Anthony permaneció inmóvil por un momento, procesando lo que estaba viendo. Finalmente, dio un paso hacia Rachel, con los ojos entrecerrados.—¿Qué fue lo que hiciste, Rachel? —preguntó, su tono bajo pero cargado de una peligrosa calma.Rachel lo miró, incrédula, su furia a punto de desbordarse.—¿Qué hice? ¡¿Qué hice?! ¡Fui a hablar con ella porque estoy harta de que te aleje de nuestras vidas y esta es su respuesta! —exclamó, señalando sus mejillas y sollozando teatralmente.Gerald cruzó los brazos, observando a Rachel con una mezcla de desaprobación y escepticismo.—Rachel, ¿de verdad esperabas otra cosa después de ir a provocar a esa mujer? —intervino con su tono severo, que siempre sugería que la paciencia se había agotado.—¡Yo no provoqué a nadie! —gritó ella, mirando primero a Gerald y luego a Anthony—. ¡Pero claro, todos están de su lado! ¡Siempre están de su lado!Anthony respiró hondo, intentando mantener la calma en medio de la tormenta.—Rachel, si María Elena te hizo est
Anthony estaba sentado en el sofá de su suite del hotel, la cabeza entre las manos. La habitación, normalmente impecable, mostraba señales claras de su frustración: documentos desordenados sobre la mesa, su chaqueta tirada en una esquina y una copa de vino medio vacía en la mesita. Desde la ventana, observaba las luces titilantes de la ciudad, pero su mente vagaba lejos de allí, atrapada en el caos del día.No entendía cómo había llegado a ese punto. La pelea entre los niños, el enfrentamiento con Rachel, y el dolor reflejado en los ojos de María Elena… Todo se acumulaba en su pecho, un peso insoportable que lo agobiaba.El sonido de unos golpes en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Se levantó lentamente, su mente anticipando lo peor: tal vez Rachel había vuelto con más reclamos, o quizá Gerald, aún disgustado, venía a hablar con él.Cuando abrió la puerta, se encontró con María Elena. Su rostro era sereno, pero sus ojos azules, llenos de emoción, hablaban más de lo que las palabr
Rachel salió del hotel con cuidado, asegurándose de cerrar la puerta suavemente para no despertar a Ethan y Chloe. Con los pensamientos desordenados y el pecho apretado, se ajustó el abrigo y comenzó a caminar por las calles iluminadas por la tenue luz de las farolas. Necesitaba despejar su mente y, sobre todo, encontrar una farmacia donde pudiera reabastecerse de sus antidepresivos.Mientras caminaba, revisó su bolso, comprobando que tenía todo: teléfono, cartera, la receta. Las palabras de Anthony seguían resonando en su cabeza, como un eco insoportable. “Me pongo del lado de María Elena porque tiene razón”. Una mezcla de furia y humillación la consumía.El aire fresco de la noche hacía que su piel se erizara, pero ignoró el frío. Sin embargo, algo más empezó a inquietarla: una sensación extraña, como si alguien estuviera siguiéndola. Se giró discretamente, pero las calles parecían vacías.Aceleró el paso, tratando de convencerse de que era solo su paranoia. Después de todo, era casi
Anthony respiró profundamente antes de abrir la puerta de la suite donde Ethan y Chloe aún dormían. Los dos pequeños estaban acurrucados en sus camas, ajenos al torbellino de emociones y noticias que él cargaba sobre sus hombros. María Elena se detuvo cerca de la entrada, dándole espacio, aunque no podía evitar escuchar con atención.—Ethan, Chloe —llamó Anthony suavemente, arrodillándose junto a ellos.Ethan fue el primero en abrir los ojos, parpadeando con desconcierto. Chloe se removió y, al ver a su padre, se incorporó con una expresión de somnolencia.—¿Qué pasa, papá? —preguntó Ethan, aún con la voz cargada de sueño.Anthony tomó un momento para juntar las palabras correctas.—Pequeños, necesito que me escuchen con atención. Hay algo que debo contarles sobre su mamá.Chloe frunció el ceño de inmediato, aferrándose a la sábana.—¿Qué le pasó a mamá? —preguntó con una mezcla de miedo e incertidumbre.Anthony extendió una mano para acariciar el cabello de su hija.—Su mamá está en
