El día anterior, apenas y pudo concentrarse en dormir debido a las fastidiosas cosquillas en su estómago y el resonar de su insoportable corazón.
Rodó por unas dos horas en la cama, pensando en muchas cosas, y la mayoría de ellas tenía relación con el príncipe Elion. Mismo que a escondidas, le acompañó hasta la puerta de su habitación envueltos en un silencio incómodo. Luciendo nervioso, distraído y con una incesante manía de desabotonar el primer botón de su camisa.
Ni siquiera le había pedido que le acompañase, ¿cómo se lo diría si no tenía cinco años para no saber por dónde ir en este inmenso palacio que conocía como la palma de su mano? De repente él se ofreció, cuando las sirvientas desaparecieron por el pasillo contiguo y las luces dentro de la casa comenzaron a apagarse
¿Qué estaba diciendo? ¡Necesitaba ir a terapia ahora mismo!Louise parpadeó perpleja cuando Elion le hizo un ademán, como diciéndole que continuara.Y no le prestó atención, porque no entendió.Su ceja se alzó en confusión, pero luego se percató de que se le había quedado mirando demasiado. Al punto de que sus alumnos comenzaron a voltearse hacia donde el príncipe se encontraba.“¡OOH! ¡Es el príncipe Elion!”El nombre de Elion fue tan dicho en esos cortos cinco segundos que su cabeza se quedó pensando solo en él. Como si no lo estuviera haciendo ya.Se quedó de pie frente a su escritorio, recostándose un poco de brazos cruzados viendo como la masa de niños se acercaba a él para saludarlo. Dejando en claro una vez más, que no importaba cuá
Ambos comenzaron a subir. Louise, de manera discreta le echaba un ojo a Elion por si necesitaba ayuda. Pero con suerte llegaron al segundo piso. —Está bien, gracias, supongo. Dámelos.—¿Qué? —Exclamó incrédulo, entre risas. —¿Supones? —Louise rodó los ojos. —Sí, supongo. ¿Puedes darme los cuadernos?—Puedo acompañarte hasta tu oficina y dejarlos ahí. No veo que sea un problema. —“No, pero yo me voy a volver una loca delirante si sigues aquí” Murmuró para ella misma. —No hace falta, puedo llegar por mi cuenta. Dámelos.Le esquivó. —Elion… no estoy de humor para jugar.Él enarcó una ceja, apartando los cuadernos de sus manos. —¿Es por eso que estás enojada conmigo?Louise frunció el ceño, y luego desvi&oacu
Elion, después de que el polvo no estuviera tan denso, examinó el sofá viejo con atención. Luego miró el gran ventanal de colores, y prefirió acercarse a él. Sentándose en el amplio marco, profundo.—Me habría gustado que me enseñases este lugar antes. —Ella se acercó, de brazos cruzados, o más bien abrazándose a sí misma. Se dedicó a observarlo por unos segundos, inmerso en el bonito ventanal que cubría su rostro de diferentes colores cuando se hallaba demasiado cerca de él. Las yemas de sus dedos iban por el cristal, ensuciándose de polvo que se limpiaba en su pantalón, a fin de cuentas, llenándose de suciedad.Pasado el tiempo, Louise se encaminó hacia él viendo a su alrededor con seriedad, y le habló. —No tenía idea de que te gustaban los lugares así.—¿As
—¿Y por qué nunca le has dicho esto a alguien? Louise, esos no son comportamientos normales. Es una obsesión que ese tipo tiene contigo. —Le apuntó con el índice, y se sintió como si estuviera siendo regañada, sabiendo que todo era culpa de las manipulaciones de Alan. Y todo lo que se refiriera al lado oscuro de la realeza. —¿Tú crees que no sé qué está obsesionado conmigo? ¿Cómo quieres que le diga esto a alguien? —Preguntó tosca, moviendo sus cejas. —¿Qué se lo diga a tu padre? ¿Qué crees que me dirá? Que estoy mintiendo, eso es lo que hará. Si la gente se entera, no haré nada más que cavar mi propia tumba. Antes que creerme a mí, le creerán al príncipe. Silencio lúgubre lleno el angosto espacio donde se encontraban. —¿A caso piensas que me gusta que me llame por apodos denigrantes? ¿Qué me bese a la fuerza cuando intento quitármelo de encima? ¿Tú crees eso? No puedo hacer nada. Nada, nada. No puedo hacerlo. Esa voz potente y firme, llena de
Junto al cántico dulce de los pájaros, los ojos de Louise se abrieron adormilados. Confusos, parpadeando repetidas veces en busca de un salón vacío, lleno de polvo y un picor en la nariz. Pero al tantear bajo sus manos, y sentir la suave sábana cubrirle…—¿¡Eh!? —Exclamó levantándose aturdida, con los ojos abiertos de sopetón y la respiración agitada. Miró en todas las direcciones posibles, con el ceño fruncido y clavó la mirada en sus sábanas oscuras. ¡De verdad… estaba en su habitación!“¿Fue un sueño?” Musitó confundida, revolviéndose el cabello en señal de ello. Nuevamente miró su alrededor, y pudo darse cuenta de que sí, definitivamente, estaba de vuelta en su habitación.No en un salón abandonado, en medio del polvo y telaraña
Pero… no negaba que había sonado cautivador…¡No!Apoyó sus manos sobre el escritorio, exhausta de esto. De negar eso que se estaba volviendo inevitable. Y, no era el momento de ponerse a debatir sobre qué era lo bueno, y qué era lo malo porque tenía mejores cosas que hacer…Pero quizás, su corazón estaba más concentrado en revolotear por culpa de ese imbécil, y… que le haya consolado… y visto en ese estado… ¡Qué horror! ¡Estaría abochornada de por vida!Se desconocía completamente. Desconocía esta parte tan ridícula e idiota de ella, y se quejaba mucho más de él, quien le hacía sacarla a la luz.—¡Ch-chicos! ¡N-necesito ir por un par de cosas ahora mismo! —Habló apresurada apilando una serie de papeles encima de l
Mientras la puerta se abría, Louise estaba sufriendo un ataque nervioso.—¡Su Majestad, es un honor para mí que usted me haya llamado!La indudable voz de carácter animado y seductor, encendió todas sus alarmas. Caterina había irrumpido en la habitación, portando un precioso y provocador vestido que no podía ser una vestimenta cualquiera de las concubinas. Además que, esa aura seductora y lujuriosa fue suficiente para hacerle irse por donde vino luego de una veloz reverencia.No tuvo que adivinar lo que sucedería a continuación, así que prefirió irse tragando todo lo que sentía en su interior. Llevándose consigo, la poca dignidad que le quedaba, arrastrándose por el suelo.Salir con la frente en alto, era algo muy suyo... Pero esta vez, el dolor y la vergüenza había sido tanta, que levantar el rostro le hací
—Eh… uh… He estado guiando al príncipe Elion desde su llegada... —“¿El que desapareció y volvió a aparecer?” Contestó la sorprendida mujer destruyendo la atmosfera silenciosa por unos segundos. —Mhm, ese mismo. Y… Recibí la orden de mantener mis ojos en él, pero… Hace unas semanas se esparció el rumor de… que éramos… amantes…Y no lo somos. Quiso decir con una fuerte seguridad que ahora mismo estaba demasiado lejos como para alcanzarla.Pero una punzada en su pecho provocó que pensara bien sus palabras. El tormento, lo cubrió al volver a fijar su mirada en la ventana, poniendo un mechón de su cabello detrás de la oreja.—¿Y lo son? —A pesar de que lo que hablaban era extremadamente delicado, Caterina no perdió el tiempo en indagar un poco más. P