RYAN
RYAN
Por: Nairovitt
Prólogo

Estaba tan agitada que me sorprendía que el oxígeno aún llegue a mis pulmones, y los latidos de mi corazón eran tan rápidos que podría jurar que se escuchaban a miles de kilómetros.

Visualicé a mi alrededor; todo estaba oscuro y olía horrible, me encontraba en una especie de cueva que parecía laberinto y era algo estrecho, el suelo estaba cubierto de charcos de agua y de lo que parecía ser sangre, las paredes tenían grafitis y palabras obscenas.

Suspiré y me dije que no es momento de perder el tiempo, alguien me estaba siguiendo y yo debía escapar o buscar la forma de luchar por mi vida, pero la herida en mi abdomen bajo me dificultaba pensar, seguía sangrando y me dolía como el infierno, me había hecho un torniquete con un pedazo de tela de mi blusa pero no me había servido de mucho, ya que la sangre no paraba.

Todo mi cuerpo estaba empapado de sudor y sentía que me asfixiaba, cerré los ojos por un momento y me recosté en una de las paredes de la cueva, carajo, ¿así era como iba a morir? De pronto, mis 5 sentidos se pusieron alerta al escuchar pasos cerca.

Es él.

Huye.

Vete.

O mátalo.

Esas voces llegaron nuevamente a mi cabeza, ¿cómo iba a matarlo si no tenía fuerza?

Con la poca energía que me quedaba empecé a caminar con dificultad, si quería vivir, debía encontrar la salida de esta cueva pero no podía ver bien, no faltaba mucho para que la pérdida de sangre causara que me desmaye, pero no me di por vencida. Seguí caminando lo más rápido que pude mientras presionaba la herida con mi mano derecha, y con la otra me sostenía de esas paredes sucias.

Ya no doy más.

Al mirar al frente me encontré con dos caminos, no conocía este lugar, y sentía que de la decisión que iba a tomar, dependía si moría o vivía.

Nunca había sido una chica indecisa, siempre tomaba las decisiones rápidamente y como siempre eran las mejores, pero ahora, no sabía que hacer, algo dentro de mi me hacía dudar como nunca.

Nuevamente, escuché los mismos pasos, pero esta vez sabía que estaba detrás de mi, acechándome. Y mi corazón paró, y todo dentro de mi se tensó.

—¿Por qué sigues escapando? Si de todas maneras vas a morir por mis manos— su voz era ronca, incluso se notaba algo divertida.

Tragué saliva y volteé con dificultad, y lo vi, aunque la oscuridad no me permitía ver bien, pude visualizar su silueta robusta, sus hombros anchos y me pareció ver una sonrisa ladina en su rostro. Al parecer llevaba unos pantalones holgados que estaban manchados de sangre y de tierra, sus brazos se encontraban en sus costados y en la mano izquierda llevaba un cuchillo, su torso estaba desnudo y su piel brillaba por el sudor.

—Así que vas a matarme con eso— hablé con la poca fuerza que me quedaba mientras señalaba el cuchillo con mi mirada.

Él soltó una carcajada estruendosa, y eso me molestó. Quería golpearlo pero sabía que no iba a poder, porque acabaría conmigo con mucha facilidad.

—No lo creo, tu muerte debe ser épica y si te mató con esto, perdería mi estilo— relamió sus labios mientras daba pequeños pasos amenazantes hacia a mi.

Bien, Raquel, este será tu fin. Moriré sola, virgen y a manos de un psicópata. Cool, ¿no?

¿Acaso debo rendirme ahora?

No quería morir así, y no quería ser la típica persona que muere luchando hasta el final, siempre quise una muerte en paz, en cama, con mis seres queridos alrededor de ella recordando los buenos momentos, pero lamentablemente no iba a ser posible.

—Eres un estúpido traidor— escupí, con odio, aunque no pudiera luchar, quería herirlo con mis palabras, pero justo ahora no se me ocurría nada bueno— fingiste ser bueno, fingiste que nos ibas a ayudar pero todo fue una farsa ¡me das asco!

Él se detuvo un momento y ladeó su cabeza, y nuevamente, una sonrisa torcida apareció en su rostro. No lo reconocía.

—No sabía que sentías algo por mi, aunque me alegra— levantó su cuchillo y lo observó con diversión, para luego fijar sus ojos en mí, tardó un momento mientras me analizaba y después habló — creo que cambié de opinión, no mereces una muerte mejor que esta, creo que será interesante introducir esto en tu cuerpo— volvió a caminar otra vez, y yo hice lo posible por retroceder unos pasos. Estaba cagada de miedo, no quería que algo punzante atravesara mi piel— ¿por dónde empezamos? ¿El muslo? ¿O por el brazo? O mejor aún, ¿perforando algún órgano de importancia? ¿Qué dices? ¿Estaría bien empezar por los pulmones?

M****a. M****a.

Lo observé con desdén.

Era un completo asesino y enfermo, por mi mente pasaron varias formas de matarlo pero ahora no podía.

Maldición

Si tan solo tuviera más fuerza.

Si tan solo no me hubiera herido.

Si tan solo yo fuera mas fuerte.

El hubiera no existe, Raquel.

No tenía nada más que hacer ni decir, no podía luchar, ya no me quedaban fuerzas para hablar y tampoco energía para escapar. Al fin y al cabo, era mi culpa por confiar en él y creer en su palabra, todo es por mi, por ser tan ingenua.

—Creo que antes me divertire contigo— dijo observando mi cuerpo con una expresión pervertida.

Sentí asco.

—Eres un completo imbécil.

Él bajó su cabeza y negó entre risas, y después alzó su vista para fijarla en mi.

—Y tú, a pesar de estar en la m****a sigues luciendo hermosa— lamió su labio inferior. ¿Por qué carajos sale con esto ahora? ¿Por qué a pesar de estar en esta situación el seguía diciendo cosas como esta?— ¿lo ves? Hay cosas que no se pueden cambiar.

Quería mandarlo al infierno, juro que intenté lanzarle los insultos más crueles que se me ocurrieron, pero eso no pasó, había perdido demasiada sangre, y todo se hizo negro, caí en un mar de oscuridad.

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