Miguel colocó una taza de té en la mesa frente a Luciana, mientras observaba de reojo cómo María Elena organizaba un par de juguetes que Micky había dejado fuera de su habitación.—Hija, ¿qué tipo de accidente tuvo la ex esposa de Anthony? —preguntó Miguel, con el ceño levemente fruncido—. ¿Te dijo algo al respecto?María Elena se detuvo un momento, suspirando mientras se cruzaba de brazos. Su expresión reflejaba la mezcla de cansancio e incertidumbre que sentía.—No lo sé con exactitud, papá. Solo sé que está en el hospital, muy grave. Anthony me dijo que la encontraron con heridas bastante serias, pero no quiso entrar en detalles —respondió, con un leve gesto de preocupación en su rostro.Luciana levantó la vista, con el mismo aire reflexivo que su esposo.—Debe ser algo muy grave para que Anthony parezca tan afectado. Esa mujer siempre ha sabido cómo complicarle la vida, pero esto parece diferente… —murmuró, más para sí misma.Antes de que pudieran continuar la conversación, el tim
María Elena estaba sentada en una pequeña sala de interrogatorios de la delegación, con los brazos cruzados y la expresión serena, aunque su interior estaba lleno de indignación. Sabía perfectamente cómo debía manejar la situación: no hablaría ni respondería preguntas sin la presencia de su abogado. Sin embargo, cuando la puerta se abrió y Elliot Grant entró, su postura cambió ligeramente.El fiscal caminó hacia ella con una expresión que mezclaba profesionalismo y una pizca de interés personal. Vestía un traje impecable, y sus movimientos denotaban confianza. Colocó un expediente sobre la mesa y se sentó frente a ella, cruzando las manos sobre el escritorio.—María Elena —dijo, en un tono más informal de lo que esperaba—. Sé que estás acostumbrada a este ambiente, pero no quiero que pienses que estoy aquí para intimidarte. Quiero que hablemos como… amigos.Ella levantó una ceja, claramente escéptica.—¿Amigos? —repitió con frialdad—. Elliot, tú y yo sabemos que esto no es una charla
El frio de la tarde golpeaba sus rostros como un recordatorio de todo lo que habían enfrentado. Anthony se quitó el saco sin pensarlo dos veces y lo colocó suavemente sobre los hombros de María Elena, envolviéndola en su calidez.—No tenías que hacerlo —murmuró ella, sosteniéndolo con las manos.—Sí tenía que hacerlo —replicó él con un tono firme, pero cargado de ternura—. Lo último que quiero es que te vayas a enfermar.María Elena lo miró, agradecida, y después de un instante, rompió el silencio.—Tony… ¿cómo está Rachel?Anthony cerró los ojos brevemente, como si esas palabras pesaran demasiado. Se detuvo bajo un farol y la miró directamente a los ojos.—Grave —respondió, con voz áspera—. Está al borde de la muerte. Los médicos no están seguros de si va a despertar, y cada minuto que pasa empeoran sus posibilidades.María Elena notó el conflicto en su rostro, la mezcla de culpa y preocupación que lo atormentaba.—Lo lamento tanto Tony, pero te juro… yo no mandé a atacarla, yo me ba
Roberto mostró una leve sonrisa, un gesto que pretendía proyectar seguridad.—Eso es absolutamente falso, fiscal. Sí, fui parte de la organización de la fiesta junto a Orlando, pero jamás estuve a solas con Leia Hill esa noche. Luis Díaz fue el último en estar con ella, como ya se estableció en el juicio. Además nunca encontraron ADN de otra persona en el cuerpo de ella, solo de Díaz. Mire fiscal Orlando está resentido conmigo porque descubrí que hacía cosas irregulares en la empresa, ya no quise que siguiera siendo mi socio, y esta es su manera de vengarse. Elliot se recargó en su silla, su expresión tranquila, pero sus ojos llenos de escrutinio.—Orlando Jones ha presentado detalles muy específicos sobre lo que ocurrió. Por ejemplo, menciona que usted salió del hotel aproximadamente una hora antes de que la encontraran muerta.Mendieta mantuvo su postura.—Es evidente que Orlando busca venganza, inventando una historia conveniente para desviar la atención. No hay evidencia de lo que