—Me parece increíble que tu idea sea esta. —Habló irónica, y por lo bajo. Sabiendo que ambos estaban atrayendo la atención, luego de días de incertidumbre acerca de su falsa relación. Ugh…
—Yo sé que en el fondo estás sorprendida de mi astucia. —Le respondió de vuelta, casi burlándose. Ambos se dirigían hacia la máquina de chismes más cercana, la cual se trataba de la cocina. Dejando atrás a unas cuantas chicas sin vergüenzas que ni siquiera se tomaban el tiempo de verlos desaparecer para empezar a chismorrear.
En los planes de Elion, contarle a Louise lo que pasaba no era una opción. Le mantenía a su lado expectante, haciendo caso omiso a las miradas furiosas que le dirigía cuando escuchaba sus nombres. Ella se veía atemorizante, sin embargo, para Elion era divertido tenerle de ese modo.
Pero después de todo, prometió que le ayudaría, y eso iba a hacer ahora. Incluso si atraía otro rumor, esperaba que el de Louise desapareciera.
La tut
—Pero… no es obligatorio que debas asistir a alguna academia afuera para poder aprender. —Animó, levantándose de su silla y caminando cerca de él. —Siempre puedes adaptarte a cualquier situación, y si quieres aprender algo puedes hacerlo ahora. —¿Cómo…? ¿Cómo es eso? —Enarcó una ceja. —Es inútil, Louise. Si quiero recibir algo como esto, debo tomar clases como cualquier otra persona. —Señaló el pedazo de papel, mismo que Louise tiró lejos de ambos con el ceño fruncido. Vaya que se estaba poniendo seria. —Sí, sí. Es cierto, ¿para qué te voy a mentir? —Rodó los ojos, exasperada. —Pero lo que te digo es, ¿por qué no utilizar tu tiempo libre para algo que te guste hacer en un futuro? Algo que quieras hacer cuando no seas más una princesa encerrada en una torre. Elion soltó risas desordenadas bajando la mirada, provocándole una leve sonrisa. —Si vas a pasar todo tu tiempo aquí, pásalo haciendo algo que te gusta. ¿Hay algo que te guste?
Cruzó en la esquina, y se adentró a su oficina cuando escuchó ligeramente el aguacero que corría afuera. Era junio, así que no era raro ver este tipo de lluvias.Lo raro fue encontrar a Elion de lo más relajado sentado en el marco de su ventana. Cruzado de piernas, inútilmente, debido a lo largas que eran y el poco espacio que había en el ventanal.Ni siquiera le escuchó entrar, se quedó embelesado mirando su libreta, moviendo el lápiz y deteniéndose de a ratos al mirar por la ventana la fuerte lluvia. Louise caminó desde su estantería hasta su escritorio sin ser vista, lo cual le pareció gracioso. Elion solía decir que ella era distraída, pero era exactamente el burro hablando de orejas.No fue hasta que Louise cerró el cajón con un ruido sordo a propósito que le hizo a Elion botar el lápiz al suelo.
