La situación de Yolanda no era buena. Estaba sentada en silencio, sin ganas de hablar con nadie.Al ver a aquella joven delicada, Bella sintió una profunda lástima.Debería estar en el mejor tiempo de la juventud, pero no mostraba la vitalidad y alegría propias de una chica de su edad, y tenía que enfrentar miradas de lástima y extrañeza de los demás.Bella recordó los lotos que Yolanda había pintado, y pidió que le trajeran algunos. Los ofreció a Yolanda, intentando alegrarla.Yolanda aceptó las flores, pero tampoco quiso hablar mucho. Parecía muy cansada y se apoyó débilmente en Teresa.Ella la abrazó con ternura, con lágrimas asomando en sus ojos.Bella no permaneció más en la habitación, y salió en silencio.En la puerta, Pedro estaba de pie, sin moverse. Con su mirada oscura, observaba a Yolanda acurrucada en los brazos de su madre, sumido en pensamientos que no traslucía su rostro impasible.Teresa había salido del país cuando Pedro apenas tenía diez años, y desde entonces apenas
Debido a la denuncia de Bella, la policía citó a Anna para tomarle declaración y someterla a nuevas pruebas psiquiátricas. Pero Anna reaccionó de forma tan vehemente, como si fuera una verdadera enferma mental, y se negó a cooperar.Sumado a que sus heridas aún no habían sanado del todo y su estado de ánimo era demasiado exaltado, la policía no tuvo más remedio que desistir por el momento.Bella no se sorprendió ante esta noticia.Dada la situación actual de Anna, era evidente que no iba a colaborar dócilmente.Carlos también se enteró de lo sucedido y le comunicó a Bella que seguiría presionando a la policía para desenmascarar la supuesta enfermedad mental de Anna.Aunque Bella no albergaba demasiadas esperanzas.Si Víctor había aportado pruebas, no dejaría que Anna fuera atrapada con las manos en la masa.Y así fue. Al día siguiente, la policía recibió un oficio procedente del país de Taloria informando de que ya habían resuelto el caso. Además, presentaron nuevos datos médicos y cer
Al ver a las recién llegadas, el semblante de Elena se ensombreció de inmediato.Siguiendo la mirada de Elena, Bella también dirigió su atención hacia los recién llegados: la madre de Julio y la exnovia de este.Rosalía y Alicia iban cogidas del brazo, mostrando una relación tan íntima como la de una madre y su hija.Parecía que habían escuchado el comentario de Elena sobre cómo el divorcio era la mejor opción, pues el gesto de Rosalía denotaba claramente su desdén, mientras que Alicia mantenía una expresión más neutra.De hecho, Alicia incluso se atrevió a saludarlas. —¡Qué casualidad encontraros aquí de compras, Elena!Elena asintió con desgana y le indicó a Bella —Vámonos de aquí.—Usar el divorcio como una táctica para pavonearse, como si fuera algo digno de envidia. —intervino Rosalía con tono despreciativo.»Alguna persona es una verdadera plaga, que ni siquiera se preocupó por Julio cuando se emborrachó, de no ser por Alicia que fue a recogerlo y cuidó de él toda la noche, ¡quié
Cuando se disponía a marcar el número de Julio, de repente Rosalía se abalanzó sobre ella.Elena, por instinto, se apartó a un lado.—¡Ah!Gimió Rosalía, al perder el equilibrio y caer de bruces sobre la escalera mecánica que descendía.Con un sordo golpe, Rosalía rodó por toda la escalera.—¡Tía!Exclamó Alicia, alarmada, corriendo hacia ella.El estruendo atrajo a varios curiosos.Al oír los gritos de la gente y las llamadas al servicio de emergencia, Elena reaccionó.Por puro instinto profesional, le metió el teléfono móvil en las manos a Bella y bajó a toda prisa por la escalera para socorrer a Rosalía.Todo había sucedido en cuestión de segundos.Bella se quedó un buen rato pasmada, con el teléfono de Elena en las manos, sin saber qué hacer.Rosalía no se había desmayado, pero se quejaba a gritos de dolor, pues se había golpeado las caderas y las piernas.Alicia la estaba examinando, mientras Elena le curaba la herida sangrante que tenía en la frente.Pero Rosalía no se lo agradec
