, has sido muy atento.—Sé que le gusta este, lo vi en una subasta y pensé que sería un buen regalo. —comentó Pedro con una leve sonrisa.Luego, Pedro se dirigió a Bella con naturalidad: —Bella, ¿qué regalo le has preparado al tío?Bella lo miró con cierto fastidio.¡Pedro lo había hecho a propósito!Porque el rapé que ella le había comprado en una tienda local.No se comparaba en nada al que le había regalado Pedro.—El regalo que le hemos preparado al tío es un poco más voluminoso, por eso no lo hemos traído a mano.Inter
Bella se dio la vuelta y se encontró con la cálida mirada de Darío.—Hermano Darío. —lo saludó Bella con una sonrisa.Darío asintió con la cabeza y dirigió su atención a Carlos. —¿Es este tu amigo?—Sí, este es Carlos. —respondió Bella.Carlos extendió caballerosamente su mano hacia Darío. —Encantado.Darío, con igual cortesía, le estrechó la mano. —Encantado, señor Sánchez.Luego de un breve intercambio, Alejandro se acercó a buscar a Carlos.—Carlos, parece que tienes mucho conocimiento sobre antigüedades. Tengo un amigo experto en el tema, ¿te gustaría ir a charlar con él?Bella temió que esto pudiera incomodar a Carlos, así que inconscientemente intentó excusarlo. —Tío...—¡Claro!Pero Carlos respondió con una sonrisa. —Siempre y cuando al tío no le parezca que estoy entrometiéndome.—Bella, voy a acercarme por allá un rato, luego vuelvo a buscarte.Antes de irse, Carlos se despidió de Bella y Darío.Cuando Carlos y Alejandro se fueron, Darío miró hacia donde se habían marchado. —B
Un sabor agrio invadía el corazón de Pedro. Sentía un terrible dolor en el pecho.Había vuelto porque Manuel le acababa de llamar por teléfono y le había dicho que, pase lo que pase, tenía que quedarse a terminar la cena de cumpleaños, como muestra de respeto hacia Alejandro.Pero en ese momento, Pedro había perdido todo el ánimo. Con pasos pesados, volvió a marcharse.—Bella, el director Romero se ha ido. —le recordó Darío.Bella se extrañó. —¿No se había ido ya?—Acaba de volver. —dijo Darío, señalando hacia la entrada.Bella levantó la mirada y, efectivamente, vio la silueta de Pedro alejándose. ¿Fue su imaginación o le pareció que su erguida espalda lucía un poco más encorvada?—Incluso el fuerte director Romero ha decidido marcharse. —comentó Darío, con cierto consuelo para sí mismo.»Así es normal que yo no tenga oportunidad.Bella se quedó sin palabras.Después, Darío dejó atrás su amargura y se centró en asuntos prácticos. —La muestra de perfume que le preparaste a la señorita
Al oír las palabras de su abuelo, Bella se sorprendió un poco.¿Así que Pedro había ido a visitar a su abuelo en secreto?Bella no podía contarle a su abuelo lo sucedido en el país de Taloria, así que simplemente le dijo que había ocurrido un incidente en el que Pedro había resultado herido.—¿Herido por ti? —preguntó Alberto.Bella asintió. —Sí.—¿No sientes ni un poco de conmoción por eso? —Alberto se sorprendió.En su vida anterior, incluso si Pedro sólo se hubiera herido un poco por ella, Bella se habría emocionado profundamente.Ahora, Bella sólo se sintió algo cansada. —Abuelo, la situación era un poco complicada en ese momento, resulta difícil explicarlo en unas pocas palabras. —respondió de forma concisa.Alberto lo meditó un momento y dijo: —Bella, espero que inicies una nueva relación porque realmente quieres estar con esa persona, no por otras razones.Bella captó el significado detrás de las palabras de su abuelo. —Abuelo, no te preocupes, no es que esté aceptando a Carlos
Carlos, con una mezcla de enojo y decepción, tomó la mano de Bella. —¿Podrías al menos mirarme y sentir algo por mí? —le pidió, con un tono de súplica.Bella sintió una leve punzada en su corazón y no pudo apartarse de él.—Carlos, Darío me ha confesado su amor varias veces, pero yo lo he rechazado. Hoy me dijo que intentará olvidarme y buscar a alguien que también lo quiera. —explicó Bella.Al oír esto, los ojos de Carlos volvieron a brillar con esperanza. —Bella, ¿lo rechazaste por mí? —preguntó, emocionado.Si bien Bella nunca había sentido nada romántico por Darío, es cierto que después de aceptar darle una oportunidad a Carlos, le había dejado claro a Darío que no podía corresponder a su amor.Bella asintió levemente. —Algo así.—¡Pues claro que es así!Exclamó Carlos, aún con un deje de insatisfacción, pero sintiéndose enormemente afortunado.—Bellita, ¿puedo llamarte así? —preguntó con un deje de timidez en su mirada.Bella, divertida ante su expresión, no pudo evitar sonreír. —
Pedro estrechó aún más a Bella entre sus brazos y le susurró: —Bella, sé que me odias, y me odio a mí mismo por no haber sido más paciente contigo en el pasado, por no haberme dado cuenta antes de mis sentimientos hacia ti...»Fui un tonto, pero te prometo que de ahora en adelante te cuidaré y valoraré como te mereces. Bella, no me des por perdido, dame una oportunidad, déjame enmendar mis errores.Bella se encontraba envuelta en el caluroso abrazo de Pedro, sintiendo su respiración acelerada y escuchando su voz áspera y entrecortada.A pesar de creer que su corazón era impenetrable, aquellas palabras la conmovieron.—Pedro, no todas las heridas se pueden sanar. —dijo Bella con voz serena.»Acepto tus disculpas, pero ya no siento nada por ti y no puedo darte esa oportunidad.—¿Por Carlos? —preguntó Pedro, alzando la cabeza, con sus ojos oscuros llenos de dolor.—Incluso si no fuera por Carlos, sería lo mismo —explicó Bella—. No puedo cerrarme al amor por miedo a salir herida de nuevo.