«…nada de lo que eres cambió en realidad…»
Las palabras de Gem Rivers continuaron resonando en su cabeza, incluso más allá del fin de semana.
Hank no sabía a dónde se había dirigido su jefa a pasar el fin de semana; cuando llegó a la oficina al día siguiente, caminando entre las calles atestadas de personas que amanecieron en las tiendas para aprovechar los descuentos del Viernes Negro, la ausencia de Gem se sintió como una bendición… al principio.
A pesar de que sabía que no iba a estar, igual compró las galletas que ella acostumbraba comer para desayunar, se había vuelto rutina y en ese momento necesitaba de la cotidianidad como un drogadicto necesita una dosis. Se sentó en su puesto tras dejar la bolsita de papel sobre la esquina del escritorio de Gem; después de revisar los correos de su bandeja, responder a los m
El lunes en la mañana Pedro lo increpó durante el desayuno, alegando que estaba comportándose de forma extraña; Hank no quería entrar en detalles sobre todo lo que pasaba por su cabeza, pero le hizo un resumen relacionado con la actitud de Melinda y el comentario de su jefa al respecto de sus reacciones.―Al menos comienzas a llevarte mejor con Rivers ―elogió su amigo. Henry enarcó una ceja ante sus palabras, esperaba algo más, tal vez concerniente a la situación con su exesposa―, eso es bueno.―No diría que somos amigos ―confesó frunciendo el ceño, especuló un poco en su mente sobre eso, en cierta forma era verdad, pero si no eran amigos, entonces ¿cómo se clasificarían?―No dije que fuese tu amiga, pero hay menos rechazo por tu parte y eso es un avance ―le aclaró―. Aunque en perspectiva tiene un poco de razón en lo que dice, aunque de t
Gem se levantó de su silla con suavidad, dejó los cubiertos y la servilleta sobre la mesa de forma elegante y comedida, para después alejarse en dirección a una de las oficinas deshabitadas de aquel piso.Henry no entendió lo que sucedía, pero Helen captó de inmediato, indicándole a los dos recién llegados que por favor siguieran a Rivers hasta el despacho. Harold también se puso en pie, junto a la rubia, los escoltó en el camino y cerraron la puerta detrás de ellos.―¿Gemini? ―preguntó Martini, con curiosidad, apenas entró.―Sí, ese es su nombre de pila ―respondió el caballero―. Gemini Rivers.―Un nombre peculiar ―asintió el cliente con una sonrisita sorprendida.―Un nombre misterioso, para una misteriosa mujer ―corrigió el moreno con galantería.―No lo aceptaré, Martini ―cortó Gem sin inm
Helen y Harold se negaron a decirle algo a Henry cuando este los abordó para indagar sobre lo sucedido en la oficina. Los nuevos estilos de decoración para empresas no abogaban mucho por la privacidad, así que las paredes de la misma les permitieron a todos ver parte de lo que sucedía en su interior, porque las persianas que servían de barrera visual, no estaban desplegadas por completo.Martini y el tal Adam Fox ―por lo menos le dijeron el nombre―, se quedaron unos minutos más en la oficina después de que los dos creativos salieran de allí y los arengaran para continuar con la sesión fotográfica. Hank estuvo tratando de disimular todo lo que pudo, atento a lo que sucedía dentro.Al principio le pareció que Martini le reclamaba algo al supuesto modelo, este se veía cabizbajo, como si estuviese siendo derrotado por el peso de los argumentos del cliente. Solo que, cinco minutos des
Una semana pasaba, el viernes se cernió sobre ellos con temperaturas cada vez más frías. La primera nevada cayó ese día, cubriendo con su manto de blancura todas las calles. Casi estuvo tentado de llamar a su jefa para decir que estaba enfermo, en especial después de haber visto a sus hijas el día anterior, preocupadas por las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, porque ambas deseaban pasarlas con sus padres y era imposible.Al menos esperaba que Melinda le dejara las niñas para alguno de los dos días de celebración.Fue su madre quien tocó su puerta para ofrecerle una taza enorme de chocolate humeante, esa acción le trajo memorias de los viejos tiempos de su infancia y adolescencia, cuando todo era más sencillo. Mientras se tomaba el dulce brebaje, mirando por la ventana de su habitación, fue consciente del paso del tiempo. El año se estaba escurriendo inde
