Alondra llegó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, esperó un par de horas y tomó un vuelo a Roma, con conexión en tres aerolíneas haciendo escala en Cancún y Bruselas, en la primera ciudad su escala fue de tres horas y en Bruselas de un poco más de dos.
El importe del boleto, lo pagó en efectivo, equivalente a mil setecientos dólares. Inició su viaje con mucha incomodidad, pues nunca había viajado en clase económica, de hecho en su vida siempre había viajado en los jets de su padre, solo en dos oportunidades anteriores voló en una línea comercial y había sido en la comodidad de primera clase, con los beneficios que brindaba, tales como no cargar su equipaje porque los mismos eran trasladados en carritos especiales, el acceso a la sala premier, la preeminencia de hacer el check in y registrar el equipaje, la inclinación de los asientos, la calidad de la comida y la prioridad que tenían para descender.
En esta oportunidad, no contaba con nada de eso, ella se encargó de su maleta, hizo la fila para el Check in y registro de equipaje, pasó cuatro horas esperando en la sala de espera en un asiento bastante incómodo comparado con los otros, pero tenía que aprender, sus padres no le brindarían ninguna oportunidad mientras el velo de la decepción descansara sobre ella.Durante el viaje su asiento apenas reclinaba y le tocó sentarse en el centro de los asientos de tres, por lo cual cada vez que iba ir al baño, tenía que pedir permiso y pasaba muy cerca del pasajero que ocupaba el pasillo, la comida para los pasajeros ubicados en su clase no fue de su agrado sándwich, pasta refrescos y unas papas.
Estaba deseosa por llegar a su destino, trataba de pensar en otras cosas, pero era imposible que la preocupación se filtrara en sus pensamientos haciéndole sentir miedo del futuro, pero no podía volver derrotada, nunca la tomarían enserio, tenía que cambiar esa imagen que ella misma se había formado de ser una chica malcriada y superficial, “Debes y tienes que hacer las cosas diferentes Alondra, debes ser más humilde, humana”, se repetía como un mantra, en eso tenía que aprender de sus padres, quienes eran sencillos y se adaptaban a las circunstancias, pero ella había crecido siendo diferente, acostumbrada a que todos bailaran al ritmo que marcaba.
Otro notorio ejemplo, eran los gemelos Ferrari, no eran unos chicos creídos a pesar de que su familia siempre habían gozado de absoluta riqueza, una fortuna que había pasado por numerosas generaciones de Ferrari y cada uno de ellos se había encargado de multiplicar con creces ese capital. En cambio su familia no había gozado de una fortuna antigua, de cientos de años; por parte de su madre habían tenido una empresa constructora que empezó apenas tres generaciones atrás, pero no era un gran emporio y por parte de su padre tampoco habían nadado en dinero, de hecho su abuelo en una oportunidad perdió casi todo su dinero y había sido su padre quien volvió a levantar el imperio Sebastini y gracias a él y al producto de su trabajo, su familia tenía todo de lo que gozaba hoy día.
Luego de realizada la escala en Cancún, cerró los ojos pensando en lo que haría, sin embargo el sueño la venció y se despertó cuando aterrizaron en Bruselas, le dolía el cuello producto de la posición de su cabeza al descansar, desembarcaron y en hora y media volvieron a subir al avión, llegó a Roma luego de veinte horas de vuelo.
Estaba agotada, quería bañarse, cambiarse de ropa y descansar, llamó a su hermano, para pedirle que por ese día la dejara quedarse en su apartamento, pero al digitar su número aparecía apagado, debió tomar un taxi y buscar un modesto hotel, en una zona cercana al Coliseo a seiscientos cincuenta metros del centro, en el Rione Monti, se hospedó en una habitación contentiva solo de una cama matrimonial con aire acondicionado, suelo de baldosa, un diminuto closet y un baño, todo le daba la impresión de estar a pequeña escala, se bañó y aunque tenía demasiada hambre su cansancio era tanto, que agradeció haber guardado los Sándwichs que le dieron en el avión y se los comió sin escatimar, luego de hacerlo se quedó dormida, se acostó a las ocho de la noche hora romana y se levantó a las once del mediodía, durmió quince horas. Tomó el teléfono y vio las llamadas perdida de sus padres, si estaban en México eran las cuatro de la mañana, por eso espero para llamarlos más tarde.
