Capítulo 5
—¡Pásame un bolígrafo! —ordenó Pedro.

—Señor Romero, el señor Suárez y los demás todavía lo están esperando para que firmes el contrato, no tenemos tiempo suficiente —le recordó Miguel en voz baja, acercándose a él

Aquella era una cooperación importante que el Grupo Romero había perseguido durante mucho tiempo, ¡y casi había sido retrasada por Bella!

Por esto, Pedro ignoró a Bella y caminó apresuradamente hacia la puerta, seguido por Miguel.

No obstante, Bella no daría el brazo a torcer.

—¡Pedro!

—¡Apártenla de mí! —le ordenó Pedro a un grupo de guardaespaldas, quienes rodearon a Bella de inmediato.

Ella sabía que Pedro era un adicto al trabajo y, cuando estaba ocupado en ello, ignoraba todo el resto, por lo que, probablemente, no tendría tiempo para continuar con el divorcio.

—¡Te espero mañana a las nueve en el Registro Civil! —exclamó.

Pedro, inexpresivo, subió a un coche que ya lo estaba esperando y se marchó sin darle una respuesta clara. Sin embargo, Bella estaba segura de que él iría al Registro Civil, ya que era consciente de que Pedro tenía muchas ganas de deshacerse de ella cuanto antes, por lo que ella decidió dejarlo pasar.

De regreso en la villa, Bella inició sesión en su correo electrónico, el cual no había revisado por mucho tiempo, y vio que tenía unas cuantas ofertas de trabajo de bancos de inversión, como de costumbre.

Sin embargo, en esta oportunidad no las mandó a la papelera de reciclaje, sino que las abrió, una por una. Todas las ofertas habían vencido el plazo. Entre ellas había un banco de inversión que tenía una gran reputación y en el que innumerables élites financieras se esforzaban por entrar, pero ella había perdido esta posibilidad por centrarse en servir a un hombre ingrato como lo era Pedro. En ese momento, le pareció una gran pérdida en este momento.

En esta nueva vida, ella debía planificar su futuro de manera adecuada y dejar de complacerse en los hombres guapos, para poder construir una vida feliz.

Pensando en que al día siguiente podría divorciarse de Pedro, se sentía más relajada y envió unos cuantos currículums.

Luego de apagar el ordenador, empezó a hacer la maleta, para poder marcharse, en cuanto obtuviera el certificado de divorcio.

Justo cuando estaba empaquetando sus pertenencias, entró Fiona y le preguntó:

—Señora, ¿por qué está haciendo la maleta?, ¿se va de viaje?

Fiona era una criada temporal que había contratado Pedro, y él no le permitía a los criados que se entrometieran, para, de esa manera, evitar que estos informaran a su abuela de lo que sucedía allí.

Aunque en su vida anterior, Bella había tenido mal carácter y le encantaba armar escenas, Fiona le tenía bastante devoción. Sin embargo, su mejor amiga le había informado que Fiona había sido contratada por Anna, y ella había creído en sus palabras, por lo que, en muchas ocasiones, se lo había puesto bastante difícil.

—Me mudaré mañana —respondió Bella, y decidió disculparse—. Por cierto, en estos días has sufrido mucho por mi culpa, así que, por favor, no lo tomes personal.

Al escucharlo, Fiona se sorprendió de que la señora, a menudo resentida e irritable, se calmara y le pidiera disculpas. Parecía que desde que se despertó, tras saltar del edificio, había cambiado mucho.

—Señora, no exagere, no me he tomado nada en serio, pero, ¿por qué quiere mudarse? —respondió la mujer.

—Estoy planeando divorciarme de Pedro, y he concertado una cita para hacer los trámites mañana —contestó Bella, con sinceridad.

La sorpresa golpeó a Fiona una vez más. Aunque solo llevaba menos de un año cuidando de ella, se había percatado de los sentimientos que tenía hacia el señor, y había visto cómo se devanaba los sesos para complacerlo todos los días.

Si a él le gustaban los cuadros, Bella llenaba la casa de cuadros de artistas famosos. Si a él le gustaban los libros, ella ponía libros en el primer y segundo piso e incluso en el jardín. Casi todo lo que comía, vestía y usaba estaba condicionado por las preferencias del señor. Sin embargo, en ese momento, la señora quería divorciarse.

—Señora, ¿acaso no ama al señor? ¿Por qué quiere divorciarse ahora? —la interrogó Fiona.

—No quiero amarlo más, así que por eso he elegido que nos separemos —respondió Bella con una sonrisa.

A Fiona le aún parecía increíble lo que acababa de decirle Bella. Sin embargo, cuando estaba a punto de aconsejarla, vio que Pedro se encontraba en la puerta.

—Señor, ha vuelto. ¿Ha comido? Iré a prepararle algo de comer.

—No hace falta, solo he vuelto a buscar un documento —repuso Pedro en voz baja.

Tras decir esto, se dispuso a caminar hacia el estudio, cuando Bella lo llamó:

—Espera un momento.

—Señor, señora, hablen tranquilos —dijo Fiona con afán, mientras se apresuraba a marcharse.

Después de que Fiona se fuera, Pedro miró a Bella con indiferencia, dijo:

—Estoy muy ocupado, será mejor que tengas algo importante que decir.

—No te preocupes, yo también estoy ocupada, no tengo tiempo para perder contigo.

Bella se apresuró a tomar el acuerdo de divorcio de entre un montón de objetos que había sobre la mesa y se acercó a Pedro.

—No te retrasaré más de un minuto, firma este acuerdo para que mañana podamos ir directamente a por el certificado.

Al escuchar estas palabras, Pedro le echó un vistazo a Bella.

Un par de minutos atrás, había subido las escaleras, en el momento justo para oír que Fiona le preguntaba a Bella por qué quería divorciarse.

En un inicio, no había creído que Bella fuera en serio con aquel asunto, pero, cuando la oyó, decir que no quería seguir amándolo, parecía muy relajada, como si no estuviera fingiendo.

En ese momento, Bella se encontraba con rostro tranquilo y limpio y con ropa suelta y casual, en comparación con la exquisita imagen perfecta que mostraba a menudo, era completamente diferente. ¿Acaso era cierto que quería divorciarse?

Pedro tomó el acuerdo de divorcio con la duda grabada en el rostro. El contenido del acuerdo era muy simple, informaba, en resumen, que Bella no quería llevarse nada de la casa. El hombre bajó la mirada y vio que al pie del acuerdo, se encontraba su elegante firma.

—Si no tienes nada que objetar, fírmalo rápido —lo urgió Bella.

Con los ojos oscuros, Pedro volvió a mirarla con recelo:

—¿De verdad estás dispuesta a divorciarte?

—¡Por supuesto, cuanto antes sea, mejor! —respondió con firmeza, antes de preguntarle—: ¿Tienes un bolígrafo? Si no, iré a buscarlo por ti.

Pedro no asintió precipitadamente con la cabeza, sino que le devolvió el acuerdo de divorcio.

—¿Qué significa? ¿Qué problema hay? —lo interrogó Bella, sorprendida.
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