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Deborah sintió un escalofrío recorrerle la espalda.El terror se apoderó de su pecho al darse cuenta de que podía ser descubierta. Su piel se erizó al imaginar el desastre que podría desatarse si alguien se enteraba de la verdad.Contuvo la respiración y apretó los puños, maldiciendo en su mente a Martín por ser tan descarado.—¡Quítame tus manos de encima, Martín! ¿O debo llamar a Terrance? —Su voz sonó firme, pero en su interior, el miedo latía con violencia.El hombre la soltó al instante. El temor en sus ojos revelaba que, a pesar de todo, no quería arruinarlo todo.—Usted… estaba lastimando a la prometida del señor Eastwood. —Su tono fue titubeante, pero lo suficientemente claro como para hacer que Paz se enfureciera.¡PAF!El sonido de la bofetada resonó en el pasillo. Martín giró el rostro, su mejilla ardiendo por el golpe.—¿Y quién te crees tú para defender a Deborah? ¿Qué? ¿Acaso hay algo escondido entre ustedes que yo no sepa? —La voz de Paz destilaba veneno.El rostro de Ma
«Flashback:Bianca caminaba nerviosa por el pasillo del hotel, el ramo de rosas en sus manos parecía más pesado con cada paso que daba. Dentro de su pecho, su corazón latía, desbocado, lleno de emoción y nervios. Aquel día no solo celebraba el cumpleaños de Randall Coleman, sino también su amor por él. Había comprado un regalo especial, una brújula dorada, un símbolo de la dirección que quería darle a su vida: a su lado, siempre.Cuando Randall abrió la puerta, ella no dudó ni un segundo. Lo abrazó con fuerzas, tratando de transmitirle todo lo que sentía, toda la pasión y el amor que había guardado para él.—Traje un gran regalo para ti, y sí, acepto ser tu novia. Y también, me entregaré a ti, porque te amo, Randall. Quiero ser tuya, por primera vez. —dijo Bianca con una sinceridad desgarradora.Pero Randall, en lugar de responder con la calidez que ella esperaba, rodó los ojos, como si todo fuera una molestia para él.—Es hora de que entiendas que yo no siento nada por ti. —respondió
Terrance miró a la mujer frente a él con un odio profundo, tan frío y cortante como una cuchilla recién afilada.Su mirada era un abismo de desprecio, y su voz, un filo que no dejaba lugar a interpretaciones.—Si ya viniste a esparcir tu veneno, ahora puedes largarte —soltó sin contemplaciones.Deborah parpadeó, desconcertada.No esperaba un ataque tan directo.Durante años, había manipulado, mentido y jugado con los sentimientos de los demás con la habilidad de una maestra. Pero en ese instante, frente a Terrance, sus trucos parecían inútiles.Aun así, no iba a rendirse tan fácilmente.Llevó una mano a su vientre y frunció el ceño con una expresión de profunda tristeza.Sus ojos se llenaron de lágrimas tan rápido que cualquiera pensaría que realmente estaba sufriendo.—¡Terry, por favor, no seas así! —suplicó, su voz temblorosa—. Me siento tan sensible ahora…Terrance y Paz intercambiaron una mirada de fastidio.Sabían perfectamente que esas lágrimas eran falsas, un burdo intento de m
—¡Bianca Eastwood, yo nunca me he arrodillado ante ninguna mujer! —exclamó Randall ferozmente, su voz era un trueno contenido, su mandíbula marcada por la furia.Bianca lo miró con la misma calma burlona de siempre, aunque su corazón latía con fuerza.—Siempre hay una primera vez —susurró, dejando que la frase se deslizara con suavidad, como una caricia envenenada—. Y me gusta ser la primera.Los nudillos de Randall se pusieron blancos por la fuerza con la que apretó los puños. Sus ojos ardían con la lucha interna, un dilema que nunca había enfrentado.Por un instante, Bianca creyó que lo haría, que doblaría la rodilla frente a ella.Vio su cuerpo tensarse, el ligero movimiento de su pierna, la duda titilando en su mirada… pero entonces, se detuvo.Y con una sonrisa burlona, destrozó la esperanza de Bianca.—Eso solo pasará en tus sueños más salvajes.Bianca sintió que algo en su interior se rompía, pero no lo dejó ver.Se obligó a sonreír, aunque su garganta se cerraba.—Entiendo… per
