Pese a mi violenta respuesta nacida de la inseguridad y la frustración, él negó con la cabeza y sonrió.
—Perdón, quería decir, ¿cómo te llamas?—aclaró para después dar un sorbo de su cerveza.
—¿Estás intentando ligar conmigo después de amenazar con invadirnos?— estaba bastante claro pero me parecía tan surrealista que tenía que asegurarme, me giré hacia los chicos y estaban igual de estupefactos o más.
—Se llama Reika.—contestó el viejo.— También sé tus apellidos, dónde vives, tu cumpleaños, dónde está tu madre... sé hasta que bragas te has puesto hoy.
Traté de sostener su mirada pero estaba tan sucia que me provocaba demasiado rechazo; desvié la vista hacia el resto del bar y me di cuenta de que se había ido
—¿Esto es no llamar la atención?— pregunté llena de ironía y de sangre de camarera. Como respuesta el francés puso los ojos en blanco. Todos nos giramos hacia la barra del bar al oír un ruido metálico, el otro camarero había dejado de limpiar copas para sacar una escopeta y apuntarnos con ella. —Son balas de plata bañadas en cianuro y cicuta.—advirtió con el dedo en el gatillo. —Remus, nosotros no tenemos nada que ver.— me aterraba la idea de que en un fallo de puntería pudiésemos salir heridos. —Ya lo sé, Reika.— me resultaba increíble tener que haber pasado toda mi vida repitiendo mi nombre una y otra vez por que la gente no lo recordaba, y ahora todo el mundo parecía hacerlo.— Tú, Duke, Max y Ayax; venid hacia aquí. Nos miramos entre nosotros, sabíamos que podía ser perfectamente una trampa, pero tampoco teníamos mucho que perder; la diferencia estaba en que disparase más cerca o más lejos pero con aquellas balas un roce significaría la muerte, recordaba haber visto en el libr
—Pero yo quiero luchar por ti.— replicó una vez más el pequeño.—Tienes una función muy importante, estoy confiando en ti para que protejas a mi madre.—abroché su cinturón de seguridad y cerré la puerta del coche pese a que no parecía muy convencido.—No me gusta nada esto, Reika.— repitió mi madre. Era comprensible, a nadie le gusta saber que su hija está gravemente introducida en una guerra de seres sobrehumanos, ni siquiera a una madre que llevaba ausente toda mi vida.La miré a los ojos, a mí tampoco me gustaba pero me esforcé en mostrarme seria y preparada. Di un paso atrás y dos palmaditas sobre la carrocería del coche, como indicando a los caballos que comenzasen su camino.Asena se colocó a mi lado y las dos nos quedamos viendo el vehículo alejarse, iban de camino a Portugal, pensé que lo más seguro para ellos era alejarse de nosotros al menos hasta que la cosa estuviese más calmada.—Es increíble; la última vez que te vi estabas feliz con tu cuarteto amoroso, estudiando para
El viejo saltó por la ventana y huyó antes de que pudiésemos seguirle. Sin embargo, el otro francés no huyó, se arrodilló junto a su gemelo convaleciente. En su cara se veía que estaba sufriendo tanto dolor a niveles profundos que ya no le importaba nada de lo que le pudiésemos hacer a su cuerpo terrenal. Soy hija única, así que creo que jamás podré llegar a entender la pérdida que estaba sufriendo aquel chico. Cuando el otro exhaló por última vez, él levantó la vista hacia nosotros con la mirada rota.—Ni un paso más. —advirtió Remus mientras le encañonaba.—Ami, entends-tu le vol noir des corbeaux sur nos plaines?Ami, entends-tu les cris sourds du pays qu'on enchaîne?— comenzó a cantar en francés y nosotros nos miramos confundidos.—Ohé, partisans, ouvriers et paysans, c'est l'alarmeCe soir l'ennemi connaîtra le prix du sang et les larmesMontez de la mine, descendez des collines, camaradesSortez de la paille les fusils, la mitraille, les grenadesOhé, les tueurs à la balle et
—Estamos luchando contra un enemigo invisible.— comencé el discurso con fuerza, vigilando las reacciones de las últimas filas para asegurarme de que el mensaje llegaba a todos.— Los franceses no van a ser tan estúpidos de venir disfrazados de mimo con una baguette en una mano y una replica de la torre Eiffel en la otra.— Asena negó con la cabeza, me había pedido que quitase esa frase del discurso en diversas ocasiones.—Tenemos que estar alerta y proteger a los nuestros, y con eso no me refiero solo a esta manada, si no a todos.— Tengo que admitir que no había ofrecido la misma seguridad a mis amigas (quienes tenían a Tyson y Jeremy vigilándolas constantemente) que con la familia de María (ya que no enviaría a ninguno de mis chicos con ellos bajo ningún concepto).—Estaremos todos conectados.— anunció Asena, una vez yo le había cedido la palabra con un gesto.—Estos hongos se llaman vulgarmente pedo de lobo.— las risas y los comentarios por lo bajo fueron inevitables pese a la seriedad