Se levantó, se bañó, se vistió con un jean y una camisa manga larga y unos botines, le costó mucho hacerlo, porque su ropa era toda de marca y reflejaba elegancia y dinero y como iba a conseguir trabajo, no le convenía aparentar lo que había sido.
Decidida después de comer, entró a un almacén de ropa donde compró vestidos sencillos, jeans, blusas y cosas necesarias para su nueva vida. Luego, salió a recorrer el centro de Roma y a pesar que pudo observar varios anuncios no consiguió empleo, así pasó tres días, la desesperanza la estaba invadiendo, debía conseguir trabajo antes que su dinero se agotara, en ese tiempo no había respondido ni las llamadas, ni los mensajes de sus padres, quienes le escribían preocupados, quería notificarles que ya tenía empleo antes de hacerlo.
Al cuarto día, salió temprano, entró a una red de almacenes y supermercados, donde luego de esperar aproximadamente una hora para que la entrevistara el jefe de recursos humanos, el señor Gino Rizzo, quien al verla entrar en su oficina, se quedó mirándola de una manera lasciva, lo que la irritó bastante, detestaba a los hombres que pensaban que con esa actitud podían convencer a una mujer, le provocaba derramarle el vaso de agua que posaba en el escritorio.
—Buenos días señor, vengo por la entrevista de trabajo— manifestó con seriedad.
—Buen día señorita, ¿Con quién tengo el gusto de conversar? Es usted una dama muy atractiva, con solo verla logró acelerar mis pulsaciones —expresó tomándole la mano y besándosela. Alondra apartó su mano con asco y no pudo evitar limpiársela en su pantalón.
—Soy Alondra Peralta—Respondió ella—, vengo por el trabajo de dependienta.
—Con esa imagen que tiene usted, la contrataría hasta de reina de mi casa—Manifestó el hombre dándosela de encantador.
El hombre le desagradaba en gran manera, estaba a punto de mandarlo a freír espárragos, pero recordó que necesitaba el trabajo, se controló respondiéndole, todo lo amable que pudo.
—Señor Rizzo, solo que no estoy interesada en ser la reina de su casa—expresó con una sonrisa fingida, entregando el currículo vitae que había sacado—por ahora solo me interesa ser una más de las dependientas de este lugar.
—Está bien princesa, ¿Has trabajado con anterioridad en un almacén ó supermercado? —interrogó el hombre mientras abría su hoja de vida.
—Para ser sincera, nunca había trabajado, pero si nadie me da la oportunidad de iniciar, entonces jamás voy a ganar experiencia —expresó con seriedad.
—Está bien, estarás de prueba por un mes, luego de ese tiempo si lo haces bien, te quedas, si no te vas.
—Muchas gracias —manifestó emocionada—, ¿Cuándo empiezo?
—Ahora mismo. Anda y habla con mi asistente para que te entregue las camisas del uniforme de la tienda.
Así lo hizo, se puso la prenda y en verdad que no le agradaba como le quedaba, era horrible, el color, la tela, el diseño y esa parte de ella con la que estaba luchando intentó hacer de las suyas, pero debió controlarla "humildad Alondra, himildad", se repitió un par de veces. Al vestirse fue asignada para que uno de los chicos de la tienda le diera las indicaciones de lo que iba hacer.
De esa manera comenzó su primer día de trabajo, le enseñaron como debía desocupar y limpiar los estantes, la forma correcta de organizar la mercadería, como limpiar la zona asignada, lavar por turnos los sanitarios de damas, le tocó realizar tareas que nunca en su vida había realizado y que jamás pensó hacer, su torpeza era evidente a tal punto que mientras los otros las hacían en quince o veinte minutos, a ella le costaba hacerlas hasta en el triple de tiempo.
