Elizabeth. Esté día al igual que los siguientes, no podía hacer gran cosa, ya que mi padre decidió que era mejor quedarme un tiempo más sin salir del palacio, le preocupa que me volviera a pasar lo mismo. Ahora que lo recordaba noto que no se encuentra entra en el palacio según los guardias había salido a atender asuntos reales. Estaba algo aburrida, por lo que subo hasta la habitación de Selena, por el hecho de que ella no se le tiene permitido bajar hasta que caiga la noche.Tocó un par de veces, pero Selena no habré. Unos pequeños sollozos hacen que abra la puerta sin esperar más a que me abra. Para mi sorpresa encuentro a Selena enrollada en sus sábanas soltando pequeños sollozos. —¿Selena? —Ella no se levanta, al contrario, se enrolla más en las sábanas. —¿Qué sucede? —pregunto cerrando la puerta a mis espaldas, camino despacio hasta llegar a la esquina de su cama. —¿Te sientes mal? ¿Quiere que llame a mi padre? —al decir lo último se quita las mantas de enzima y me mira supl
Leonore. La pelirroja era caracterizada por su arrogancia y sensualidad, no había hombre que le dijera que no, a cualquiera de sus caprichos. Jamás le gustaba perder, jamás se dejaba quitar lo suyo. No era buena perdedora, eso lo sabía bien, pero no era algo que le molestara. Su orgullo siempre podía más que su razonamiento, por eso en el momento en que la mujer de ojos peculiares le dijo que era la esposa de Froilán sintió que había perdido, que le habían arrebatado algo de mucho valor, aunque no lo viera de esa forma al cien por ciento. Sabía que había hecho mal en abandonar a su hija y dejar a su esposo, pero lo cierto era que no sentía el más mínimo remordimiento por ellos. Ella amaba a Nicolás, en el momento en que regresó ella quiso estar con él y perdonar su engaño de cuando eran adolescentes. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que ella quería poder, le gustaba saber que sus dotes le abrían puertas inimaginables para su mente. Dicen que una vez pruebas el poder ja
Elizabeth. El que el príncipe de los demonios me esté acechando, no es nada bueno. Conozco a todos y cada uno de este reino.Yo no pierdo el tiempo. Seré la futura reina y para ello necesito saber quién habita en cada rincón de este reino, por lo que sé muy bien quién es la familia que gobierna a los demonios. Erlik es un hombre despiadado y audaz, al igual que su esposa frívola y estratega. Así que dudo mucho que sus hijos sean unos estúpidos. Abalam quiere algo que por supuesto no le voy a dar, pero lo que sí haré es que él me dé algo a mí. Tengo a mi favor el hecho de que me subestime y que tenga una arrogancia tan alta que no es capaz de aceptar que hay personas más astutas que él. Un ruido en mi ventana hace que me levanté de golpe recordando mi otra visita. Rápidamente, abro la ventana y el joven Trevor entra a mi habitación. -¿Estás lista? -Cuestiona mirando mi atuendo. Niego y corro a ponerme algo más acorde, cuando acabó él asiente en aprobación. -Sígueme. Sin perder el t
Froilán. Frotó mi cien y pasó las manos por mi cara exhausto por todo, en unos días tengo reunión con el consejo y la situación con mi hija y Selena no da inicio de mejorar por ningún lado. No voy a decir que me arrepiento porque no lo hago, pero tampoco quiero estar así, sé que Leonore no merece ni quisiera mis pensamientos, sin embargo, es malditamente imposible olvidar todo de la noche a la mañana. Tal y como años anteriores supo meterse en mi mente de nuevo, no tengo ni idea de cómo, pero pasó. Un momento estaba revisando unos documentos y al otro la estaba empotrado en mi escritorio. Sé lo que quiere no soy tonto, pero mentiría si digo que no quiero caer es su juego. Paso el día entre papeles y reuniones para distraer mi mente y no acumular trabajo. Todo el que no conozca de la monarquía, pensara que al ser el rey y tener al consejo que se encarga de los asuntos de cada lugar de este reino, no tengo nada más que hacer que solo dar órdenes y esperar cómodo en mi trono. Pero la