El Club Medianoche era todo lo que esperaba Henry y a la vez no.Cuando llegaron al lugar, fueron recibidos en una pequeña sala donde les hicieron un par de preguntas, similares a las que les hicieron en la fiesta de Halloween antes de entrar. El sitio parecía un poco como el calabozo de Spintria al que fue con Gem, un espacio agradable donde dejaban sus abrigos y recibían una pequeña inducción de lo que iban a encontrar apenas traspasaran las puertas que los separaban del verdadero club, ya que era la primera vez que iban.Antes de salir, Hank había optado por sacarse la corbata y el blazer, dejándose solo el suéter y la camisa, que arremangó sobre sus antebrazos para adoptar un aspecto menos formal, también para que quedara a la vista la pulsera de consideración entregada por La Ama Gemini. Por suerte, Hal ni se dio por enterado de la misma, no hizo preguntas, ni si quiera se mostró i
El resto de diciembre fue pasando de forma frustrantemente lenta, Henry no se sentía orgulloso de su comportamiento, pero no podía evitarlo, los viejos hábitos habían retornado y sentía un creciente rechazo contra su jefa.Hank sabía que ese extraño puritanismo nacía del miedo, sin embargo, en ese momento era su único salvavidas. Tras la visita al Club Medianoche, los hermanos Webber volvieron al departamento envueltos en un pesado silencio, cada uno cavilando su personalísima experiencia. Una vez en el SoHo, bebieron hasta caer inconscientes, y aunque no alcanzaba a recordar todo lo que se dijeron, al menos le quedaba la tranquilidad de no haber soltado prenda sobre Gem.En cambio, Hal disertó sobre lo diferente que se había sentido ser azotado, en comparación con las veces que hizo lo mismo con Sienna, no encontró nada atractivo en ello.―Menos mal no me presentas
―Quítate la ropa ―ordenó Gem al entrar.Hank estaba ofuscado todavía, sumado a la expectativa y la ansiedad, su estado de aturdimiento era enorme.―¿Qué? ―preguntó, de pie en medio de la sala del apartamento de su jefa.La decoración del sitio era tan ecléctica como su dueña, Gem Rivers vivía en Turtle Bay, en un edificio en la esquina de la Calle 49. El mismo estaba paralelo a la autovía FDR, y tenía vistas al Río Este. La construcción solía ser una fábrica, que fue adaptada para crear apartamentos de estilo moderno e industrial, con paredes de ladrillo, vigas metálicas y pisos de porcelanato de color gris plomo que daban un aire de concreto pulido.Cuando Henry estuvo allí la vez anterior, no entró en el departamento de su jefa, de hecho, la entrega de las medicinas a sus vecinos sirvió también para que dejar
Después de la noche de Navidad, volvieron el jueves al trabajo. A petición de Gem ―la jefa― Henry fue hasta recursos humanos y le pidió disculpas a Lizzie. Le explicó someramente que no estaba disponible a nivel emocional para ningún tipo de relación, porque estaba enfocado en resolver la situación de la custodia de sus hijas, así que no disponía de tiempo para nada más.La morena aceptó las disculpas, aunque su actitud arisca demostró que continuaba dolida, lo que hizo que fuese mejor para sus intenciones porque funcionaba para evitar que ella intentara buscar sus favores sexuales de nuevo.Tenía mucho en qué pensar, su primera sesión de BDSM fue extrañamente… satisfactoria, pero sentía que se había perdido algo fundamental. Las palabras finales de Gem resonaban en su cabeza, en especial el hecho de lo mucho que le recalcó que era