Manuel sabía que el ánimo de Pedro estaba por los suelos. Por eso, prefirió no provocarlo más.Tomando una copa de vino, Manuel se acercó y se sentó junto a Pedro.—Hermano Pedro, ¿por qué aceptaste el divorcio? ¿No dijiste que preferías que ella te odiara con tal de tenerla a tu lado?Pedro levantó su copa, el gesto aún adusto. —¿Retenerla? ¡Hay más mujeres en este mundo que sólo ella! Antes sólo quería darle una lección, nada más.Manuel calló, sin replicar.Total, el matrimonio ya se había disuelto, que Pedro dijera lo que quisiera.Tras una pausa, volvió a preguntar: —Hermano Pedro, si ya le diste su escarmiento, ¿por qué luces tan disgustado? Deberías estar satisfecho.Pedro dio un trago a su copa, sin responder.Manuel insistió, con cierta sorna: —Hermano Pedro, en este mundo hay más mujeres que sólo tu esposa, y más hombres que sólo tú. Si no la retienes, seguro que otro...Antes de que pudiera terminar de hablar, Manuel soltó un gemido.Pedro le asestó una fuerte patada en la r
Alejandro pudo salir temporalmente de la comisaría, aunque las autoridades correspondientes aún tenían que verificar algunos detalles, por lo que tendría que seguir colaborando con la investigación.Bella estaba preguntándose quién habría denunciado a M•Q, cuando uno de los sirvientes le informó que habían llegado visitas y que su abuelo la esperaba en la sala.A Bella le resultó extraño que alguien viniera a esa hora y que su abuelo quisiera que ella bajara.Así que se puso una chaqueta y bajó.En la sala, además de su abuelo, se encontraba ¡Teresa!Teresa vestía un elegante vestido verde oscuro con un cinturón a la cintura, y una chaqueta negra. Llevaba el cabello recogido en un moño, dejando ver su esbelta figura.A pesar de haber pasado ya los cincuenta años, Teresa no aparentaba su edad. Sentada allí, lucia serena, refinada y apacible, como una pintura.Bella no había tenido contacto con ella desde aquel día en que le envió un mensaje tras el divorcio. Y sin embargo, ahí estaba, v
Teresa también escuchó la voz de su hijo.Mirando el ceño ligeramente fruncido de Bella, Teresa explicó suavemente: —Bella, yo no he traído a Pedro.Bella se sintió un poco avergonzada por la explicación de Teresa.Pedro ni siquiera estaba muy dispuesto a ver a Teresa, ¿cómo iba a venir con ella a la familia Fernández?—Señora Romero, solo me sorprendí y no te culpo de esto. —dijo Bella.Teresa sonrió y miró la hora en su reloj—. Ya es tarde, me voy a regresar.—Te acompaño a la salida.—Bueno.Bella acompañó a Teresa hasta la puerta, y allí estaba Pedro, tal como lo había imaginado.Seguía vistiendo un traje negro ajustado, erguido y elegante, mientras hablaba con su abuelo.Al ver a ella y a Teresa salir, Pedro giró su mirada hacia ellas.Tal vez fue una ilusión suya, pero le pareció que la mirada de Pedro brilló un poco al verla.—Pedro, ¿has venido a ver a Bella? —preguntó Teresa con amabilidad.Pedro la saludó con cierta frialdad: —Madre, he venido a hablar con el abuelo sobre uno
Alberto le dijo con pesar: —No es necesario que te mantengas tan ocupada, aún no te has recuperado por completo, deberías descansar más.—No te preocupes, no estoy cansada —respondió Bella mientras seguía con sus tareas.Alberto le preguntó: —Bella, Pedro vino hace un rato, ¿no tienes ni siquiera interés en preguntarle cómo está?Bella respondió con indiferencia: —¿Abuelo, acaso no ibas a contarme?Alberto sacudió la cabeza sin insistir más.Luego le informó que Pedro les había recordado que debían manejar bien el asunto de los impuestos de MQ. El pedido que les había conseguido la familia Pérez tenía estipulaciones muy estrictas en el contrato, y si surgían problemas de reputación con MQ, tendrían que pagar una multa por incumplimiento.Al escuchar esto, Bella recordó que si bien Pedro había ayudado a modificar algunos puntos abusivos en el contrato, seguía habiendo varias cláusulas muy duras.Bella había sospechado antes que quizás Pedro tuviera algo que ver con el incidente repentin
