Capítulo 5
Armando llegó extenuado a casa del trabajo, apenas se cambió los zapatos cuando mi abuela comenzó a quejarse del terrible comportamiento de Isabela. Cuando escuchó que Isabela me había llamado "monstruo", el rostro de Armando se ensombreció de inmediato.

—¡Esa mujer! —exclamó con furia, y subió las escaleras.

Sentí una pequeña decepción; ¡me perdí el verdadero espectáculo! Pero mi abuela, de manera inteligente, me tomó en brazos y subió conmigo, avivando las llamas del conflicto. ¡Qué abuela tan maravillosa!

Cuando Armando abrió la puerta de un golpe, Isabela se estaba tranquila maquillando. El ruido la sobresaltó. Con los ojos rojos e hinchados, se acercó a Armando con voz dulce y afectada:

—Mi amor, ¡has llegado!

Su voz era suave, pero la marca de la bofetada en su rostro contrastaba de forma llamativa. Estaba pensando en lo fuerte que había sido la mano de mi abuela cuando ella intervino, furiosa:

—¡Qué descarada eres! ¡Aprendiste esa artimaña para hacerme daño!

La expresión de Armando, que antes mostraba un poco de compasión, cambió de forma drástica. Mi abuela, con mí en brazos, se abalanzó furiosa sobre Isabela y comenzó a darle bofetadas.

Armando la detuvo:

—Mamá, ¿qué haces golpeando a Isa…?

Isabela permaneció paralizada como tonta. Mi abuela dijo:

—¡Eres un idiota! ¡Abre los ojos y mira esto!

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