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—¿Tú? ¿Te casarás conmigo? —La incredulidad en la voz de Randall era palpable, como si esas palabras le costaran entenderlas.Por un instante, el corazón de Bianca latió con fuerza, casi se sintió débil bajo el peso de la pregunta.Una sensación de rechazo la envolvió, la duda la abrazó como una sombra oscura que la empujaba al abismo.Luego, una oleada de humillación la hizo apretar los puños con tanta fuerza que las uñas casi se clavaron en su piel.Su respiración se aceleró, y sintió cómo la rabia comenzaba a burbujear en su interior.No podía permitir que él la viera vacilar.Con esfuerzo, levantó la barbilla y sus ojos se llenaron de una dureza que no sentía desde hacía mucho.Estaba decidida a no mostrar su vulnerabilidad.—¡Pero, tengo condiciones! —sentenció, su voz, resonando con una autoridad que no estaba segura de tener.No podía dejar que él pensara que estaba dispuesta a entregarse sin más. Ni él ni nadie.Su mirada luchaba por ser fría, pero sabía que había algo en su i
Al día siguiente.Paz despertó en la misma cama, la luz del sol atravesaba las cortinas y caía sobre su rostro.Se sintió agotada, como si todo el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.Sin embargo, cuando se levantó, vio a Terrance. Él aún estaba en la cama, mirando al techo con los ojos entreabiertos.Cuando la vio levantarse, una sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa que, por un momento, le hizo dudar.—Te amo —dijo Terrance, su voz suave, pero llena de una esperanza que Paz apenas podía soportar.Paz lo miró, pero no hubo dulzura en su mirada. Todo su ser estaba tenso, como si una barrera invisible la protegiera.—Terrance —comenzó ella, su voz quebrada pero firme—. Esto no significa una reconciliación, solo fue un momento de debilidad. Tal vez aún siento algo por ti, pero no voy a volver a ti. No hasta que me demuestres que vale la penaLas palabras de Paz lo golpearon como un puñetazo en el estómago.No había rencor en su tono, pero el dolor era evidente. Él intentó to
—Amelia, ¡lo que dices es muy grave! ¿Tienes alguna prueba? —preguntó Terrance, su rostro reflejando incredulidad, como si no pudiera comprender lo que escuchaba.Amelia sonrió, pero era una sonrisa fría, cargada de dolor y desesperación.Asintió con firmeza.—¡Tengo pruebas! —dijo con voz entrecortada—. Créeme, conseguí una prueba y puedo traerla. Conozco al verdadero padre de Deborah.Terrance se quedó mudo, sus ojos se agrandaron al máximo.El peso de sus palabras se instaló en la sala como una niebla densa.—Vaya... esto va a ser un escándalo —dijo finalmente, la voz llena de asombro y temor a lo que estaba por venir.Amelia cerró los ojos, dejando escapar un suspiro cargado de rabia y frustración.—No puedo... no puedo creer que ese maldito de David haya criado a mi hija con mujeres tan malas. ¿Cómo pudo hacerle creer a Paz que Linda era su madre? —la rabia en su voz era palpable, como si las palabras la quemaran por dentro.Y de repente, todo el dolor acumulado de los años se de
Paz observaba por la ventana, sus ojos fijos en los cristales rotos que ya comenzaban a acumularse en el suelo.El zumbido de un dron, ese zumbido tan familiar y a la vez tan traicionero, resonó en sus oídos.A través del vidrio destrozado, pudo distinguir las sombras de la máquina en el aire. Grupo Coleman.La ira y el miedo se agitaron en su pecho con una fuerza inusitada.—¿Quién está usando nuestros propios drones en nuestra contra? —murmuró, sintiendo una mezcla de incredulidad y furia.La ironía de la situación era desgarradora.En ese momento, la puerta se abrió de golpe y Randall irrumpió en la tienda.Bianca, visiblemente alterada, salió del probador, ya vestida con su ropa habitual.Sus ojos reflejaban un miedo palpable, como si la atmósfera estuviera impregnada de un peligro que ella no entendía completamente.Pero su preocupación desapareció al ver a Randall correr hacia Paz.Sin pensarlo, él la envolvió en un abrazo protector, sus brazos fuertes rodeándola como si el mund
