Elizabeth.No sé cuánto ha pasado desde lo sucedido, he perdido la noción del tiempo. Sigo viendo todo negro, y no he visto a Aarón, puesto que solo ha desaparecido sin más. No entiendo nada, solo quiero despertar, siento esa sensación de miedo que no me gusta.—Hola…—Escucho una voz lejana. Veo a todos lados intentando saber de donde proviene.—¿Quién es?—mi voz sale más temblorosa de lo que me gustaría admitir, veo como una figura va apareciendo poco a poco. Me doy cuenta de que es una mujer de piel pálida, cabello castaño y ojos rojos. Ella me ve y me sonríe.—¡Oh! Nos vemos nuevamente princesa. — Frunzo el ceño sin comprender a qué se refiere. —Supongo que no me reconoces ni la voz, me siento ofendida.—empieza a reír y es ahí cuando reconozco su voz. Ella es el bosque del infierno.—¿Cómo es…?—Creo haberte dicho que no solo sé matar.—Se encoge de hombros. Se acerca a pasos lentos intentando intimidarme. Me quedo en mi sitio intentando mantener la calma. —No sabes cuánto he esper
Froilán. Sus ojos la examinan detalladamente y parece confundida, y es allí cuando me doy cuenta de que ella no tiene idea de quién es. Leonore se fue cuando ella era muy pequeña y no me sorprende que no la recuerde. Voy a ella pensando en explicarle, pero leonore habla primero.—¡Oh! Al fin despiertas —ella intenta abrazarla, pero Elizabeth es más rápida y termina por tumbarla en el suelo, al mismo tiempo ella se levanta y viene a mí cubriéndome con sus brazos en mi cintura.—¿¡Qué le pasa!? ¿Quién es esta mujer? —pregunta dirigiéndose a mí. Trago en seco porque aunque está desconcertada sé que también está furiosa. La separo un poco de mí tomando su cara en mis manos.—Tranquila. Ella es… —Leonore se levanta y habla antes de que yo pueda terminar la frase.—Soy tu madre cariño. ¿No me recuerdas? —hace el amago de tomarla, pero Elizabeth la vuelve a esquivar.—¿Tú? —su expresión cambia y se separa de mí encarándola, se ríe a carcajadas en su cara, ella no lo toma bien, se pone roja d
Selena.Momentos antes y después de que Elizabeth se despertara. Desde que tengo memoria he vivido rodeada de magia y de brujas, nunca había salido más haya del pueblo de las brujas, y eso es porque Agnes lo tenía prohibido para las que tuviera potencial.Yo era parte del Aquelarre número 3. El sistema de crianza y estudio de las brujas era diferente a todos en Nirvana. Desde que demostramos nuestras cualidades, Agnes nos hacía explotar nuestro poder, y la que le veía más potencial la subía de nivel, los cuales van desde el 1 al 10, cada mes teníamos que demostrar que tan capaces éramos.Con el tiempo demostré más potencial que cualquiera en los niveles, pero a medida que avanzaba perdía el interés de formar parte del Aquelarre. Agnes puede ser muy despiadada con otras especies, pero con las suyas es muy solidaria. Cuando lo tuve muy claro le pedí dejarme vivir en el pueblo y tener una tienda de flores, al principio no estuvo de acuerdo, puesto que estaba ya en el nivel 3, pero lo com
Elizabeth. Esté día al igual que los siguientes, no podía hacer gran cosa, ya que mi padre decidió que era mejor quedarme un tiempo más sin salir del palacio, le preocupa que me volviera a pasar lo mismo. Ahora que lo recordaba noto que no se encuentra entra en el palacio según los guardias había salido a atender asuntos reales. Estaba algo aburrida, por lo que subo hasta la habitación de Selena, por el hecho de que ella no se le tiene permitido bajar hasta que caiga la noche.Tocó un par de veces, pero Selena no habré. Unos pequeños sollozos hacen que abra la puerta sin esperar más a que me abra. Para mi sorpresa encuentro a Selena enrollada en sus sábanas soltando pequeños sollozos. —¿Selena? —Ella no se levanta, al contrario, se enrolla más en las sábanas. —¿Qué sucede? —pregunto cerrando la puerta a mis espaldas, camino despacio hasta llegar a la esquina de su cama. —¿Te sientes mal? ¿Quiere que llame a mi padre? —al decir lo último se quita las mantas de enzima y me mira supl