“¡¡Señorita Louise!!” Una masa de niños emocionados, y uno que otros lagrimeando, se acercó en forma de terremoto hacia ella, siendo abrazada por la cintura con tanta fuerza que casi cayó de bruces al suelo. —¡Le extrañamos mucho! Fue imposible ocultar la sonrisa que le produjo la bienvenida. ¡No se esperaba para nada que estuvieran tan felices! Y ella tampoco se quedaba atrás, porque después de tanto embrollo, por fin estaba haciendo lo que quería y gustaba. —¡Creí que ya no nos quería ver! —Farfulló una niña luciendo algo enojada, más el brote de una risa arruinó por completo esa fachada. Y como si estuviera lidiando con animales salvajes, otra niña más grande le empujó para obtener su atención. —¡Me aprendí la teoría de los teoremas de adelante hacia atrás, pregúnteme cualquier cosa! —¡Seguro se cansó de nosotros cuando Tim habló mal de usted la última vez! —Exclamó un pequeño niño de oscuro cabello castaño, de ojitos rasgad
Louise suprimió su extensa felicidad por el resto de la cena. Asintiendo a lo que los niños decían con gran efusión, degustando de la carne a la brasa cocinada en el punto perfecto. Más estaba perdida en sus propios pensamientos, picoteando la ensalada sin prestar atención.No estaba acostumbrada a ser tan… expresiva. Pero desde que se había tomado el tiempo de “dejarse llevar” por el maldito príncipe… había cambiado. Todo lo que le hacía feliz, se manifestaba en su rostro en segundos.Su trabajo y alumnos le hacían feliz. Elion, le hacía feliz.Un suspiro abandonó su boca, silencioso y desapercibido por todos.—¿Hola? ¿Me estoy perdiendo de algo, acaso?Un parpadeo y sus ojos se quedaron prendados sobre su vaso de vidrio. El contenido dentro de él comenzó a tambalearse cu
El día anterior, apenas y pudo concentrarse en dormir debido a las fastidiosas cosquillas en su estómago y el resonar de su insoportable corazón.Rodó por unas dos horas en la cama, pensando en muchas cosas, y la mayoría de ellas tenía relación con el príncipe Elion. Mismo que a escondidas, le acompañó hasta la puerta de su habitación envueltos en un silencio incómodo. Luciendo nervioso, distraído y con una incesante manía de desabotonar el primer botón de su camisa.Ni siquiera le había pedido que le acompañase, ¿cómo se lo diría si no tenía cinco años para no saber por dónde ir en este inmenso palacio que conocía como la palma de su mano? De repente él se ofreció, cuando las sirvientas desaparecieron por el pasillo contiguo y las luces dentro de la casa comenzaron a apagarse
¿Qué estaba diciendo? ¡Necesitaba ir a terapia ahora mismo!Louise parpadeó perpleja cuando Elion le hizo un ademán, como diciéndole que continuara.Y no le prestó atención, porque no entendió.Su ceja se alzó en confusión, pero luego se percató de que se le había quedado mirando demasiado. Al punto de que sus alumnos comenzaron a voltearse hacia donde el príncipe se encontraba.“¡OOH! ¡Es el príncipe Elion!”El nombre de Elion fue tan dicho en esos cortos cinco segundos que su cabeza se quedó pensando solo en él. Como si no lo estuviera haciendo ya.Se quedó de pie frente a su escritorio, recostándose un poco de brazos cruzados viendo como la masa de niños se acercaba a él para saludarlo. Dejando en claro una vez más, que no importaba cuá
Ambos comenzaron a subir. Louise, de manera discreta le echaba un ojo a Elion por si necesitaba ayuda. Pero con suerte llegaron al segundo piso. —Está bien, gracias, supongo. Dámelos.—¿Qué? —Exclamó incrédulo, entre risas. —¿Supones? —Louise rodó los ojos. —Sí, supongo. ¿Puedes darme los cuadernos?—Puedo acompañarte hasta tu oficina y dejarlos ahí. No veo que sea un problema. —“No, pero yo me voy a volver una loca delirante si sigues aquí” Murmuró para ella misma. —No hace falta, puedo llegar por mi cuenta. Dámelos.Le esquivó. —Elion… no estoy de humor para jugar.Él enarcó una ceja, apartando los cuadernos de sus manos. —¿Es por eso que estás enojada conmigo?Louise frunció el ceño, y luego desvi&oacu
Elion, después de que el polvo no estuviera tan denso, examinó el sofá viejo con atención. Luego miró el gran ventanal de colores, y prefirió acercarse a él. Sentándose en el amplio marco, profundo.—Me habría gustado que me enseñases este lugar antes. —Ella se acercó, de brazos cruzados, o más bien abrazándose a sí misma. Se dedicó a observarlo por unos segundos, inmerso en el bonito ventanal que cubría su rostro de diferentes colores cuando se hallaba demasiado cerca de él. Las yemas de sus dedos iban por el cristal, ensuciándose de polvo que se limpiaba en su pantalón, a fin de cuentas, llenándose de suciedad.Pasado el tiempo, Louise se encaminó hacia él viendo a su alrededor con seriedad, y le habló. —No tenía idea de que te gustaban los lugares así.—¿As