Al oír las palabras de Rosalía, la expresión de los espectadores a su alrededor se tornó significativa.Todos miraron a Elena y a Manuel.—¡Qué amoríos!Bella intervino de inmediato: —Elena se divorció hace tiempo de tu hijo. Aunque haya encontrado un nuevo amor, ¿qué tiene eso que ver contigo?»Hace un rato decías que Alicia estaba muy enamorada de tu hijo y que debería hacerse cargo de ella. ¡Pero cuando se trata de Elena, si alguien se interesa por ella, ya es un amorío! No seas tan hipócrita.Las miradas de los presentes volvieron a posarse en Rosalía, como esperando que siguiera rebatiendo.—¡Quién es la hipócrita! —replicó ella, furiosa—. ¡Elena empezó a enredar con este hombre incluso antes de divorciarse de Julio! ¡Está claro que sus intenciones no eran nada inocentes!»Solo Julio se creyó esas patrañas de Elena. ¡La realidad es que ella es una...!Rosalía no pudo terminar la frase, pues de pronto reparó en la gélida mirada que le lanzaba Manuel, una advertencia inequívoca.A p
—Bella, me da miedo que vayas —dijo preocupada—. Su madre es muy agresiva y seguro que te va a tratar mal. Mejor llama a Julio y pregunta cómo está, y ya le enviaremos algo de dinero.Elena negó con la cabeza. —Conozco a su madre. Si no voy, seguro que va a ir al hospital a armar un escándalo con este asunto. Por el bien de la paz, es mejor que vaya.—¡Ella misma provocó el accidente y todavía se atreve a molestarte! ¡Es por la costumbre de abusar de ti que cree que puede tratarte como quiera! —exclamó Bella, indignada.»Te acompaño, no me importa que me busque problemas, ¡voy a estar de tu parte!—No hace falta, no quiero que te diga cosas desagradables. —rechazó Elena»No les tengo miedo, voy a ir y aclararé todo esto delante de Julio. Si sigue sin entrar en razón, ya no la voy a consentir más.—Bella, vuelve tú —intervino Manuel—. Yo acompañaré a Elena.—Como este incidente ha ocurrido en el centro comercial, tengo la responsabilidad de ir a ver a la señora y preguntarle qué piensa
Elena no dijo nada, simplemente se quedó mirando a Manuel.Él, sin necesidad de que ella le preguntara, continuó por sí mismo: —Desde hace tiempo, la verdad es que mis sentimientos hacia ti no han sido puros.»Elena, sé que has pasado por un divorcio reciente y que no será fácil que aceptes una nueva relación. Por eso, he estado esforzándome por mantener estos sentimientos ocultos, con miedo a que te asustaras si te los confesaba.»Pero ahora, ya no quiero seguir reprimiéndolos.Manuel la miró fijamente con sus ojos brillantes. —Elena, me gustas.Aunque ya lo había intuido, a Elena le sorprendió escuchar a Manuel decir esas palabras.Manuel era un hombre que podría tener a cualquier mujer que quisiera.¿Y sin embargo, decía que le gustaba ella?Además, admitía que sus sentimientos no habían sido puros desde hacía tiempo.—No tienes que rechazarme diciéndome que hay mujeres mejores que tú que se ajustarían más a mis condiciones. —le dijo Manuel.»Conozco a muchas chicas, he tenido trato
Pero había fracasado.Ya no creía en el amor y no se atrevía a aceptar los sentimientos de nadie.Pero ahora, Manuel estaba sentado a su lado, confesándole abiertamente sus sentimientos por ella.Manuel había considerado todos sus reparos y los había resuelto.Incluso se había esforzado en convertirse en el tipo de hombre de éxito que pensaba que a ella le gustaba.¿Qué mujer no se conmovería ante un amor tan profundo?La voz de Elena sonó inusualmente ronca: —Manuel, no merezco que me quieras tanto, temo que puedas decepcionarte.Manuel soltó una risa suave: —Qué tonterías dices. Quererte es mi elección, no tienes por qué temer nada, ni hay la cuestión de si lo mereces o no.»Elena, eres excelente y maravillosa, mereces que te quieran. No dudes de ti misma por un matrimonio fallido.Elena sintió de nuevo ese calor en su corazón, jamás había oído palabras tan conmovedoras.Fuera sincero o fruto de su conocimiento de las mujeres, Elena se lo agradecía profundamente.—Manuel, gracias, pe