Elizabeth. El que el príncipe de los demonios me esté acechando, no es nada bueno. Conozco a todos y cada uno de este reino.Yo no pierdo el tiempo. Seré la futura reina y para ello necesito saber quién habita en cada rincón de este reino, por lo que sé muy bien quién es la familia que gobierna a los demonios. Erlik es un hombre despiadado y audaz, al igual que su esposa frívola y estratega. Así que dudo mucho que sus hijos sean unos estúpidos. Abalam quiere algo que por supuesto no le voy a dar, pero lo que sí haré es que él me dé algo a mí. Tengo a mi favor el hecho de que me subestime y que tenga una arrogancia tan alta que no es capaz de aceptar que hay personas más astutas que él. Un ruido en mi ventana hace que me levanté de golpe recordando mi otra visita. Rápidamente, abro la ventana y el joven Trevor entra a mi habitación. -¿Estás lista? -Cuestiona mirando mi atuendo. Niego y corro a ponerme algo más acorde, cuando acabó él asiente en aprobación. -Sígueme. Sin perder el t
Froilán. Frotó mi cien y pasó las manos por mi cara exhausto por todo, en unos días tengo reunión con el consejo y la situación con mi hija y Selena no da inicio de mejorar por ningún lado. No voy a decir que me arrepiento porque no lo hago, pero tampoco quiero estar así, sé que Leonore no merece ni quisiera mis pensamientos, sin embargo, es malditamente imposible olvidar todo de la noche a la mañana. Tal y como años anteriores supo meterse en mi mente de nuevo, no tengo ni idea de cómo, pero pasó. Un momento estaba revisando unos documentos y al otro la estaba empotrado en mi escritorio. Sé lo que quiere no soy tonto, pero mentiría si digo que no quiero caer es su juego. Paso el día entre papeles y reuniones para distraer mi mente y no acumular trabajo. Todo el que no conozca de la monarquía, pensara que al ser el rey y tener al consejo que se encarga de los asuntos de cada lugar de este reino, no tengo nada más que hacer que solo dar órdenes y esperar cómodo en mi trono. Pero la
Elizabeth. Vemos el lugar en silencio, contemplando lo hermoso que es. Suelto a Abalam para no incomodar las cosas.—¿Qué hacemos aquí? —pregunta él.—Contemplar la vista. —Respondo con serenidad. Su ceño se frunce y me ve con suspicacia. —No te creo.—Yo a ti tampoco, pero aquí estamos. Mintiéndonos mutuamente. —Me encojo de hombros sin perder mi calma.—¿De dónde has sacado las rosas? — Cambia la conversación, drásticamente.—Pienso que eso no le incumbe —Doy unos pasos por el sitio tocando las rosas. —Son hermosas, ¿no cree usted? —¿Por qué no me titubeas? Me gusta como suena mi nombre cuando lo dices —Sugiere —Y sí, son muy hermosas. —Se acerca y posa su mano en la mía tocando la rosa en mi mano. Mi mirada va a sus anillos y me percató del tatuaje que tiene en su torso, a primera vista parecen líneas sin sentido, pero luego de prestar más atención te das cuenta de que son serpientes pequeñas.—¿Te gusta? —pregunta con aire arrogante. —Sí, una criatura hermosa. — No lo niego, pa
Elizabeth.El camino se me hace corto a pesar de que son unas cuantas horas, en cuanto llegamos al palacio de las hadas, unos guardias bajan mis cosas y salgo del vehículo. El palacio es increíblemente hermoso y gigantesco, es el doble que el de mi familia.En la entrada se encuentra Halley esperándome, avanzó hasta llegar a ella, quien parece un poco impaciente, sin embargo, aun así parece amable. —Al fin llegas. —Dice en voz suave e irritable. —Hola a usted también. —Digo con sarcasmo, cosa que no toma muy bien, puesto que me da una mirada para nada gentil. —Una de las criadas te guiará a tu habitación. —Es todo lo que dice antes de irse. No pasa mucho cuando tengo al lado a una joven que no debe tener más de quince.—Sígame por favor. —apenas logró escuchar lo que dice. No digo nada, solo la sigo, el lugar es inmenso, por lo que es fácil perderse. Vamos en silencio hasta el tercer piso y nos detenemos en un pasillo con un montón de puertas. La luz en el sitio es escasa —Esta es l
