Kael abrió los ojos, completamente desconcertado. No podía asimilar como la sugestión de borrado de memoria que el supremo había realizado en Cloe parecía haberse roto.—Señora, está equivocada —intentó calmarla, aunque su voz sonaba algo tensa—. El supremo no es un criminal. Le aseguro que el hombre que menciona está vivo.—¡Mentira! —gritó Cloe, dando un paso atrás—. No sé cómo supiste que estaba llamando a la policía, pero sé que ustedes no son normales. Hay algo extraño en ese lugar al que llaman manada. ¿Qué son ustedes? —Su tono era casi de pánico—. Siempre pensé que la existencia de seres sobrenatural era pura ficción, pero recuerdo cómo a tu jefe le cambian el color de los ojos, y cómo se mueve… —susurró, más para sí misma que para Kael.Kael, preocupado, abrió un vínculo mental con su alfa supremo para informarle de la situación.—Luna, está confundida— respondió siguiendo las indicaciones de Ethan.—¡Maldito seas, deja de llamarme “Luna”! —Cloe respiró entrecortado, y furios
Una chispa de ira y desesperación se encendió en su interior al ver su rostro tan tranquilo, como esos orbes grises con tonalidades verdes la penetraban con una calma perturbadora.—Tus manos son suaves —murmuró él, con esa voz que tanto la perturbaba, sonriendo ligeramente.Cloe no lo pensó; fue un impulso, una reacción visceral. Rápidamente, su mano voló hacia el bolígrafo que había colocado estratégicamente en su cabello. En un arrebato de furia y desesperación, lo tomó y, sin detenerse, lo clavó en el pecho de Ethan con todas sus fuerzas.El sonido del impacto fue sofocado, por apenas un jadeo contenido, y en ese instante Cloe sintió un estremecimiento de horror recorrerle todo el cuerpo. Miró su mano, horrorizada, viendo el bolígrafo aún en el pecho de Ethan. Quiso soltarlo y retirar la mano, pero él, con una sonrisa siniestra, le sujetó la mano con firmeza, manteniendo el bolígrafo enterrado en su piel. Sus miradas se cruzaron, y los ojos de Ethan ardían con una intensidad que
—Nunca me acostaría con un tipo como tú. Cloe quiso herir el orgullo de Ethan para que esa maldita sonrisa ladina que la irritaba tanto se borrara de sus labios, pero Ethan ni se inmutó. Si no que abrió la boca y luego le dijo en un cálido y grave murmullo justo muy cerca de su oído: —Te tragarás esas palabras cuando grites mi nombre y ruegues por el placer que yo solo puedo darte. Él no podía entender qué le estaba pasando con Cloe, con cada segundo que pasaba olvidaba a su difunta luna, Cloe estaba acaparando todo de él. No lo sabía a ciencia cierta, pero había algo de lo que sí estaba seguro: le encantaba la forma en la que ella abría los ojos, demostrando cuán sorprendida estaba cada vez que él le decía algo que, al principio, la hacía querer asesinarlo.Cada vez que ella arrugaba la nariz, él sentía una fascinación inexplicable, aunque también lo llenaba de un pánico sutil. Estar a solas con ella, en esa cercanía que parecía acortar la distancia entre sus cuerpos y mentes, l
Mientras el auto avanzaba por el camino cubierto de sombras, Cloe observaba el bosque frondoso que se extendía como un manto espeso a ambos lados de la carretera. Para ella era un lugar desconocido, y aunque la oscuridad de los árboles era impenetrable, se esforzaba en memorizar cada tramo del trayecto. No tenía idea de cuán lejos estaban de su hogar ni de cuánto faltaba, pero seguía cada curva, cada rama retorcida y cada hueco entre los árboles con la esperanza de recordar el camino de regreso. El aire se sentía denso, y ella se sumergió en sus pensamientos, buscando distracción en la opresiva tranquilidad del bosque.De repente, una mano rozó la suya. El contacto la hizo girar bruscamente la cabeza, encontrándose con la mirada tranquila de Ethan, quien estaba sentado a su lado en el asiento trasero. Su expresión, tan fría y controlada, contrastaba con la familiar electricidad que le provocaba ese toque. Apartó la mano de inmediato, sin disimular el desprecio en su rostro, aunque e