—Y vosotros estaréis en las zonas de la muralla y el museo provincial, ¿entendido?— ambos asintieron y salieron en dirección hacia allí. Había repartido hombres lobo por los alrededores, de modo que solo quedaba un puesto que cubriríamos Hades y yo.La zona norte estaba controlada por Max y su familia, Duke y los suyos se encargaban de la parte suroeste, Ayax y su manada cubrían el sueste, y nosotros nos encargábamos del centro.Hades estaba conmigo porque había insistido en proteger a María lo más cerca posible. Estábamos en lo alto de una colina muy cerca del pazo de su familia, era un buen punto estrategicamente hablando ya que permitía ver unos cuantos kilómetros a la redonda.—¿Cuándo piensan venir?— gruñó él mientras miraba a través de los prismáticos. Parecía impaciente por luchar.—Está a punto de irse el sol.— señalé el atardecer, que en otra situación hubiese sido digno de admirar.— Las cucarachas salen de noche.Se hizo un silencio mientras los dos veíamos el sol ponerse e
—En 1807, Manuel Godoy autorizó a las tropas de Napoleón a pasar a España para invadir Portugal.—vi que aquello no estaba ayudando a que se mantuviera despierto.—El muy idiota creía que se iba a llevar un trozo del pastel, pero lo que realmente pasó es que las tropas francesas tomaron suficientes posiciones como para derrocar a los Borbones que reinaban aquí. —Hades asintió. —Sin embargo, el pueblo no se rindió tan fácilmente y comenzaron los levantamientos contra las tropas francesas.—¿Como en el cuadro de Goya de los fusilamientos del dos de mayo?— parecía haber conseguido captar su atención, pero le giré la cara para que siguiese vigilando en lugar de mirarme a mí. —Los franceses se cebaron con la población civil, pero batalla a batalla los franceses fueron retrocediendo hasta que la última tuvo lugar en 1814, la batalla de Toulouse.—finalicé la historia con una sonrisa, saltándome los detalles escabrosos sobre cómo volvió a reinar semejante enfermo de macrosomia genital producto
—Creo que deberíamos empezar.—propuso Hades.Seguíamos vigilando a aquel francés que había aparecido a los pies del monte, a él se habían unido otros cinco más y estaban comenzando a avanzar hacia nosotros.Por suerte ya habíamos previsto esto, y habíamos preparado una estrategia de guerrilla para proteger todo el terreno.Nuestro plan consistía en que grupos de poca gente que conociesen bien el terreno atacasen rápidamente y se disolvieran al instante desapareciendo entre los montes.—Espera, unos pasos más.— veíamos ansiosos cómo se acercaban a nuestro cebo, que no era más que un maniquí sentado de espaldas a ellos.—Ahora.— indiqué al ver cómo uno de los franceses estaba a punto de tocar el señuelo. Hades presionó el botón que accionaba la minibomba que habíamos fabricado a marchas forzadas con ayuda de tutoriales de YouTube y gente rarísima de internet. Contra todo pronóstico el artefacto funcionó y tras estallar dejó a los franceses en el suelo debilitados por las esquirlas de mi
—Fille de pute.— murmuró uno de ellos mientras terminaba de sujetar sus manos con cinta adhesiva y hiedra venenosa. Automáticamente le abofeteé al escuchar aquello.—Mira, puede que no sepa mucho francés, pero ese "hija de puta" lo he entendido perfectamente.— aclaré mirándole directamente a los ojos, puede que no entendiese mis palabras a la perfección, pero mi mirada de odio era bastante clara.—Podríamos matarlos.— repitió Hades por enésima vez.—Solo si es estrictamente necesario.— volví a explicar mientras colocaba cinta en la boca de los recién adquiridos prisioneros de guerra. —Seguro que ellos no harían lo mismo.— masculló Hades mientras hacia rodar colina abajo a uno de ellos.—Tenemos que ser mejores.— justo entonces el mismo que me había insultado trató de morderme al ir a colocarle la cinta adhesiva en la boca.— Quizá a este sí haya que matarle.—se me acabó la paciencia y volqué un bote de esencia de jazmín mezclado con algunas cosas más sobre un pañuelo que llevaba suje