—¡Deborah, eres tan cruel! —rugió Terrance, con la furia brillando en sus ojos—. No conforme con separarme del amor de mi vida, ¿ahora intentas lastimar a Paz? ¡Cuando ya ha sufrido tanto!Paz sintió cómo su pecho se comprimía al escuchar esas palabras.Él aún la llamaba "el amor de su vida". Pero… ¿De qué servía eso ahora?El murmullo de los invitados era un murallón de cuchicheos afilados como cuchillas.Deborah sintió cómo su piel ardía de la humillación. La mirada de los presentes la atravesaba como si fuese una villana de tragedia griega, una arpía sin redención.—¡Terrance, no es lo que parece! —intentó justificarse, pero su voz sonó chillona y desesperada.Él ni siquiera la escuchó.Cargó a Paz en sus brazos como si fuera un tesoro irremplazable, como si el solo hecho de tocarla pudiera borrar el dolor de los años perdidos.—T-Terrance, bájame… estás exagerando… —susurró Paz, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho.Pero él la sostuvo con más firmeza.—Nunca, Paz. Nunca m
Randall Coleman entrecerró los ojos, afilándolos hasta convertirlos en dos rendijas de pura tensión.Apenas cruzó la entrada, el aire se volvió denso, y su pecho, oprimido.Su mirada recorrió el lugar con precisión quirúrgica, buscando, escaneando… y entonces la vio.Allí estaba Bianca, moviéndose con sensualidad, atrapada en los brazos de otro hombre.El mundo pareció inclinarse.Randall sintió algo indescriptible.No era decepción ni simple enojo. Era furia. Un impulso primitivo, una rabia corrosiva que le quemó la garganta, el pecho, las entrañas.Algo más allá de la lógica lo invadió, un deseo irreprimible de cruzar esa distancia, arrebatarla de los brazos de ese imbécil y hacerle entender a quién pertenecía realmente.Sus piernas se movieron antes de que su cerebro lo procesara.En segundos, ya estaba frente a Bianca.Ella apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando él la sujetó del brazo con firmeza y la jaló lejos del otro hombre.Bianca sintió su fuerza, la electricidad de su toque
Randall cargó a Bianca en sus brazos, sintiendo el peso de su fragilidad contra su pecho.Su respiración estaba agitada, su piel ardía, y la ansiedad se enredaba en su estómago como un nudo imposible de desatar. La acomodó en el asiento trasero del auto y se deslizó a su lado.El chofer arrancó sin cuestionar, y en el silencio del vehículo, Randall la observó.Su cabeza descansaba en su hombro, su piel olía a perfume dulce con un rastro de licor, y su expresión era indescifrable.De pronto, sintió algo.Una mano cálida se deslizó lentamente sobre su muslo, ascendiendo con un descaro que lo dejó sin aire.Randall contuvo el aliento y atrapó su muñeca antes de que su osadía fuera demasiado lejos.—¿Bianca? —susurró con incredulidad.Ella abrió los ojos de golpe y una risa salvaje, desenfrenada, se escapó de sus labios. Su mirada chispeaba con un brillo febril.—¿Qué? ¿No puedo seducir a mi prometido?Antes de que Randall pudiera responder, Bianca se subió a horcajadas sobre él, sus piern
El viento soplaba suavemente sobre el jardín decorado con flores blancas y luces cálidas.Deborah caminaba de un lado a otro, incapaz de ocultar su ansiedad.Su vestido de novia, una pieza exclusiva con encaje bordado a mano y una larga cola, ondeaba con cada paso impaciente.Sus dedos temblorosos se deslizaban sobre su vientre abultado, mientras su mirada inquieta buscaba una señal de que Terrance llegaría.Entonces, sintió una mano fuerte que la sujetó del brazo y la arrastró a la sombra de un árbol frondoso.—¡Odio que te cases con él! —Martín siseó con rabia antes de tomar su rostro entre sus manos y besarla con posesión.Deborah forcejeó, apartando su rostro, mientras los labios del hombre se deslizaban por su cuello con desesperación.—¡Entiende, Martín! Necesito esta boda —susurró, sintiendo su aliento ardiente en su piel.—Lo sé… —dijo él con una sonrisa torcida—. Solo así podrás tener todo el dinero que siempre has soñado, ¿verdad, mi amor? ¿Acaso ya olvidaste lo que hice por