Ese día llegó cansada al hotel de trabajar, incluso sus manos se habían agrietado por el esfuerzo que realizó durante la jornada, se acostó a dormir, sin querer hacer nada más, no tenía ni fuerzas ni ánimos de dedicarse a otros menesteres.
“Caminaba todo lo deprisa que sus piernas le permitían pues apenas llegaba al metro sesenta de estatura, el sudor corría por su cuerpo a chorros, su blusa totalmente mojada, el miedo la envolvía como en una especie de cápsula de terror, sentía los pasos detrás de ella, muy cerca, eran tres hombres que la perseguían había tenido oportunidad de visualizar sus siluetas a penas doblar la esquina, a pesar de la oscura y tenebrosa noche, cubierta por un manto de densa bruma, que le confería un aspecto más siniestro, veía a los lados buscando un escape o un sitio donde esconderse, pero no veía ningún lugar a donde pudiera ocultarse o huir, sus piernas temblorosas si acaso la sostenían, quería gritar pidiendo auxilio, pero su voz no respondía, solo salían suaves murmullos ininteligibles de su boca. Los sintió más cerca y empezó a correr, estaba totalmente aterrada, corría con todo lo que sus piernas le permitían, corría poniendo todo su corazón, pero fue en vano la habían atrapado, la halaron del cabello y la tiraron al suelo, las lágrimas brotaban de sus ojos y ellos le gritaban “…Debimos drogarla porque lo pediste, pero es a ti a quien queremos”…, ella se defendía, lanzaba patadas y mordiscos, pero eran infructuosos sus esfuerzos, su corazón latía presuroso, cuando de pronto el rostro de uno de ellos se convirtió en Cristiano y le decía “…Eres una arpía. Solo tú eres la culpable de mi desgracia, te burlaste de mí, me alcoholicé por culpa de tu abandono y de tus burlas, no tuviste piedad, no pude soportarlo, eres una mala mujer, vas a pagar con creces por lo que me hiciste”.
Alondra pegó un gritó y despertó acalorada llorando, había sido todo tan real, que aún conservaba indicios de lo que había pasado en su cuerpo, se levantó tomó un vaso de plástico de la mesita de noche, lo llevó al grifo, lo llenó y se lo tomó, luego humedeció su rostro, su cuello, tratando de tranquilizarse, pero el miedo ya había inoculado su alma, por más que intentó volver a dormir no pudo lograrlo.
Al amanecer se levantó, después de bañarse decidió llamar a su familia, marcó al número de su madre y habló con ella, porque en verdad le daba mucha vergüenza hacerlo con su padre, aún no superaba la expresión de decepción que había visualizado en su rostro, la conversación que sostuvo fue rápida,
—Hola m-mamá. S-soy Alondra —saludó dudosa.
—Ya sé que eres tú —expresó con un suspiro—, ¿Para dónde te fuiste? Creo que es hora de que dejes tu rabieta a un lado, porque por más drama que armes, ni tú padre, ni yo cederemos ante tus caprichos. En esta casa solo se te dará lo estrictamente necesario Alondra, un techo y comida. Por otra parte, ni intentes embaucar a Matteo para que te ayude, porque tiene las instrucciones de no hacerlo, so pena de padecer las mismas consecuencias.
" Es necesario que aprendas tu lección, no sé en qué momento pasaste de ser solo una chica egoísta y caprichosa, a convertirte en una mujer malvada y cruel, una criminal, porque lo que le hiciste a Camilla y a Camillo no fue más que un acto que solo realizan los delincuentes—concluyó Sophía en tono de molestia.
Alondra sintió tristeza por lo que dijo su madre, pero era verdad, había meditado en eso y se dio cuenta que había llegado al extremo, le respondió tratando de contener la tristeza que sentía —No te preocupes mamá, estoy bien, conseguí un trabajo, así que no pienso pedirle dinero a Matteo ni a nadie para mantenerme.