Leonore. La pelirroja era caracterizada por su arrogancia y sensualidad, no había hombre que le dijera que no, a cualquiera de sus caprichos. Jamás le gustaba perder, jamás se dejaba quitar lo suyo. No era buena perdedora, eso lo sabía bien, pero no era algo que le molestara. Su orgullo siempre podía más que su razonamiento, por eso en el momento en que la mujer de ojos peculiares le dijo que era la esposa de Froilán sintió que había perdido, que le habían arrebatado algo de mucho valor, aunque no lo viera de esa forma al cien por ciento. Sabía que había hecho mal en abandonar a su hija y dejar a su esposo, pero lo cierto era que no sentía el más mínimo remordimiento por ellos. Ella amaba a Nicolás, en el momento en que regresó ella quiso estar con él y perdonar su engaño de cuando eran adolescentes. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que ella quería poder, le gustaba saber que sus dotes le abrían puertas inimaginables para su mente. Dicen que una vez pruebas el poder ja
Elizabeth. El que el príncipe de los demonios me esté acechando, no es nada bueno. Conozco a todos y cada uno de este reino.Yo no pierdo el tiempo. Seré la futura reina y para ello necesito saber quién habita en cada rincón de este reino, por lo que sé muy bien quién es la familia que gobierna a los demonios. Erlik es un hombre despiadado y audaz, al igual que su esposa frívola y estratega. Así que dudo mucho que sus hijos sean unos estúpidos. Abalam quiere algo que por supuesto no le voy a dar, pero lo que sí haré es que él me dé algo a mí. Tengo a mi favor el hecho de que me subestime y que tenga una arrogancia tan alta que no es capaz de aceptar que hay personas más astutas que él. Un ruido en mi ventana hace que me levanté de golpe recordando mi otra visita. Rápidamente, abro la ventana y el joven Trevor entra a mi habitación. -¿Estás lista? -Cuestiona mirando mi atuendo. Niego y corro a ponerme algo más acorde, cuando acabó él asiente en aprobación. -Sígueme. Sin perder el t
Froilán. Frotó mi cien y pasó las manos por mi cara exhausto por todo, en unos días tengo reunión con el consejo y la situación con mi hija y Selena no da inicio de mejorar por ningún lado. No voy a decir que me arrepiento porque no lo hago, pero tampoco quiero estar así, sé que Leonore no merece ni quisiera mis pensamientos, sin embargo, es malditamente imposible olvidar todo de la noche a la mañana. Tal y como años anteriores supo meterse en mi mente de nuevo, no tengo ni idea de cómo, pero pasó. Un momento estaba revisando unos documentos y al otro la estaba empotrado en mi escritorio. Sé lo que quiere no soy tonto, pero mentiría si digo que no quiero caer es su juego. Paso el día entre papeles y reuniones para distraer mi mente y no acumular trabajo. Todo el que no conozca de la monarquía, pensara que al ser el rey y tener al consejo que se encarga de los asuntos de cada lugar de este reino, no tengo nada más que hacer que solo dar órdenes y esperar cómodo en mi trono. Pero la
Elizabeth. Vemos el lugar en silencio, contemplando lo hermoso que es. Suelto a Abalam para no incomodar las cosas.—¿Qué hacemos aquí? —pregunta él.—Contemplar la vista. —Respondo con serenidad. Su ceño se frunce y me ve con suspicacia. —No te creo.—Yo a ti tampoco, pero aquí estamos. Mintiéndonos mutuamente. —Me encojo de hombros sin perder mi calma.—¿De dónde has sacado las rosas? — Cambia la conversación, drásticamente.—Pienso que eso no le incumbe —Doy unos pasos por el sitio tocando las rosas. —Son hermosas, ¿no cree usted? —¿Por qué no me titubeas? Me gusta como suena mi nombre cuando lo dices —Sugiere —Y sí, son muy hermosas. —Se acerca y posa su mano en la mía tocando la rosa en mi mano. Mi mirada va a sus anillos y me percató del tatuaje que tiene en su torso, a primera vista parecen líneas sin sentido, pero luego de prestar más atención te das cuenta de que son serpientes pequeñas.—¿Te gusta? —pregunta con aire arrogante. —Sí, una criatura hermosa. — No lo niego, pa