María Elena estaba sentada en una pequeña sala de interrogatorios de la delegación, con los brazos cruzados y la expresión serena, aunque su interior estaba lleno de indignación. Sabía perfectamente cómo debía manejar la situación: no hablaría ni respondería preguntas sin la presencia de su abogado. Sin embargo, cuando la puerta se abrió y Elliot Grant entró, su postura cambió ligeramente.El fiscal caminó hacia ella con una expresión que mezclaba profesionalismo y una pizca de interés personal. Vestía un traje impecable, y sus movimientos denotaban confianza. Colocó un expediente sobre la mesa y se sentó frente a ella, cruzando las manos sobre el escritorio.—María Elena —dijo, en un tono más informal de lo que esperaba—. Sé que estás acostumbrada a este ambiente, pero no quiero que pienses que estoy aquí para intimidarte. Quiero que hablemos como… amigos.Ella levantó una ceja, claramente escéptica.—¿Amigos? —repitió con frialdad—. Elliot, tú y yo sabemos que esto no es una charla
El frio de la tarde golpeaba sus rostros como un recordatorio de todo lo que habían enfrentado. Anthony se quitó el saco sin pensarlo dos veces y lo colocó suavemente sobre los hombros de María Elena, envolviéndola en su calidez.—No tenías que hacerlo —murmuró ella, sosteniéndolo con las manos.—Sí tenía que hacerlo —replicó él con un tono firme, pero cargado de ternura—. Lo último que quiero es que te vayas a enfermar.María Elena lo miró, agradecida, y después de un instante, rompió el silencio.—Tony… ¿cómo está Rachel?Anthony cerró los ojos brevemente, como si esas palabras pesaran demasiado. Se detuvo bajo un farol y la miró directamente a los ojos.—Grave —respondió, con voz áspera—. Está al borde de la muerte. Los médicos no están seguros de si va a despertar, y cada minuto que pasa empeoran sus posibilidades.María Elena notó el conflicto en su rostro, la mezcla de culpa y preocupación que lo atormentaba.—Lo lamento tanto Tony, pero te juro… yo no mandé a atacarla, yo me ba
Roberto mostró una leve sonrisa, un gesto que pretendía proyectar seguridad.—Eso es absolutamente falso, fiscal. Sí, fui parte de la organización de la fiesta junto a Orlando, pero jamás estuve a solas con Leia Hill esa noche. Luis Díaz fue el último en estar con ella, como ya se estableció en el juicio. Además nunca encontraron ADN de otra persona en el cuerpo de ella, solo de Díaz. Mire fiscal Orlando está resentido conmigo porque descubrí que hacía cosas irregulares en la empresa, ya no quise que siguiera siendo mi socio, y esta es su manera de vengarse. Elliot se recargó en su silla, su expresión tranquila, pero sus ojos llenos de escrutinio.—Orlando Jones ha presentado detalles muy específicos sobre lo que ocurrió. Por ejemplo, menciona que usted salió del hotel aproximadamente una hora antes de que la encontraran muerta.Mendieta mantuvo su postura.—Es evidente que Orlando busca venganza, inventando una historia conveniente para desviar la atención. No hay evidencia de lo que
Cuando María Elena y Anthony cruzaron la puerta del apartamento, el aire estaba cargado de emociones. Lu y Miguel, se apresuraron a abrazarla con una mezcla de alivio y preocupación.—Hija, qué bueno que estás aquí —dijo Lu, apretándola con fuerza—. Nos tenías angustiados.—Estamos contigo para lo que necesites, María Elena —añadió Miguel, colocando una mano firme en su hombro.Más allá, sus hermanos, Dafne, Juanes, y Mike, también estaban allí. Mike, recién llegado de su viaje por Europa, lucía notablemente tenso.—¿Qué demonios pasó? —preguntó Mike, acercándose a ella con los brazos cruzados—. Me entero de que te arrestaron y vine directo para acá.María Elena esbozó una pequeña sonrisa, tocada por la preocupación de su familia. Abrazó a su hermano mayor y él correspondió el gesto. —Estoy bien, Mike, gracias. Aunque sigo siendo sospechosa —avisó con un suspiro, sentándose en el sofá—. Claro que cuento con el mejor abogado penalista, pero hasta que no encuentren pruebas que me desv