—Dime, Terry, ¿cómo es? ¿Me va a amar?Terrance acarició suavemente su rostro, acercándose lentamente a ella.Su nariz rozó la de Paz en un gesto tierno, como si quisiera transmitirle toda la serenidad que sentía.—Ella ya te ama, Paz. Es imposible que alguien en este mundo no ame a mi Paz.Una sonrisa llena de esperanza apareció en los labios de Paz, pero también una sombra de nerviosismo.—¡Gracias, Terry! —susurró, con la voz quebrada por la emoción.Juntos caminaron hacia el restaurante, el ambiente cálido del lugar contrastaba con el torbellino de pensamientos que Paz sentía dentro de ella.¿Cómo sería su madre? ¿La reconocerá? ¿La amará como ella siempre soñó?Esas preguntas la acompañaban como un eco mientras cruzaban la puerta del restaurante.Cuando sus ojos encontraron a Amelia, todos sus miedos desaparecieron en un instante.Los ojos de su madre eran tan hermosos, tan llenos de amor, que Paz sintió como si todo el tiempo que había pasado buscándola finalmente hubiera valido
Cuando Paz regresó a casa, no pudo evitar detenerse antes de entrar a su habitación.La conversación con Terrance de esa noche todavía retumbaba en su mente, y necesitaba hablar.—Gracias, Terry… lo que hiciste por mí hoy… ¡Fue increíble! —dijo con la voz temblorosa, intentando controlar el nudo en su garganta.Terrance sonrió, su mirada suave, pero intensa, y tomó su mano, llevando su dorso hasta sus labios en un beso tierno.—Haré todo por verte feliz, Paz… te amo, sé que antes dije que nunca, pero ahora sé que te amo de una forma que no había experimentado antes. Y ahora, voy a reconquistar tu amor, paso a paso.Paz sintió su corazón acelerarse.Esas palabras… ese simple "te amo"… habían sido lo que más había deseado escuchar, pero también el mayor conflicto que sentía en su interior.El amor que Terrance le ofrecía ahora era diferente, era real, pero su pasado seguía presente, como una sombra al acecho.—Terry… yo… —sus palabras se ahogaron, el dolor aún latente.Él la miró, compr
—¡Cuide sus palabras, señor Leeman! Recuerde que decir eso son palabras mayores —sentenció el abogado de Terrance, su tono firme, casi amenazante.El ambiente estaba cargado de tensión. Deborah, furiosa, apretó los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos.La rabia brotaba de ella como si fuera una corriente imparable.No podía creer lo que estaba escuchando, cómo todo su mundo se desmoronaba a su alrededor, como si una fuerza invisible hubiera arrancado el suelo bajo sus pies.—¡Malditos! ¡Van a pagar por esto, Paz, ¡esto no va a quedar así! —gritó, su voz quebrada por la furia, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos sin poderse detener!Un silencio mortal se apoderó del lugar, y en ese instante, la figura de una mujer irrumpió en la sala como un huracán.La puerta se abrió, y Amelia Carter apareció, caminando con paso firme, como si no temiera nada, ni a nadie.David giró la cabeza rápidamente, la sorpresa reflejada en su rostro como un espejo roto. ¡Era ella!La mu
—¡¿Qué has dicho?! —David estalló, la furia en su pecho, desbordándose en un grito que resonó en la sala.En un impulso salvaje, se lanzó sobre el hombre, sus manos, aferrándose al cuello de la camisa de este con una fuerza que parecía capaz de romperlo. El aire se volvió espeso, tenso, como si cada segundo fuera una eternidad.—¡Mienten, David, no le creas! —Linda gritó, pero su voz, quebrada, no conseguía penetrar la tormenta de emociones que estallaban a su alrededor. Su cuerpo temblaba, suplicándole que no creyera lo que estaba por venir.Amelia, con una sonrisa que se deslizó entre sus labios, observaba la escena.Había esperado este momento, saboreaba cada segundo de la angustia que se reflejaba en los ojos de David.—¿De verdad quieres esto? —La voz del hombre cortó el aire como un cuchillo, mientras se soltaba del agarre de David y, con calma inquietante, sacaba su teléfono.Lo sostenía como una sentencia definitiva, como una prueba irrefutable.El brillo de la pantalla ilumin