Capítulo 7
Este comentario le dio gracia a Bella, quien se preguntó cuándo le había mostrado piedad.

Aquello le demostró que Pedro todavía no se fiaba de ella y opinaba que tomaría el divorcio como un método para arruinar su reputación.

Divorciarse después de solo un año de matrimonio era algo ignominioso, así que ella no correría la voz.

—Te garantizo que mantendré la boca cerrada, pero, si todavía estás preocupado, puedes añadir eso al acuerdo de divorcio.

Al ver la sonrisa irónica de Bella, Pedro sintió repulsión, por lo que la instó:

—¡Vamos, no pierdas el tiempo, firma ahora!

Lo dijo eso como si ella estuviera perdiendo tiempo deliberadamente, sin embargo, Bella no quería discutir con él, por lo que tomó el bolígrafo y escribió su nombre sin dudarlo.

—¡Es tu turno! —repuso Bella, mientras depositaba de malos modos el acuerdo y el bolígrafo delante de Pedro, quien se encontraba al otro lado de la mesa de té.

Bella se mostró impaciente de que Pedro no hubiera firmado de antemano, haciéndola perder el tiempo.

Pedro notó la desdeñosa mirada de Bella, pero logró contener su ira; de todas formas, pronto ya no existiría ninguna relación entre ellos, por lo que podría soportarla unos minutos más.

Con el bolígrafo en la mano, Pedro se dispuso a firmar justo en el momento en el que su móvil comenzó a sonar.

Miró la pantalla del teléfono y comprobó que se trataba de Susana, la criada de su abuela, por lo que no podía rechazar la llamada.

En cuanto se estableció la conexión, del otro lado de la línea oyó la voz ansiosa de la mujer.

—Señorito, ¡su abuela se ha desmayado de repente! He llamado a un médico, ¡por favor, venga cuanto antes!

Al escuchar la noticia, Pedro se levantó de manera precipitada y caminó hacia fuera.

—¿A dónde vas? —gritó Bella—. ¡Firma antes de irte!

Una idea surgió repentinamente en la mente de Pedro, quien miró a Bella con apatía y la interrogó:

—¿A qué estás jugando?

Frente a su interrogatorio, Bella se sintió sumamente confundida, por lo que preguntó:

—¿Qué he hecho? ¿Quién acaba de llamarte?

Ella se había sentado lejos de Pedro a propósito, por lo que solo pudo percibir que la persona al otro lado del teléfono estaba bastante ansiosa, pero no había podido escuchar exactamente qué había pasado.

Pedro pensó que aparentemente no estaba mintiendo, por lo que, ya que no tenía tiempo que perder, decidió no indagar más. Sin embargo, no perdió la oportunidad de advertirle:

—Bella, será mejor que no bromees conmigo sobre mi abuela.

Después de decir esto, Pedro se marchó a toda prisa.

Con las palabras y la reacción de Pedro, Bella pudo deducir que aquel asunto estaba relacionado con la abuela Romero.

Rápidamente, buscó el número de su móvil y dio a la opción de llamada. Cuando Susana la atendió le comunicó que la mujer se había desmayado, por lo que ella también se apresuró a salir del Registro Civil.

Lucía siempre la había tratado sumamente bien. No solo la había ayudado a casarse con Pedro, sino que también le había aleccionado a Pedro, cada vez que la humillaba. El hecho de que no se hubieran divorciado aún, también se debía a ella.

No obstante, en su vida anterior, había decepcionado demasiado a Lucía. Había acabado en un hospital psiquiátrico y se había enterado de que la abuela no se encontraba nada bien, por lo que ya no tenía energía para preocuparse por ella.

En su vida actual, aunque ya no fuera la esposa de su nieto, no olvidaría lo buena que había sido con ella.

En el aparcamiento, fuera del Registro Civil, Bella vio que Pedro ya se había marchado, por lo que tuvo que tomar un taxi para llegar lo antes posible a la vieja mansión de la familia Romero.

Cuando entró en la sala con prisa, no vio a ningún médico ni sirviente ansioso en absoluto como ella había imaginado, sino que solo vio a Lucía, quien se encontraba sentada en el sillón, sin el más mínimo rastro de enfermedad, mientras miraba a Pedro con reproche.

—¡Cómo te crees capaz de atreverte a divorciarte de Bella a mis espaldas!

—Abuela, realmente es que Bella... —intento explicar Pedro en el mismo momento en el que su abuela lo golpeó con su bastón.

—Todavía quieres justificarte, ¿verdad? —le reprochó—. Bella te ama tanto, ¡cómo podría mencionar el divorcio! ¿Quieres que me muera de la rabia?

Lucía estaba tan enfadada que no podía hablar sin toser varias veces.

Bella corrió hacia ella.

—¡Abuela! —exclamó.

—Bella —repuso la abuela— llegas justo a tiempo, dime si este malvadito te obligó a divorciarte.

Bella echó un vistazo a Pedro, sus ojos oscuros estaban cargados de la más profunda frialdad y hostilidad. Si su abuela no estuviera allí, Bella creía que sería capaz de lincharla de inmediato.

—¿Por qué estás mirando a Bella tan fijamente? —preguntó la anciana y golpeó a Pedro nuevamente con su bastón, antes de volverse hacia Bella y añadir—: ¡Bella, no temas, solo dime la verdad, yo me encargaré de hacer justicia!

Al escuchar aquellas palabras, Bella sintió que una extraña calidez invadía su pecho. Con suavidad, tomó la mano de la mujer y, con tono suave, repuso:

—Abuela, el divorcio no tiene nada que ver con Pedro, soy yo quien quiere marcharse.

Mientras Bella hablaba, la anciana le palmeó el dorso de la mano para consolarla.

—Bella, dime qué agravios has sufrido, si Pedro tiene que pedirte perdón, lo hará; si debe ser golpeado, me encargaré de darle una paliza. Simplemente, no bromees con lo del divorcio.

Al percibir que la abuela no le creía, Bella dudó, no sabía cómo convencerla.

—Abuela —dijo—, sé que sientes lástima por mí, pero no estoy bromeando. Tampoco he tomado esta decisión de manera impulsiva. Créeme, lo he pensado con tranquilidad y, en verdad, quiero divorciarme.

Viendo la decisión en la mirada de la joven, el rostro de la anciana se tornó serio y dijo:

—Bella, sígueme a la celda.

***

Media hora después, con los ojos ligeramente enrojecidos, Bella ayudó a la anciana a volver al sillón. Lucía fulminó a Pedro y lo ordenó:

—¡Llévate a Bella de vuelta! Si me entero de que piensan divorciarse a mis espaldas otra vez, ¡ya verán!

Pedro no parecía nada sorprendido con aquel desenlace, por el contrario, soltó una risita y se levantó dispuesto a marcharse.

—¡Qué malvado! —lo reprendió su abuela, antes de tomar la mano de Bella con cariño y decir—. Bella, recuerda lo que me acabas de prometer.

—Abuela, también tienes que prometerme que después de tu cumpleaños, el mes que viene, ya no me impedirás divorciarme de Pedro.

—¿Y si Pedro se enamora de ti para entonces? —preguntó la anciana.

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