Dafne cruzó los brazos sobre el pecho y dio un paso hacia atrás, mirando a María Elena como si acabara de proponerle algo absolutamente absurdo.—¿Intermediaria? —repitió, casi con sarcasmo—. ¿Yo? ¿Entre ustedes y ese imbécil? Ni lo sueñes, Elena.María Elena se llevó una mano a la frente, claramente frustrada.—Dafne, no te lo estoy pidiendo por capricho. Luis Díaz no merece estar en ese lugar. Si no lo convencemos de colaborar, no podremos probar su inocencia.Dafne bufó, girándose hacia la barandilla de la terraza. La brisa helada agitó su cabello mientras ella miraba la ciudad iluminada frente a ellas.—¿Y qué? ¿Ahora se supone que yo tengo que ser la heroína? —respondió con ironía, sin volverse hacia su hermana—. Si ese hombre no quiere hablar contigo ni con Anthony, no entiendo qué espera de mí.—Es evidente que impactaste en él, Dafne. Tanto que decidió que tú eres la única con quien quiere hablar. ¿No lo ves? Esto es más grande que nuestras diferencias. Necesitamos resolver es
La primera luz del amanecer se filtraba por las cortinas del apartamento, dibujando sombras suaves sobre el improvisado campamento en la sala. Anthony se removió entre los colchones, notando el peso de una pierna pequeña sobre su costado. Abrió los ojos lentamente y vio que era Ethan, quien dormía profundamente, con una mano aferrada a su camiseta.Un vibrante sonido rompió la tranquilidad. Su teléfono vibraba en la mesa cercana. Con cuidado, retiró la pierna de Ethan y alcanzó el móvil, tratando de no despertar a nadie. El nombre de Martha parpadeaba en la pantalla.—¿Hola? —respondió en un murmullo, levantándose con cautela para no interrumpir el sueño de los demás.Al otro lado, la voz de Martha estaba rota, temblorosa, como si apenas pudiera articular palabras.—Anthony… ven pronto, por favor. Es urgente. Rachel… —Un sollozo la interrumpió, dejando en el aire una sensación de pesadumbre—. Está muy mal.Anthony sintió que el estómago se le encogía.—Voy enseguida —aseguró con firmez
Anthony dio un paso hacia ella, manteniendo la calma a pesar de la acusación.—Martha, escúchame. María Elena no tiene nada que ver con lo que le pasó a Rachel. Ella es inocente.Martha soltó una carcajada amarga, entre lágrimas.—¿Inocente? ¡No me tomes por tonta, Anthony! ¡Harías cualquier cosa para proteger a esa mujer! Pero yo no descansaré hasta que pague por lo que le hizo a mi hija.Anthony respiró hondo, su voz firme pero contenida.—Rachel… me confesó la verdad antes de morir. Fue ella misma quien organizó lo que le pasó. Seguro, lo hizo para culpar a María Elena.Martha retrocedió, su rostro empalideció.—¿Qué estás diciendo? ¡Mentira! Lo dices para salvarla, para cubrirla. Mi hija jamás haría algo así.Anthony negó con la cabeza, mirándola directamente a los ojos.—No estoy mintiendo, Martha. Ella me lo dijo con sus propias palabras. No quería este resultado, pero seguramente contrató a alguien para que la atacara y que todo apuntara a María Elena, pero se les pasó la mano…
Dafne, sorprendida por el movimiento de Luis, no retrocedió de inmediato. Por el contrario, durante un fugaz segundo, respondió al beso con la misma intensidad, como si se tratara de un duelo en el que ninguno quería ceder. Sin embargo, la consciencia de lo que estaba ocurriendo la golpeó como un balde de agua fría.Con una mezcla de furia y algo que no podía identificar, Dafne se separó bruscamente. No retrocedió; se quedó frente a él, enfrentándolo con la mirada encendida y una furia que parecía capaz de incendiar la habitación.—¡Estás completamente loco! —exclamó, y sin pensarlo dos veces, levantó la mano y lo abofeteó con fuerza. El sonido resonó en la sala como un trueno.Luis, lejos de parecer intimidado, sonrió con esa mezcla de descaro y desafío que tanto la irritaba.—Tú también lo estás, Duque. O no habrías correspondido —expresó en un tono bajo, cargado de insinuación.—¡No vuelvas a besarme jamás! —le espetó, apuntándolo con un dedo, como si lo estuviera sentenciando—. Ni