Capítulo 10
Hubo un tiempo en que… Isabela, con sus secuaces, me arrastraba desde la salida del colegio hasta un auto y me llevaban a su casa.

—Señorita Álvarez, ¡por favor, déjeme ir! ¡Haré lo que me diga! — le suplicaba.

Ella, sin hacerme caso alguno, me empujaba adentro con mucha fuerza, con una expresión de alivio en el rostro.

—Manuela, eres tan guapa… ¿Acaso no quieres ligarte a los hombres? Pues aquí tienes uno, ¡aprovéchalo! — dijo, cerrando la puerta de un solo golpe con mucha rabia. La habitación quedó sumergida en la oscuridad.

Mis súplicas eran inútiles. Justo cuando perdía toda la esperanza, la puerta se abrió.

La luz de la luna lo iluminaba todo a su alrededor. No sabía qué me esperaba… Sus ojos me observaban fijamente, me sentía bastante incómoda. Le rogué que me dejara ir. Él rió, acercándose a mí. Mi corazón latía con mucha fuerza; retrocedí, y él soltó una repentina carcajada estúpida.

Me observó un rato más, luego sacó un cinturón. Luchaba, pero él era mucho más fuerte. El cintu
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