Elizabeth. Vemos el lugar en silencio, contemplando lo hermoso que es. Suelto a Abalam para no incomodar las cosas.—¿Qué hacemos aquí? —pregunta él.—Contemplar la vista. —Respondo con serenidad. Su ceño se frunce y me ve con suspicacia. —No te creo.—Yo a ti tampoco, pero aquí estamos. Mintiéndonos mutuamente. —Me encojo de hombros sin perder mi calma.—¿De dónde has sacado las rosas? — Cambia la conversación, drásticamente.—Pienso que eso no le incumbe —Doy unos pasos por el sitio tocando las rosas. —Son hermosas, ¿no cree usted? —¿Por qué no me titubeas? Me gusta como suena mi nombre cuando lo dices —Sugiere —Y sí, son muy hermosas. —Se acerca y posa su mano en la mía tocando la rosa en mi mano. Mi mirada va a sus anillos y me percató del tatuaje que tiene en su torso, a primera vista parecen líneas sin sentido, pero luego de prestar más atención te das cuenta de que son serpientes pequeñas.—¿Te gusta? —pregunta con aire arrogante. —Sí, una criatura hermosa. — No lo niego, pa
Elizabeth.El camino se me hace corto a pesar de que son unas cuantas horas, en cuanto llegamos al palacio de las hadas, unos guardias bajan mis cosas y salgo del vehículo. El palacio es increíblemente hermoso y gigantesco, es el doble que el de mi familia.En la entrada se encuentra Halley esperándome, avanzó hasta llegar a ella, quien parece un poco impaciente, sin embargo, aun así parece amable. —Al fin llegas. —Dice en voz suave e irritable. —Hola a usted también. —Digo con sarcasmo, cosa que no toma muy bien, puesto que me da una mirada para nada gentil. —Una de las criadas te guiará a tu habitación. —Es todo lo que dice antes de irse. No pasa mucho cuando tengo al lado a una joven que no debe tener más de quince.—Sígame por favor. —apenas logró escuchar lo que dice. No digo nada, solo la sigo, el lugar es inmenso, por lo que es fácil perderse. Vamos en silencio hasta el tercer piso y nos detenemos en un pasillo con un montón de puertas. La luz en el sitio es escasa —Esta es l
Abalam. Semanas atrás. —¿Pará qué me necesitas Erlik? —Cuestionó al llegar dónde está sentado en su trono junto a mi madre. Me posiciono frente a ellos con mis manos detrás de mi espalda y comienzo el duelo de miradas con mi padre. Se ha vuelto costumbre ver quien retrocede primero, pero ninguno lo hace. —Te llamé porque necesito que te encargues de alguien. —frunzo el ceño en confusión, no es la primera vez que me manda a matar a alguien, pero por ahora todo en el reino está tranquilo, no entiendo a quien quiere desaparecer. —Tú solo di el nombre. —digo con seguridad. —Elizabeth Bathory. —Tardó un momento para saber de quién habla, hasta que su imagen aparece en mi mente. —¿La futura reina de los humanos? —Suelto en absoluta confusión. —Sí. —Responde de lo más normal. —¿Por qué quiere matar a la futura reina? —Cuestiono, suelta una carcajada siniestra y perturbadora que haría correr a cualquiera que no sea un demonio. —No la vas a matar. —sentencia dejándome desconcertado. —
Elizabeth. Coloco mis manos en su cien y hago lo único que se me ocurre.—Libertad para su alma por la eternidad —eso parece funcionar, ya que empieza a reaccionar. —Ah, ¿Qué sucedió? ¿Por qué estoy aquí? —se levanta de golpe desorientada, la imito y me acerco lentamente a ella. —Calma, soy Elizabeth. —Eso causa que en su mirada se refleje el miedo. —T-tú. T-tienes que irte. —Tartamudea con preocupación. —Sabes mejor que nadie que no puedo escapar de ellos. —Suelto con molestia. —Lo sé, lo siento. Solo que, quisiera ayudarte. —La miro confundida. —¿De qué hablas?—De lo que ellos te convertirán. Tú serás una más de ellos y si te opones de igual forma se saldrán con la suya. —Ahora es ella la que me da una mirada confundida —. ¿Por qué te ríes? —Ello no pueden controlarme. —Confieso y ella parece aún más confundida. —¿Cómo estás tan segura? —¿Quién te libero de su control?—Sus ojos se abren de par en par junto a su boca. —¿Cómo lo lograste? —Es un secreto. —Me encojo de hom