Cloe esperaba impaciente en una de las terrazas del castillo, observando los muros que se alzaban a su alrededor, sofocantes, como si quisieran cerrarse sobre ella. En ese momento, los pasos resonantes de tacones altos la hicieron girarse, y allí estaba la madre de Ryan, con una expresión afilada que le heló la sangre.—Tu futuro es sombrío. Estás en el lugar equivocado; vete si no quieres acabar muerta como la luna anterior —dijo la mujer, y el tono helado de su voz hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Cloe.La observó alejarse con una sensación de desasosiego en el pecho, murmurando casi para sí misma: —Qué miedo… — mientras se acariciaba el pecho, intentando calmar el palpitar ansioso de su corazón. Tanto aquella mujer como Caleb parecían rodeados de un aura oscura que transmitía un terror inexplicable.Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio acercarse a Samira, guiada por una empleada del servicio. La emoción la llenó, olvidando por un instante el peso del mied
Cloe y Samira caminaban exhaustas, alumbrando el oscuro y vasto bosque con la luz tenue de sus teléfonos móviles. El hambre les pesaba en el estómago, el frío mordía sus huesos y el dolor en sus pies hacía que cada paso pareciera eterno. Habían pasado el día entero siguiendo las vagas indicaciones de Liora, sin más guía que una intuición desgastada.—¡Maldita sea! Este lugar es tan inmenso que ni siquiera hemos llegado a la carretera —gritó Cloe, frustrada y temblando. El miedo comenzaba a invadirla por completo; estar en el corazón de un bosque desconocido en plena noche no era, en absoluto, la situación que deseaba. Aunque la luna brillaba sobre sus cabezas, las densas copas de los árboles bloqueaban la mayor parte de su luz, envolviéndolas en una penumbra inquietante.—Cloe, volvamos. Es lo más sensato. No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento —le pidió Samira, con voz cargada de ansiedad y su respiración ya entrecortada.—No… No pienso regresar, ni muerta. Ya logramos es
Cloe recordaba vívidamente cómo, hacía cuatro años, su auto se había apagado en una carretera desierta. Al salir a buscar señal para su teléfono, un gruñido feroz la había detenido en seco. Había girado para encontrarse con la mirada de una bestia salvaje; el lobo la había lanzado al suelo y había hundido sus colmillos en su nuca. Aquella experiencia la había dejado marcada de por vida, y el pánico que sentía ahora era un eco de aquel horror.«No puedo morir aquí. No le he hecho daño a nadie. Solo quiero vivir en paz. ¿Por qué me pasa esto?», pensaba Cloe en medio de su desesperación, sintiendo una rabia impotente contra el destino.Samira observaba el estado de shock de su amiga, consciente de que sus palabras no servirían de nada en ese momento. Estaban atrapadas, al borde de un precipicio; no había escape. «Rescátame, Dios, envía a alguien a salvarme. Daría lo que fuera por salir de aquí con vida», rogaba Cloe en silencio.Justo cuando parecía que no quedaba esperanza, un aullido
Ferus captó el olor a miedo que emanaba de Cloe, y comprendió que su presencia, en vez de reconfortarla, intensificaba su terror. Por eso, con una última mirada, Ferus se retiró, internándose entre los árboles hasta desaparecer de la vista.Instantes después, Cloe y Samira escucharon unos pasos. Y volvieron a temblar, pero en cuanto pudieron ver las figuras de tres hombres acercándose, respiraron más calmadas.—Son ellos—murmuró Samira mirando a Ethan, seguido de cerca por Noa y Kael Pero lo que le hizo fruncir el ceño era que Ethan solo estaba vistiendo un pantalón, luciendo su torso, corpulento y tatuado.Cloe alzó la vista, revelando sus ojos rojos e inundados de lágrimas, clavando su mirada en el rostro de Ethan como si verificara que realmente era él. Se puso de pie con inestabilidad y, sin mediar palabra, se abrazó a él.Aferrándose a él con la fuerza de quien busca una tabla en medio de una tormenta. Sus brazos temblorosos rodearon su torso desnudo, y helada y agotada, halló e