—¡¿Dé qué estás trabajando?! No sabes hacer nada, siempre has sido una niña mimada, escudándote tras de tu padre para actuar de esa manera. Espero no estés haciendo ningún trabajo indecoroso.
—No te preocupes, no me he prostituido si es lo que piensas que estoy haciendo ¿Por qué nunca apuestas a que haga algo bueno?
—No es eso, no sabes lo que daría para que tú hicieras las cosas bien, eres mi hija y te amo, quiero que seas una mujer luchadora, trabajadora con conciencia, quiero sentirme orgullosa de ti.
—Te prometo que lo haré mamá —respondió con convicción.
—¿En dónde estás viviendo? —indagó su madre con preocupación.
—En Roma, estoy trabajando en una red de almacenes y supermercados. Estaré bien, dile a papá para que no se preocupe —manifestó en un tono neutro, aunque por dentro tenía el corazón arrugado cada vez que mencionaba a su padre
—Lo haré ¿Cuándo me vuelves a llamar? —indagó Sophía.
—Te llamaré una vez por semana. Adiós mamá. Cuida a mi padre, dile que lo amo, a ti también te amo —expresó sin poder dejar de sentirse triste.
—Cuídate hija. Yo también te amo —respondió Sophía.
Alondra, después de hablar con su madre, se fue a trabajar, cumplió su segundo día de trabajo sin novedad, el primer día libre que tuvo se mudó a una pensión donde pagaba trescientos euros mensuales, la cual compartía con otra chica que casi nunca iba a dormir.
Así pasó una semana y media de trabajo donde se fue acostumbrando a los quehaceres, se hizo amiga de varios chicos, el problema, ellos revoloteaban alrededor de ella como las moscas a la miel, de hecho dos de sus compañeros se le habían declarado, a pesar de que ella trataba de pasar desapercibida, los muchachos eran insistentes, la buscaban y a veces se armaban algarabías en el sentido de que se ponían a conversar y a chistear para hacerla reír, situación que había provocado molestia en el jefe de Recursos Humanos, que le dijo que se abstuviera de provocar al personal masculino, porque de esa manera no le veía futuro dentro de esa empresa.
Ella los rechazaba con mucho tacto, no quería herir susceptibilidades, no quería ofenderlos como lo había hecho en el pasado, aparte de que estaba trabajando ese aspecto de su personalidad. Sin embargo, la última semana no había podido remover la profunda tristeza que la embargaba cuando llegaba a su habitación, a pesar de estar rodeada de tanta gente se sentía muy sola y para oscurecer más su gris panorama, desde el cuarto día que empezó a trabajar, las pesadillas se hicieron recurrente, casi no dormía, siempre era la misma pesadilla, las mismas escenas, soñaba que los hombres con quienes había mandado a drogar a Camilla, la intentaban abusar sexualmente y luego uno de sus rostros se convertía en su primer novio y la acusaba de haberle causado daño, despertaba sudorosa, aterrada, con esas escenas tan reales.
Eso la hacía preguntarse ¿Qué habría pasado con Cristiano? Se decía que todo había pasado hacía más de tres años, su conciencia la incordiaba incesantemente, hasta tal punto que tuvo que realizar un par de llamadas a conocidos comunes, quienes se comportaron groseramente con ella y no quisieron darle información sobre él.
Ese día se levantó muy temprano como todos los días, no había motivo para quedarse despierta dando vueltas en la cama si no lograba conciliar el sueño, se arregló y se fue al trabajo, cuando llegó aún no había entrado el personal correspondiente a su turno, por lo cual se quedó frente de la entrada, del lado de afuera conversando con sus compañeros, cuando uno de ellos le contó.
—Te tenemos novedad, ayer fue tu día libre y se ha armado una. Se llevaron detenido al señor Gino.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —interrogó incrédula.