Al escuchar las palabras de Alberto, su tío y tía volvieron a mostrar expresiones de incredulidad.—Abuelo Fernández, tío y tía, recuerdo que tengo un asunto urgente que atender, así que voy a salir primero.Darío sabía que era hora de irse, así que se levantó y se despidió.Antes de irse, le dirigió a Bella una sonrisa tranquilizadora y reconfortante, indicándole que se pondría en contacto con ella más tarde.Bella asintió ligeramente con la cabeza.—Papá, ¿cómo pudiste permitir que Bella se divorciara de Pedro!Tan pronto como Darío se fue, Alejandro dijo con enojo: —¡Usted bien sabe la situación actual de la empresa! Hay muchos que quieren aprovecharse de la situación, y si no tuviéramos el nombre de la familia Romero, ¿cómo podríamos mantenernos a flote en el futuro?—Sí, papá, muchos quisieran tener alguna conexión con la familia Romero, y usted, en cambio, ha dejado escapar a este yerno. Patricia también estaba muy enojada.—Tío, tía, no culpen al abuelo.Bella finalmente no pudo
¡Disparate! —exclamó Alberto, deteniéndola—. ¿Cómo se te ocurre ir a pedirle dinero a la familia Romero después de haberte divorciado? ¡Esto se acabó! ¡Que nadie se atreva a aprovecharse de la familia Romero! —ordenó en tono severo.Alberto dio una orden rotunda: —¡Si me entero de que andan ustedes haciendo algo mal o echándole la culpa a Bella por el divorcio, no se quejen de que no seré nada amable!Alberto, a pesar de su avanzada edad y jubilación, aún conservaba su imponente presencia y autoridad, siendo el principal accionista de M·Q, por lo que Alejandro y Patricia no se atrevieron a rebatir.Sin embargo, en su interior bullían la inconformidad y el resentimiento.Al salir de la familia Fernández, seguían llenos de ira.—¿Y si enviamos a Sara a acercarse a Pedro? —propuso Patricia.Alejandro frunció el ceño. —¿Crees que funcionaría?—¿Por qué no? —afirmó Patricia con seguridad—. Nuestra Sara es más joven y guapa que Bella. Si Pedro se casó con ella, también podría casarse con nue
Sara le informó: —Cuando Claudia me vio, era evidente que se puso un poco nerviosa. Pero enseguida volvió a mostrarse como si nada, y como fue mi madre quien le pidió que fuera al despacho, no mencioné nada a nadie.Bella frunció el ceño. —¿Así que ahora Claudia tiene libre acceso a tu casa?—Sí, y aunque yo mantengo las distancias, ella ha conseguido ganarse el cariño de mi madre, ¡ahora mi madre la trata incluso mejor que a mí!Al escuchar estas palabras de Sara, Bella no pudo evitar recordar el reciente escándalo fiscal de M·Q.¿Acaso tendría algo que ver Claudia con eso?Si Claudia realmente hizo eso, seguramente fue porque Anna le dijo que lo hiciera.¡Anna era realmente despiadada, siempre buscando la forma de hundir a la familia Fernández!—Esta información me resulta muy útil, gracias por compartirla. Mantendré el contacto por si surge algo más.Después de colgar con Sara, Bella decidió llamar a Daniel.Quería verse a la tarde siguiente.Daniel parecía de mal humor, su tono de
Fiona lo vio y se apresuró a decir: —No se preocupe, me concentré tanto en recoger que olvidé la hora, ¿quiere descansar ahora? Saldré de inmediato y continuaré mañana.—No es necesario que sigas recogiendo —dijo Pedro sin expresión, —déjalo así.Fiona no terminó de entender, pero obedeció. —Bien, señor.Diciendo esto, Fiona colocó las ropas que tenía en la mano en el armario y, al darse la vuelta, accidentalmente derribó una bolsa de papel que estaba en el suelo.De la bolsa se asomó una caja de regalo de color púrpura.—¿Qué es eso? —preguntó Pedro echándole un vistazo.Fiona se apresuró a recogerla. —Es algo que la señora compró hace dos o tres meses. Le tenía mucho aprecio y me encargó que no lo tocara. No sé por qué no se lo llevó cuando recogía las cosas.—Señor, ¿quiere que pregunte a la señora si se le olvidó?Pedro no respondió, sino que tomó la bolsa y sacó la pequeña caja púrpura.Al abrirla, dentro había un par de gemelos de diamantes.Los gemelos estaban primorosamente hec