Abalam. Semanas atrás. —¿Pará qué me necesitas Erlik? —Cuestionó al llegar dónde está sentado en su trono junto a mi madre. Me posiciono frente a ellos con mis manos detrás de mi espalda y comienzo el duelo de miradas con mi padre. Se ha vuelto costumbre ver quien retrocede primero, pero ninguno lo hace. —Te llamé porque necesito que te encargues de alguien. —frunzo el ceño en confusión, no es la primera vez que me manda a matar a alguien, pero por ahora todo en el reino está tranquilo, no entiendo a quien quiere desaparecer. —Tú solo di el nombre. —digo con seguridad. —Elizabeth Bathory. —Tardó un momento para saber de quién habla, hasta que su imagen aparece en mi mente. —¿La futura reina de los humanos? —Suelto en absoluta confusión. —Sí. —Responde de lo más normal. —¿Por qué quiere matar a la futura reina? —Cuestiono, suelta una carcajada siniestra y perturbadora que haría correr a cualquiera que no sea un demonio. —No la vas a matar. —sentencia dejándome desconcertado. —
Elizabeth. Coloco mis manos en su cien y hago lo único que se me ocurre.—Libertad para su alma por la eternidad —eso parece funcionar, ya que empieza a reaccionar. —Ah, ¿Qué sucedió? ¿Por qué estoy aquí? —se levanta de golpe desorientada, la imito y me acerco lentamente a ella. —Calma, soy Elizabeth. —Eso causa que en su mirada se refleje el miedo. —T-tú. T-tienes que irte. —Tartamudea con preocupación. —Sabes mejor que nadie que no puedo escapar de ellos. —Suelto con molestia. —Lo sé, lo siento. Solo que, quisiera ayudarte. —La miro confundida. —¿De qué hablas?—De lo que ellos te convertirán. Tú serás una más de ellos y si te opones de igual forma se saldrán con la suya. —Ahora es ella la que me da una mirada confundida —. ¿Por qué te ríes? —Ello no pueden controlarme. —Confieso y ella parece aún más confundida. —¿Cómo estás tan segura? —¿Quién te libero de su control?—Sus ojos se abren de par en par junto a su boca. —¿Cómo lo lograste? —Es un secreto. —Me encojo de hom
Elizabeth.—¿Dónde estamos? —preguntó una vez llegamos a tierra.—Estamos cerca de Calidón.—¿Y qué hacemos en tu reino? —Cuestionó un tanto alarmada.—Tengo algo importante que hacer, no te preocupes, volveré rápido. —Pero… —y sin más desaparece dejándome sola en medio de la nada. Observo el lugar en busca de en qué parte exactamente estoy, pero la penumbra no me deja ver nada. Me recuesto en uno de los árboles a mi espalda, el cual logró ver tanteando hasta llegar a él. No sé qué es peor, si estar en medio de la oscuridad del bosque o en ese maldito palacio lleno de locos. Imbécil. Hecho mi cabeza hacia atrás, esperado a que pasen rápido las horas o minutos, no sé cuando se tarde el idiota, así que me preparo mentalmente para varias horas. Pienso de nuevo en lo que tengo en mente con respecto a los hijos del consejo, Amelia fue muy rápida en su elección, ella está harta de su madre por lo que convencerla fue muy fácil, pero Abalam, creo que va a ser más complicado de lo que pen
Elizabeth.Un olor fuerte se impregna en mi nariz. Dolor…Angustia…Desespero…Su cabellera negra cae por todo su rostro ocultándolo, aun así puedo ver sus ojos rojos inyectados en sangre transmitir irá. -¿Quién eres? -Musito dando un paso a él, sus cadenas están pegadas a la pared que yace detrás de él, son gruesas y se nota que lo están lastimando. Su agonía la puedo sentir, el desespero de salir de estas cuatro paredes llenas de suciedad y del sufrimiento de alguien que ha estado por años encerrado. Caigo de rodillas y lloró como nunca antes lo había hecho delante de él, quien no me ve ni me escucha. —¡Elizabeth! —despierto con la cara empapada de lágrimas y sudor. —¿Dónde está? —murmuró viendo a la nada. Una mano toma mi rostro y el rojo en sus ojos me recuerda a él haciéndome sentir de nuevo el dolor. Lloro de nuevo sin saber bien el porqué. —Duele Abalam. Le digo en medio del llanto que siento que me ahoga. —Calma, no llores. —me pide, pero yo no puedo parar, mis sentimie