—Pues le estaba haciendo seguimiento, la Dirección de Investigación Antimafia de la policía Italiana, no solo acosaba a las chicas de los almacenes y supermercados, al parecer también pertenecía a una red de prostitución y estaba metido en asuntos de tráfico de drogas.
—¡Por Dios! —expresó sorprendida— ¿Pero que hacía? ¿Quién lo descubrió?
—Solo sabemos que fue detenido el día de ayer, cuando salió de aquí y esos rumores que te comente se empezaron a escuchar, pero nada oficial y bueno precisamente ayer entró un hombre que supuestamente iba hacer una revisión, que según lo enviaron de otra sucursal, pero es un chico con muy mal carácter, parece que no soporta la amigabilidad entre las personas.
—Me pierdo por un día y sucede un espectáculo digno del mejor drama y comedia televisiva o del teatro —había visto que sus amigos hacían gestos extraños con sus rostros, pero pensó que se trataba de ellos bromeando por lo cual siguió hablando— ¡Imagínate el señor Gino! Yo sabía que era un acosador porque varias veces debí quitármelo de encima, pero que también se dedicara al negocio de la droga, es increíble, no será que los dueños de estos supermercados están involucrados también en esos negocios turbios, digo porque…— por fin se dio cuenta de lo que trataban de decirle sus compañeros, se quedó callada y se volteó.
Allí detrás de ella estaba un hombre muy apuesto de ojos entre azules, con mirada penetrante, alto como de aproximadamente un metro ochenta y cinco de estatura, cabellos marrón oscuro, mandíbula cuadrada y hermosos labios provocativos, se dio una sacudida mental por esos pensamientos, mientras que el chico en cuestión, la observaba con cara de pocos amigos, antes que ella pudiera pronunciar palabra el hombre la observó de pies a cabeza diciéndole
—Señorita Peralta, siga hablando, no se detenga por mí, hágase de cuenta que no estoy presente, porque realmente estoy interesado en saber el buen concepto que tiene de sus empleadores —espetó haciendo una mueca despectiva con su boca, mientras ella rogaba que la tierra se abriera en ese momento y la tragara, era evidente que el hombre había oído todo lo que había dicho, ella y su bocaza se reprendió, ahora “¿Cómo vas a salir de esto Alondra?” se preguntó mientras que su corazón latía desaforado.
“Lo que no ves con tus ojos, no lo inventes con tu boca”
Anónimo
Él vio que ella se puso blanca de la impresión y sus ojos hermosos, se abrieron como platos, dejándolo cautivado en el acto,pero a pesar de ello no quiso darle tregua alguna, era una chismosa de primera, tenía toda la intención de hacerla sentir incómoda hasta más no poder, solo con verla se había dado cuenta que era una mujer superficial más pendiente de su aspecto que de su trabajo y que pensaba que con el físico podía todo conseguir, lo bueno es que estaba advertido sobre ella, por cuanto algunas de sus compañeras de trabajo, le habían indicado la clase de persona que era e incluso le mencionaron que se había convertido en la amante de Gino, quien la habría ingresado sin experiencia, ni recomendaciones a cambio de favores sexuales.—Vamos señorita responda, o le comieron la lengua los ratones—dijo en tono de burla.—Y-yo…Yo no…—estaba nerviosa y las pa
Alondra dudó, sus instintos le decían que no debía aceptar, de hecho tuvo una lucha interna entre su conciencia y su cuerpo, Pir le tomó las mejillas y comenzó acariciarla suavemente —. ¿Aceptas? —volvió a preguntar.Ella lo observó un momento, posó la mano en su barbilla, luego la subió rozando con sus dedos su labio inferior, él le tomó los dedos y los besó uno a uno, Alondra sintió que su cuerpo ardía como brasa, sabía que era un peligroso aceptar esa invitación, pero desoyó a su conciencia y ganó su cuerpo —Acepto ir contigo.*********************************************************Así transcurrió el resto del día, Pir no dejaba de pensar en la cita que iba a tener con Alondra esa noche, distracción que no era recomendable pues necesitaba tener sus cinco sentidos
