19. El lago

El clima era perfecto.

Ian era perfecto.

El lago era perfecto.

Cualquiera que nos viera podría decir que estabamos hechos para estar juntos.

Él pescando y yo en la orilla junto a él animandolo a que pescara más y más como si no hubiera un mañana, el sol nos alumbró queriendo hacernos compañía.

Observarlo celebrar conmigo sus hazañas hizo que la poca decencia que había en mi se esfumara, mi integridad moral era historia ya y todo por habersela vendido a un hombre como Damián, engreído, egoísta y cruelmente perverso. Nada que ver con el gentil hombre que hay en frente mío, que sonríe, que grita, abraza y siente de una manera en la que cualquier mujer desearía poder formar parte de su vida. 

Qué tonta he sido.

Nada de lo que pudiera ofrecerme Damián podría compararse a lo que Ian me proporcionaba con solo una
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