En ese momento uno de los teléfono de Pir sonó, él lo atendió de inmediato, pero antes de alejarse, Alondra se levantó de donde estaba sentada y en sus bruscos movimiento empujó a Pir, quien se quedó desconcertado por su actitud y más aún cuando sin razón aparente comenzó a correr como loca por la playa; Alondra sentía que las lágrimas corrían por sus mejillas, mientras repetía como una mantra en voz alta —No puede ser él, no puede ser, la vida no puede ser tan cruel. ¡Dios mío por favor! Que ese chico no haya sido Cristiano.Luego de un momento Pir la alcanzó, la volteó hacía él, abrazándola—¿Qué paso cielo? ¿Por qué saliste así?—Lo siento—espetó llorando—, lo que me contaste me hizo recordar a alguien.—Si ¿A quién? —preguntó
Luego de salir del parque se fueron a cenar, pero justo cuando habían pedido la comida, Pir recibió una llamada —Aló, Roldán, debes presentarte para la entrega de esta noche.—Pero ustedes no me habían avisado —respondió molesto, mientras veía que Alondra se mantenía lo más neutra posible, sin emitir ningún gesto, le daba un poco de temor que ella descubriera algo que la hiciera alejarse de él, pero es que esa parte de su vida no la hablaba con nadie, ni siquiera con su padre con quien tenía una absoluta confianza, solo se lo había enunciado a su abuelo y a muy groso modo, por supuesto que no le había agradado nada, diciéndole que prefería mantenerse en la ignorancia.
Alondra estaba nerviosa, se vistió con mucho cuidado, procurando lucir sexy y deseable se dijo: “Este chico me trae coladita hasta los huesos”, y soltó la risa, se miró al espejo y se veía hermosa, se vistió con una braga blanca y se dejó suelto su cabello que le caía como una cascada por debajo de sus hombros, se lo cepilló seguidamente hasta sacarle brillo, solo se pintó los labios con un labial tono carne, se colocó unas sandalias bajas de color negro, pues aunque quería estar bella y elegante, también deseaba la comodidad, últimamente la moda ya no era todo para ella, se dio cuenta de que hab&ia
Pir no podía respirar, eso nunca le había pasado, la vio acostada desnuda en la cama con los ojos cerrados, mientras él trataba por todo los medios insuflar aire a sus pulmones, Alondra, lo vio rojo y se levantó corriendo asustada —¡Oh por Dios! ¿Qué te pasa Pir? ¿Qué tienes? —Ella lo tomó por el brazo y lo sentó en la cama, comenzó a revisarle las vías respiratorias para ver si había alguna obstrucción, le tomó el pulso y comenzó a darle pequeños golpes y masajes en la espalda y pecho, incluso hasta estaba pensando suministrarle oxigeno a sus pulmones
Al día siguiente, Alondra se dirigió al trabajo, se entretuvo atendiendo a varios clientes y organizando algunas estanterías, lo hacía contenta mientras tarareaba una canción La Alondra, de Deixaas, una composición que fusiona el Flamenco con música árabe, pero solo recordaba algunas líneas y cantar no era su fuerte, pero estaba tan feliz que le provocó cantar, mientras sus compañeros bromeaban tapándose los oídos y burlándose de ella —¡Por Dios mujer! Cantas horrible, a tal punto que estás provocando una contaminación sónica.—Chistosos —. Les espetó ella&m
Pir se mantuvo abrazando a Alondra, no quería dormirse, le encantaba tenerla cerca, observarla mientras dormía, hasta que de repente la vio quejarse, su rostro atormentando, comenzó a tirar golpes con sus manos y pies, parecía que luchaba con alguien, mientras gritaba —¡Por favor no! ¡Déjenme! No me hagan daño. Yo me equivoqué, no quería causarles daño —gritaba, mientras por su angustiado rostro corrían grandes lágrimas.
Último capítulo